Tuesday, 26th June 2012

Mario Santiago Papasquiaro: el poeta escindido

Publicado el 24. jul, 2011 por en Academia

El infrarrealismo es una de las corrientes de moda para los jóvenes lectores, encantados por el lenguaje coloquial y una prosa fugaz. Eva Castañeda no habla de prosa infrarrealista, sino del poeta Mario Santiago Papasquiaro, el poeta escindido, y esto le sirve para demostrar una visión personal y fundamentada de la posmodernidad en México. 

 

Eva Castañeda Barrera

 

En el pantano de la normalidad
cuán áspero es salvar a un 1 solo nervio de verdadera lumbre
se tiran de La Quebrada los segundos / los minutos / las horas
los desastres disfrazados de milagro.

 

 Mario Santiago Papasquiaro

 

Mario Santiago Papasquiaro es el poeta infrarrealista por antonomasia: vive como escribe, es decir, poetiza sus vivencias. El primer verso del poema canónico del infrarrealismo, Consejos de un discípulo de Marx a un fanático de Heidegger [1], apunta su modo particular de aprehender la realidad: «el mundo se te da en fragmentos / en astillas». Es decir, para Papasquiaro la realidad  ha escindido al infinito y el poeta recoge los añicos para con ellos reconfigurar estéticamente el caos. El epígrafe de W.H. Auden que acompaña el poema es definitorio en tanto da muestra del desencanto: «También es hora de recordar que nada es bello, ni siquiera en poesía, que no es el caso» [2]. La ausencia o relativización de la belleza que plantea Auden y que recoge Mario Santiago ya había sido un tema debatido por otros poetas, tal es el caso de Baudelaire, para quien lo bello es inseparable de la moderni­dad, de la moda, de lo contingente [3].

Así entonces, fragmentación, caos y ausencia o relativización de la belleza son algunas de las características que signan la obra de Papasquiaro. En su poesía encontramos toda una galería existencial que va de lo sublime a lo grotesco, de lo culto a lo pedestre, de lo aparentemente trascendental a lo nimio. Todo ello lo recoge de la realidad. La escritura será su grito, pues a partir de ella configurará un universo perturbado que da cuenta de la época que le tocó vivir. Aristóteles afirmaba en su Poética que no es poeta el que compone versos, sino el que imita mediante el lenguaje. Esta imitación, que no es otra cosa que poiesis, será la clave para entender la visión particular del poeta: su forma de concebir el mundo, la poesía y el acto creativo. Encontramos que en la obra de Mario Santiago se hacen manifiestas muchas de las categorías que explican la posmodernidad; atendiendo a ellas es que abordaremos algunos aspectos de su obra.

 

 I.  Lo trivial, lo importante: todo vale lo mismo

Lipovetsky apunta que en el arte moderno se asimilan progresivamente todos los temas y materiales, se anulan las jerarquías y todo cobra el mismo valor. El filósofo alemán agrega también que asistimos a un proceso de desublimación[4] donde las acciones banales poseen el mismo peso de aquello que en algún momento fue trascendental. La desublimación fue utilizada como estrategia literaria por algunos autores de la segunda década del siglo XX:

En Joyce, Proust, Faulkner, ningún momen­to está privilegiado, todos los hechos valen lo mismo y son dig­nos de ser descritos; «quisiera que todo entrase en esa novela», decía Joyce sobre Ulises, la banalidad, lo insignificante, lo tri­vial [5].

Lo anterior pone de manifiesto que todo es materia prima de la literatura, ello era bien sabido por estos narradores que renovaron la novela incorporando elementos nuevos como el monólogo interior, la ruptura temporal, la ausencia de anécdota, la inserción de técnicas narrativas cinematográficas y la inclusión de elementos de la cotidianeidad, entre otras cosas. La inserción de estos elementos en la literatura dio cuenta en un primer momento de un hombre fragmentado, producto de una realidad y de un contexto complejo; pensemos, por ejemplo, en las consecuencias político-sociales y ónticas de la Primera Guerra Mundial. Si analizamos el contexto en que se dieron, estas estrategias cobran sentido, ya que evidencian una realidad problemática en la que todas las acciones humanas valen lo mismo: las jerarquías desaparecen y todo se trivializa. La crítica de Lipovetsky apunta hacia aquellos artistas que han imitado estas estrategias sin pasarlas por el tamiz de la reflexión, ignorando el peso de la historia, en tanto ésta ayuda a explicar la realidad factual.

Ahora bien, entre estos autores y Mario Santiago Papasquiaro median aproximadamente cincuenta años y muchas de las estrategias de la narrativa no son aplicables a la poesía, pues ambas son de naturalezas disímbolas. No obstante, encontramos un punto en común: la anulación de rangos respecto a las acciones humanas: lo trivial y lo importante poseen el mismo valor; además la conciencia que separa a unos acontecimientos de otros es prácticamente nula. Mario Santiago da cuenta de lo arriba señalado en el poema «Ya lejos de la carretera»:

Unos pantalones mugrosos & la muerte en el pecho

¡Órale!

Nos vemos ahí en el muro

/pasando el vado/

los vientos cristalizándose a la izquierda

las aletas del polvo : tus aletas

1 oasis arponeándonos lo seco

En la hija de tu ojo / el cementerio

: Mezcalito echando flores :

La tierra & su contrario : venados silenciosos como ruidos en sus bodas

No deberías ir / pero deberías ir

Todo cabe en una misma escena, todo posee el mismo valor: unos pantalones mugrosos y la muerte en el pecho son la misma cosa. Todo se fusiona para dar cuenta de una realidad inconexa. Las imágenes son visualmente poderosas en tanto crean un todo fragmentado; hay en esto, como señala Lipovetsky, una esquizofrenia deliberada.

 

II. Mi único evangelio: el Apocalipsis

Nietzsche apuntaba que el nihilismo es uno de los rasgos principales de la decadencia: «Toda nuestra cultura europea se orienta, desde hace tiempo, en medio de una torturada tensión que aumenta década tras década, hacia algo muy parecido a la catástrofe». Esta actitud, según el filósofo alemán, es la plena convicción de que la existencia es absolutamente insoportable, producto de valores falsos creados por la cultura occidental. A esta crítica se suma Ernst Fischer en El arte y el capitalismo. Alienación y fragmentariedad, donde, además de retomar conceptos nietzscheanos, advierte que el nihilismo es consecuencia del capitalismo enajenante y plantea la importancia de una conciencia histórica y social para hacer frente a la catástrofe.

Así entonces, el problema ha sido planteado y revisado desde diferentes aristas: la filosofía, la sociología, la teología, etc. Hasta ahora cada una de ellas ha abordado el tema desde sus herramientas epistemológicas, aportando luces sobre un fenómeno que marcó al siglo xx y con mayor fuerza ha repercutido en el siglo xxi. Pero, ¿cómo se ha expresado el nihilismo desde la literatura, más específicamente desde la poesía? Sin duda han sido muchas las manifestaciones que a través de la ironía o mediante la burla han subvertido el significado de las palabras y en muchos casos de la realidad, esto sin anular el tono de desencanto o escepticismo. Aquí un fragmento del poema «Canción implacable»:

Me cago en Dios

& en todos sus muertos

Me cago en la hostia

& en el coñito de la virgen

Me cago en los muertos del Dios de Dios

en la soberbia de Federico Nietzsche

en el cuerpo tembloroso de mi alma

& en las ortigas al aire del ateo

en la muerte prematura de los justos

en la fugacidad del coito y sus centellas

[…]

En las ingles sin axilas de Dios-inventamuertos

en el suave & múltiple rumor que hacen 2 lágrimas

: en el mar : en sus desiertos :

& en mí mismo

«Canción implacable» pone de manifiesto a un sujeto desencantado, incrédulo de todo, vencido de sí mismo. La voz lírica nada propone porque no le interesa, el poema es ente sentido una declaración de hartazgo y, como señala Carlos Fajardo, ya no se desengaña con un nihilismo combativo, se alimenta de su pasiva espectacularidad. El sujeto poético funda su realidad a través de un sentimiento de pérdida, la expresa mediante un léxico sencillo que trasluce la burla a los grandes símbolos, ya sea de la religión, Dios, o de la filosofía, Nietszche,  y, por último, la casi anulación de sí mismo.

En suma, La poesía tiene una voz propia que da cuenta, a su manera, del acontecer humano, aunque también corre el riesgo de permanecer muda o resignada ante el desastre. Aquella voz fuerte puede ser permisiva con el sinsentido:

He aquí su contradictoria tragedia: por una parte, todavía hace escuchar su grandeza como interrogadora, imaginativa y fundadora de realidades; por otra, se constituye en cenicienta fáctica para las leyes de una irracionalidad atroz. Entre la subversión y la conciliación colaboracionista vive su drama. Entre su condición de fiera crítica y una timidez flaca, seducida por el mundo del mercado, ella fluctúa [6].

La cita ya apuntada dirige una mirada crítica a una realidad insoslayable, aquella que apunta al silencio o complicidad de la poesía frente a aquello que debiera nombrar enérgicamente. En este sentido y como bien señala Ernst Fischer, la poesía tampoco está exenta del vacío.

 

III. Tradición, vanguardia, modernidad igual a Posmodernidad

Uno de los movimientos literarios que más influenció al infrarrealismo y, en consecuencia, a Mario Santiago fue el estridentismo; la vanguardia mexicana fue acogida por los infrarrealistas como uno de sus estandartes. Sin embargo, entre ambos movimientos median casi 50 años, –el estridentismo aparece en 1922 y el infrarrealismo en 1974–. Para la década de los setentas el escenario social, político y económico en México era otro. Traer a cuento recursos de la vanguardia no era algo novedoso. Daniel Bell en «La vanguardia fosilizada» [7] señala la inoperancia y casi estatismo en la que ésta cayó al ser repetida, abusada y saqueada hasta el cansancio.

Así entonces, muchos de los recursos formales que emplea Mario Santiago en su poesía son herencia de la vanguardia: elisión de los signos de puntuación, sustitución de letras por números, inserción de diagonales u otros símbolos, uso de neologismos, fragmentariedad, relaciones inconexas, entre otras. Formalmente, no cabe hablar de novedad, la concepción del poeta respecto a la poesía se hace evidente a lo largo de toda su obra: llevar al límite a las palabras y, en muchos casos, dejar que éstas se derrumben para no decir nada. En este sentido, el poema tiende a caer en el hermetismo; su lenguaje críptico dificulta una cabal comprensión del texto. Respecto a esta experimentación posvanguardia, muchos estudiosos han apuntado severas críticas:

En tiempos de crisis y relajación vanguardista, la poesía posmoderna parece caminar hacia una búsqueda demasiada ambivalente, donde su compromiso con las ideas de exploración e indagación naufragan sobre una superficialidad extravagante y sin resultados altamente estéticos. Si es cierto que se agotaron las vanguardias, sus conceptos de cambio, su ideología de ruptura y heroísmo histórico, si entramos a un tiempo donde los conceptos de trascendencia, sublimidad, autenticidad, originalidad, monumentalidad e individualidad creadora, tan importantes en la edificación de las estéticas y poéticas modernas, se han desgastado, también es cierto que esta relajación de las vanguardias ha posibilitado el surgimiento de nuevas categorías estéticas desde las cuales se construyen hoy por hoy algunas obras [8].

El surgimiento de nuevas categorías estéticas y, en consecuencia, de nuevas obras es un fenómeno cada vez más común. Lipovetsky apunta que ya no se trata de crear un nuevo estilo, sino de incluir todos los estilos. Entonces, el papel de la tradición se vuelve ambiguo, ya que el arte moderno aparece como una tradición entre otras. La no destrucción de las formas tradicionales y el surgimiento de nuevas formas crean una coexistencia de estilos y formas.

Esta coexistencia de formas está presente en la poesía de Mario Santiago Papasquiaro, que da cuenta de un momento seminal en las letras mexicanas. Si bien su obra puede ser perfectamente bien ubicada en ciertas categorías de la posmodernidad, también es cierto que ello nos obliga a preguntarnos hasta dónde cabe hablar de posmodernidad en México o en América Latina; sin embargo, creemos que ello entraña un trabajo que de ninguna manera apodemos abarcar en este lugar. De cualquier forma, sí encontramos la presencia de huellas posmodernas en su obra.

Por último, encuentro importante insistir en la necesidad de entender y atender a los cambios profundos que se están operando en la poesía actual. Resulta anacrónico y hasta inútil acercarnos a un nuevo fenómeno con los viejos esquemas «de la modernidad triunfante», imposible también abordarla con teorías literarias tradicionales. Estos cambios nos impelen a hacer un análisis que dé cuenta de varias características del arte contemporáneo: heterogeneidad, pluralidad, discontinuidad, simultaneidad, bricolage, inestabilidad, dispersión, imprecisión, lo contingente, indecibilidad, lo arbitrario, entre otras, las cuales conectan con otras visiones sobre el mundo y diversifican su estudio [9].

Como parte de la comprensión de estos cambios en el arte contemporáneo, creo que también debe sobreponerse una conciencia clara y firme de que la poesía y el arte en general deben mantenerse al margen de la superficialidad, el nihilismo y la relajación acrítica. Para ello, me atengo a las palabras de Ezra Pound, quien afirmaba que el artista debe ser la conciencia de su época.

 

 

[*] Esta ponencia fue leída originalmente en el coloquio «Literatura y Posmodernidad», celebrado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM el 25 y 26 de octubre de 2010.

 

NOTAS

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[1] Papasquiaro Mario Santiago, Jeta de Santo, Madrid, Fondo de Cultura Económica: 2008, p. 249.

[2] Idem.

[3] Sobre Baudelaire y la modernidad, ver H. R. Jauss, Pour une esthétique de la réception, Gallimard, 1978, pp. 197-209.

[4] El proceso de desublimación tal como se entiende aquí no corres­ponde al sentido que le da H. Marcuse. En el Hombre unidimensional (Ed. du Minuit, 1968), la desublimación designa la integración de los contenidos oposicionales de la cultura superior en lo cotidiano, la asimila­ción y la banalización de las obras por una sociedad que difunde a gran escala las obras más altas: la liquidación de una cultura distanciada de lo real procede de la sociedad del drugstore, de la tele, del microsurco. En realidad la desublimación se puso en marcha un siglo antes.

[5] Lipovetsky, Gilles, “Modernismo y posmodernismo”, en La era del vacío, Anagrama, Barcelona, 1986.

[6] Fajardo, Carlos, “Poesía y posmodernidad. Algunas tendencias y contextos” (a propósito del XI Festival de Poesía de Medellín Colombia, 2001), en http://www.ucm.es/info/especulo/numero13/cfajardo.html.

[7] Bell, Daniel, “La vanguardia fosilizada”, en Vuelta, núm. 127, México, junio de 1987.

[8] Fajardo, Carlos, op. cit.

[9] Idem.

 

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Eva Castañeda Barrera (Ciudad de Méxic0, 1981) es Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente termina la Maestría en Letras en la misma Universidad. Ha publicado poemas en diversos medios electrónicos e impresos. Es Asistente del consejo editorial del Periódico de Poesía donde ha publicado poemas y reseñas, articulos y entrevistas. Además ha sido incluida en la antologías Poesía al armar, (La 7 llave / CONACULTA – INBA) y Canto de Sirenas. Compilación iberoamericana de poesía femenina 2010, (Cascada de palabras /Cartonera 2010) y Grito de mujer. Poesía rebelde, (Cascada de Palabras/Cartonera, 2011).

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