Tuesday, 8th July 2014

Después del «tercer acto»

Publicado el 29. abr, 2012 por en Editorial

«Las artes escénicas», © Santiago Caruso. www.santiagocaruso.com.ar

El mudo real es como un actor en el escenario: está ahí, pero es otra cosa.

Fernando Pessoa

 

 

En plena era del cristal líquido y las pantallas de plasma, del enajenamiento computarizado, del cine en tercera dimensión con producciones escandalosas, de las innumerables formas de entretenimiento por medio de tecnologías incomprensibles, a Cuadrivio se le ocurre dedicar un número al viejo arte del teatro. No se trata, por supuesto, de simplemente llevar la contraria poniéndonos «clásicos», sino todo lo contrario: en estos tiempos nuestros donde todo se redefine y desdefine constantemente, el teatro –como ninguna otra arte– nos permite ver que, a veces, toda esa faramalla de los pos y los trans, del paradigma de las crisis, de los después y los afueras de los géneros literarios, es «hacerle mucho al drama».

Por supuesto, sería absurdo suponer que el teatro sigue siendo un espectáculo que empieza con la tercera llamada y la apertura del telón, que transcurre sobre un escenario bien delimitado y acaba con un estruendo de aplausos. Pero eso, precisamente, es lo que hace interesante el dossier que en esta ocasión ofrecemos: ¿de qué teatro estamos hablando?, ¿por qué todavía es posible hablar de arte teatral?, y ¿qué será de dicho arte?

La función comienza desmintiendo el cierre de telones para el arte teatral: Jean-Frédéric Chevallier reflexiona sobre la supuesta superación del drama, José Luis García Barrientos analiza el panorama actual del teatro para saber qué es lo que representa este arte en el siglo XXI y José Carriedo reivindica el entrañable vínculo entre actor y espectador como fundamento de la pervivencia y necesidad del teatro en nuestras vidas. Inmediatamente después, Óscar Cornago nos introduce a la comunidad siempre en construcción que se funda tras bambalinas; Raquel Araujo nos presenta el Teatro Personal, un viraje de la ficción convencional hacia la realidad autobiográfica volcada en la escena viva, y Robert Findlay y Halina Filipowicz elaboran un puntual recorrido por una de las experiencias artísticas más innovadoras del siglo XX: el Teatro Laboratorio de Jerzy Grotowski.

El acto continúa con dos textos de reflexión creativa: David Olguín y Zaría Abreu nos hablan del texto dramático que demanda el hecho escénico, el primero ofreciéndonos una pequeña obra y un proemio inspirados en Antonin Artaud; la segunda desarrollando tres entremeses literarios. Finalmente, presentamos La Cebra, obra del cubano-mexicano Salvador Lemis, muestra del efecto casi palpable del texto dramático sobre la imaginación y del fuerte vínculo del teatro con la vida social y política.

Seguimos esta última veta en nuestro segundo acto: en Academia, Jaime Bañuelos analiza la obra de Lemis en su vaivén connotativo de denuncia política; Araceli Arreche nos cuenta la experiencia del Teatro x la Identidad en la Argentina herida por la dictadura militar, y, en Ciencias, Sofía Flores hace un recuento de los vínculos que existen entre el teatro y la ciencia. El gran montaje teatral de la democracia latinoamericana también se hace presente en este número con un pertinente ensayo de Zedryk Raziel Cruz sobre el imperio de las encuestas en el contexto de las elecciones en México.

Tras bambalinas arribamos a la última estación de la memorable charla con David Miklos, y deslizamos un par de entrevistas con Fernanda Solórzano y Alberto Manguel. Para rematar, Fabrizzio Guerrero y Daniel Ochoa ponen sobre la mesa, respectivamente, dos discusiones tan actuales como necesarias: las implicaciones morales y hasta teológicas de la tauromaquia y la polémica en torno a los productos transgénicos.

Dejamos ahora que el lector se cuele en el telón de cada título. Disfruten la función y, como dicen entre actores: ¡mucha mierda!

 

—CAMILA PAZ PAREDES

 

 

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