La pseudociencia es mucho más que la palabrería, aparentemente inofensiva, de los astrólogos y sus seguidores. A partir de un ameno repaso de dos casos mexicanos concretos (el rimbombante «BioAnalizador Cuántico» y el prodigioso GT200), Juan Manuel Vázquez demuestra que, con la ayuda de la pseudociencia, los charlatanes sin escrúpulos pueden perjudicar gravemente la salud, la seguridad y los derechos humanos de la gente, además de propiciar (y beneficiarse de) onerosos despilfarros de la hacienda pública.
Juan Manuel Vázquez Verdín
Astrología, horóscopos, cartas astrales, tarot, la pseudociencia y la charlatanería nos inundan todos los días. Sin embargo ¿a quién daña leer el horóscopo por internet?, o ¿a quién afecta, más allá de lo que se refiere al bolsillo del incauto, una lectura del tarot? El daño puede parecer algo menor, tanto que podríamos creer que algunos de los productos más populares del tianguis de la pseudociencia resultan inofensivos. Pero ¿realmente es así? ¿Qué ocurre cuando estos afectan, además del bolsillo, la salud, la integridad y la seguridad de las personas, e incluso la manera en que una nación hace uso de sus recursos?
Hablemos de un caso reciente en donde la pseudociencia puso en riesgo la economía y la salud de las personas. Hace un año, aproximadamente, salió al mercado mexicano un aparato «milagroso» que escaneaba el cuerpo en tiempo real y arrojaba lecturas increíbles sobre el estado de salud con un nivel de detalle sin precedentes. El aparato se conecta a una computadora a través de un puerto USB 2.0; por este medio se instala un programa compatible con todas las versiones de Windows (lo sentimos, usuarios de Mac o Linux) en el cual se ingresan, antes del escaneo, algunos datos como nombre, sexo, peso, edad y estatura.
Cuando un familiar mío se hizo la prueba, en 60 segundos el software había diagnosticado que tenía una arteria tapada, várices y un problema en el riñón derecho, así como una deficiencia de vitamina D. Un aparato de esta naturaleza debería levantar de inmediato la sospecha sobre la veracidad de sus resultados. Le dije que hiciera una prueba sencilla cuando tuviera oportunidad de utilizarlo de nuevo. La prueba consistiría en volver a hacerse un escaneo, pero ahora ingresando otros datos al programa, como una edad y peso distintos; el aparato debería arrojar resultados idénticos o muy similares, pues esas variables deberían ser independientes de los datos obtenidos mediante el escaneo. Así pues, un día después se realizó un nuevo escaneo y ahora mi familiar tenía mal el riñón izquierdo y una deficiencia de vitamina A. Ante su miedo de morir en cualquier momento de insuficiencia renal, le tuve que explicar que si el aparato funcionara, debería mostrar los mismos resultados siempre, pues era poco probable que todos sus problemas médicos se curaran y dieran paso a otros en un solo día; si quería una segunda opinión que fuera realmente válida, debía realizarse los estudios pertinentes con un profesional de la salud.
Tras pedir una explicación al operador sobre el funcionamiento del aparato, me encontré con que realmente no sabía cómo era que funcionaba. Ante la falta de información me propuse indagar algo al respecto y tras una simple búsqueda encontré su nombre: BioAnalizador Cuántico. ¡Pero qué nombre tan más rimbombante! El sitio web en donde se vende por la módica cantidad de 599 dólares (alrededor de 12 mil pesos mexicanos) lo da a conocer como «el asistente n° 1 de la medicina moderna».
¿Por qué jamás lo había visto en los consultorios? Algunos de mis colegas médicos habían escuchado hablar de él y su opinión era la misma: se trataba de un dispositivo falso que para obtener los resultados de los que presume habría requerido de mucho más tiempo y de estudios clínicos profesionales. Decidí darle el beneficio de la duda y consulté el sitio donde se explica su funcionamiento; tal vez me estaba perdiendo de algo en mis clases de física moderna en la facultad. En el apartado «Bases científicas del análisis», nos dicen: «La moderna ciencia de la Física Cuántica ha demostrado que en esencia todo nuestro cuerpo funciona con electricidad» (suena entonces el disco de acetato rayado). Desde la primera línea podemos darnos cuenta del bulo y de que el asunto está sustentado en pseudociencia, ya que una de las características de ésta es hacer uso de algunos conceptos científicos de manera indiscriminada y fuera de contexto, además de que suele hacer extrapolaciones que carecen de cualquier tipo de sustento empírico.
Antes de seguir, pongamos el tema de este bioanalizador en contexto. La física cuántica es la rama de la física que explica el comportamiento de la naturaleza a escalas muy pero muy pequeñas. Una de las conclusiones más asombrosas que ha hecho esta rama de la física es que la energía se transmite en pequeños paquetes, siempre por paquetes enteros y nunca en partes fraccionarias. Esta conclusión, tal vez la más importante, es la que ha permitido explicar de manera profunda una serie enorme de aspectos de nuestro universo y el desarrollo de buena parte de nuestra tecnología actual. Ahora bien, ¿hay alguna conclusión de la física cuántica que tenga que ver con lo que nos venden en el producto? La frase de que nuestro cuerpo funciona en esencia con electricidad es un tanto ambigua: ¿a qué se refiere con «en esencia»? Y ¿es verdad que la física cuántica ha llegado a esa conclusión? Todo indica que no. Es cierto que nuestro cerebro funciona mediante impulsos eléctricos, así como los músculos de nuestro cuerpo, pero ¿es posible extrapolar esto a que absolutamente todo nuestro cuerpo funciona con electricidad? Además, reducir el funcionamiento del cuerpo humano a meros procesos eléctricos peca de simplista, pues incluso el más pequeño de los seres vivos es un coctel de reacciones químicas, eléctricas y mecánicas complejas.
Pero ¿cómo podemos estar en posición para tildarlo de «simplista»? Por los años de observación, experimentación y análisis que ha hecho la ciencia, ¡no existe algo que se pueda considerar medicina cuántica! Otra cosa a tener en cuenta, y que nos puede dar un leve atisbo sobre el engaño, es que el nombre abusa de la parafernalia moderna de la pseudociencia. Prefijos como bio- y términos como cuántico, magnético son los favoritos de los charlatanes por sonar complejos y extraños para las personas (en otro sitio web se vende como «BioEscáner Cuántico Bio-Magnético»). Además se nos ofrecen resultados instantáneos y milagrosos que nadie, a excepción de ellos, puede ofrecer.
Y a todo esto, ¿cuál o cuáles son los problemas más graves con este aparato? Las personas que promocionaron el dispositivo entre mi familia cobran 300 pesos mexicanos (16 dólares) por una consulta. En este caso, dichas consultas se dan normalmente en lugares alejados del estado de Michoacán, México, en comunidades de escasos recursos y con poco o nulo acceso a los servicios de salud (1.2 millones de personas no cuentan con acceso a un médico en Michoacán). En una entidad donde cerca del 40% de la población percibe un salario de menos de 800 pesos mexicanos por semana (45 dólares), gastar poco más de dos días de trabajo para el diagnóstico falso de un miembro de la familia parece algo demasiado oneroso. Y no sólo es en perjuicio del bolsillo, hay consecuencias graves a la salud pues las conclusiones médicas a las que se llega son delicadas. Por poner un ejemplo, si presento un dolor abdominal y el aparato dice falsamente que tengo una inflamación en el esófago cuando en realidad tengo una apendicitis, mi calidad de vida se puede ver severamente afectada e incluso puedo morir. Pero también hay algo muy grave al respecto: el aparato se utiliza sin ningún tipo de regulación. Un dispositivo así debería contar con la autorización de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), sin embargo no la tiene, pues ha estado ingresando al país como un dispositivo no médico. Y aunque es responsabilidad de las autoridades garantizar el control sanitario de todos los aparatos médicos que funcionan en el país y tomar cartas en el asunto, es importante denunciar ante las autoridades si detectamos este tipo de estafas, [1] pues incluso los funcionarios públicos pueden caer en el engaño o verse involucrados en actos de corrupción. Algunas instituciones ya se han dado cuenta del timo, tal como la Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios de Sinaloa (Coepriss), quien ha emitido una recomendación para que quienes se vean engañados con este tipo de aparatos presenten una denuncia.
El programa incluido con el aparato muestra durante el análisis una serie de animaciones dignas de una película de acción de los noventa.
Queda claro que la pseudociencia puede acarrear daños a la salud, pero ¿es capaz también de dañar la seguridad e integridad de las personas? La historia de este segundo engaño en México comienza en 2007, cuando la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), la Secretaría de Marina (Semar) y diversas corporaciones policiacas en diferentes estados de la república adquirieron varios centenares de dispositivos de detección remota de sustancias. El nombre del aparato: GT200; la «ouija del diablo» le llamaron algunos. ¿Cuál es el engaño? El aparato se vendió como un detector molecular capaz de identificar, en un rango de hasta 5 kilómetros, diversas sustancias, drogas, explosivos y armas (el ejército de Egipto lo usa para detectar pacientes con hepatitis o VIH). Según la propia empresa, los aparatos «funcionan mediante la resonancia molecular de las sustancias, usan energía del cuerpo humano, [y] no requieren baterías». Vuelve a sonar el disco de acetato rayado… ¿Qué? Suena un poco al bulo del BioAnalizador cuántico; de nuevo tenemos el abuso de algunos conceptos científicos desconocidos para muchos y la promesa de resultados milagrosos: «¡sin requerir baterías!». El aparato fue usado por el ejército, la marina y la policía, a pesar de que en otras partes del mundo ya se sabía que era una estafa; incluso estaba prohibido en algunos países, pues se había demostrado tajantemente su ineficacia en muchísimas pruebas.
En el cuento titulado «El traje nuevo del emperador», Hans Christian Andersen relata la historia de un rey a quien unos estafadores le vendieron un traje muy fino que tenía la particularidad de ser invisible para los estúpidos. Por supuesto no había traje alguno y el rey, temiendo admitir su propia estupidez al no poder verlo, salió a un desfile completamente desnudo. Nadie en el pueblo quería admitir que el emperador no tenía ropa, hasta que un pequeño niño dijo: «¡Pero si va desnudo!». Al gobierno le tomó tiempo admitir que iba desnudo, pero al final, después de que varios científicos, [2] divulgadores, periodistas y personas de la sociedad civil levantaron la voz, y tras una serie de experimentos de doble ciego [3] que demostraron su inutilidad, se logró prohibir su uso.
Fuera de lo chusca que pueda parecer la historia, es similar a la anterior en tanto que el gobierno gastó cerca de 344 millones de pesos mexicanos (27 millones de dólares) en la compra de 940 aparatos. Fue un dinero tirado a la basura y la estafa tuvo consecuencias muy graves, pues hubo muchas personas inocentes a quienes se les violentaron sus derechos humanos y otras tantas que siguen en la cárcel a consecuencia de la falsa detección de ese dispositivo. Así pues, este engaño no sólo afectó el uso de los recursos económicos de un país, también afectó la integridad y seguridad de muchísimas personas.
Para nuestro pesar, México ha sido terreno perfecto para el florecimiento de algunos charlatanes y sus productos. Un caso, para nada reciente, fue el del ilusionista israelí Uri Geller, quien en los años setenta se promocionaba como un gran psíquico con el poder de doblar cucharas con la mente y reparar relojes a distancia. Tal era su fama en México que salía en los programas estelares de la televisión y tenía encuentros con políticos y empresarios importantes (como la esposa del entonces presidente José López Portillo). Pero dicen que muerto el perro se acabó la rabia. El éxito de Uri Geller fue hace ya 40 años, está muerto mediáticamente y es prácticamente un desconocido para las nuevas generaciones. ¿Se acabó la rabia? Tristemente no, pues siempre hay un puñado de listillos en todo el mundo esperando la oportunidad perfecta para embaucar a un grueso de la población dispuesta a poner toda su esperanza y fe en ellos y sus productos, tal como en los ejemplos anteriores. Por eso es muy importante ser críticos con todo lo que nos ofrecen y más si se nos prometen soluciones instantáneas e inverosímiles. Si sopesamos toda la evidencia conocida, hacemos las preguntas correctas e ideamos los experimentos cuidadosamente, deberíamos ser capaces de detectar este tipo de engaños, porque la pseudociencia sigue ahí, esperando al incauto. Ya lo había advertido el gran científico y divulgador de la ciencia Carl Sagan: «La llama de la vela parpadea. Tiembla su pequeña fuente de luz. Aumenta la oscuridad. Los demonios empiezan a agitarse».
NOTAS
[1] Página con información sobre los lugares en donde se puede presentar una denuncia por el uso de aparatos de diagnóstico médico fraudulentos: http://201.147.97.102/DenunciaExt/.
[2] Blog personal del científico e investigador de la UNAM Luis Mochán con diversas entradas sobre el GT200. Disponible en: http://em.fis.unam.mx/blog/?find=gt200.
[3] Una explicación sencilla y concisa sobre los experimentos de doble ciego se puede encontrar en el capítulo «El sutil arte de detectar camelos», del libro El mundo y sus demonios de Carl Sagan.
Bibliografía
«Informe Anual sobre la Situación de Pobreza y Rezago Social», Michoacán, 2014. Disponible en: http://www.sedesol.gob.mx/work/models/SEDESOL/Informes_pobreza/2014/Estados/Michoacan.pdf, consultado el 10 de enero de 2016.
«Bioenergía y medicina cuántica: el fraude se disfraza de ciencia», Escéptica, 2011. Disponible en: http://esceptica.org/2011/12/15/bioenergia-y-medicina-cuantica-cuando-el-fraude-se-disfraza-de-ciencia/, consultado el 16 de enero de 2016.
«Does Quantum Resonance Spectrometry Work?», Neuroskeptic/Discover Magazine blog, 2015, en línea. Disponible en: http://blogs.discovermagazine.com/neuroskeptic/2015/01/31/quantum-resonance-spectrometry-work, consultado el 16 de enero de 2016.
Andrés Tonini, «ESPECIAL: El engaño del GT200 (y sus amigos) en México», en el blog La brújula de Lonjho, 2016. Disponible en: http://lonjhoentradas.blogspot.mx/2007/02/especial-el-fraude-del-gt200-en-mexico.html, consultado el 20 de enero de 2016.
Luis Mochán, Alejandro Ramírez Solís, «Effectiveness of the GT200 Molecular Detector: A Double-Blind Test», documento PDF, Cornell University Library, 2013. Disponible en: http://arxiv.org/pdf/1301.3971v1.pdf, consultado el 16 de enero de 2016.
«El sutil arte de detectar camelos», en Carl Sagan, El mundo y sus demonios: la ciencia como una luz en la obscuridad, 1a edición, traducción de Dolors Udina, Planeta, 2000, pp. 194-211.
- Bohannon, «A challenge to pseudoscience», documento PDF, en Science, 2014, 345(6192), p.16. Disponible en: http://em.fis.unam.mx/public/mochan/blog/20140709cfast.pdf, consultado el 22 de enero de 2016.
Lemus, J. (2016), «La Ouija del Diablo», Reporte Índigo (en línea). Disponible en: http://www.reporteindigo.com/reporte/mexico/la-ouija-del-diablo, consultado el 28 de enero de 2016.
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Juan Manuel Vázquez Verdín (Lázaro Cárdenas, Michoacán, 1990). Estudiante de física en la UNAM, le encantan la divulgación de la ciencia y la naturaleza. En sus ratos libres le gusta pintar, esculpir en plastilina y hacer mapas libres.