Querida academia abismal

Un selecto grupo de estudiosos es entrevistado sobre su ambigua relación con la academia de las ciencias sociales y las humanidades.

 

 

 

Jesús Pérez Caballero

 

 

1. «No sé quién escribió que el Ulises de Joyce fue una bomba atómica para la literatura. Quizá Martin Amis. O tal vez la bomba atómica fuese La metamorfosis de Kafka. Pero sí sé que la lectura de El secreto de la fama (Gabriel Zaid, 2009) fue una bomba atómica para mis ideas sobre la academia. Cuando acabé su lectura, escondí el libro. No quería volver a verlo. Me había sacado el esqueleto por la boca y convertido el cerebro en un reproche de acero a mi vida anterior. Al día siguiente dimití de mi puesto de profesor en la Facultad de Humanidades. Me quedaban dos días para jubilarme, pero creo en los gestos simbólicos».

Jaime Praga Arcángel (24 de enero de 1949-31 de diciembre de 2009). Humanista. Fundador de la Asociación Civil «Literatura + Vosotros = Nosotros». Postulante perpetuo a un puesto en la Academia Mexicana de la Historia. Tras su muerte, se encontró un cajón con cartas que esa institución le había mandado, durante veinte años, rechazando su entrada por falta de méritos.

2. «Antes de contar cómo aprendí a cabalgar esta Real Academia y qué hice para llegar a (y conservar) la presidencia, creo que es necesario señalar un par de cosas sobre la diferenciación entre las Reales Academias y las otras Academias. En las Reales Academias hay dinero. Las botellas son de cristal, jamás encontrará una de plástico. A las fiestas viene el rey. Las revistas tienen un mayor cuidado. Todos los que son miembros están indexados en, como mínimo, cien revistas distintas, de medio mundo. Sobre las otras Academias, simplemente, los reales académicos no podemos responder. Las apreciamos, pero, ¿cómo decirlo sin herirlos? Son puntitos enterrados bajo tierra».

Felipe Reyes Reyes (21 de mayo de 1938-actualidad). Por orden alfabético: artista, científico, escritor, filólogo, lingüista, periodista, profesor, tratadista y, como a él le gusta resaltar, cazador y pescador. Presidente de la Real Academia de Ciencias, Artes y Humanidades durante diez años. En el homenaje a su último día de presidencia, reconoció haber llorado por primera vez en su vida al ceder el testigo a Xavier Mensch Escolar.

3. «Ya que usted ha venido hasta aquí, le seré sincero. Porque he de decirle que me parece loable que se haya acercado a mi cabaña. No sé si en este bosque hay lobos, pero sí que puede uno perderse.

«Donde sí había bestias era en mi universidad. En mi opinión, y a grandes rasgos, la academia es la institución piramidal por la que transita el académico. Esa institución toma usualmente la forma de una universidad. Allí dentro, los académicos se sirven café. O se los sirve el becario. Allí también aprueban presupuestos. Discuten vanamente sobre planes de estudios. Establecen criterios objetivos para seleccionar a candidatos. No nos engañemos: hurtan o regalan plazas. Otras veces, la institución muta en una ACADEMIA, en mayúsculas, que es el cielo al que van los académicos universitarios en vida. Allí, muertos, discuten sobre ideas platónicas sin ninguna aplicación para el hombre común».

Cándido Kaczynski Robles (21 de julio de 1981-21 de julio de 2014). Licenciado en Ciencias Políticas y Filosofía. Hijo de emigrantes polacos, pasó una infancia feliz, según cuentan sus padres. Pero para Leonardo Sciascia, eso asegura una adultez triste, lo que se confirmó años después. Abruptamente, abandonó su doctorado, aunque antes registró el título de su tesis: La estética como réplica a las instituciones políticas. Se retiró con el dinero de su beca a una cabaña y pasó unos años de retiro. A los 33 años se colgó de un manzano que él mismo había plantado.

4. «Al académico, sea europeo, iberoamericano, chino o antártico, se le exige rigor. Debería cultivar un trasfondo intelectual, que más o menos reconocerá cualquier otro académico y que los ciudadanos valorarán a poco que se les dé algún detalle. Sobre todo, el rigor intelectual es la guinda estética a lo que se espera de una institución, como la académica, que no siempre prioriza el saber y la belleza. Aun así, paradójicamente, para hacer carrera en la academia no es necesario ser un pensador riguroso, ni saber mucho, ni siquiera apreciar la belleza. Como no va a citar mi nombre, le diré que un ejemplo es uno de mis superiores, el señor Fox. Él supo los recovecos donde esperar agazapado una oportunidad (beca, puesto de trabajo, etc.) e ingresar en la institución de manera estable. Esos huecos se los proporcionó tu tutor, con quien hizo un pacto no escrito para medrar conjuntamente. Primero, como paje. Luego, como escudero. Después, como caballero a la par. Finalmente, por libre. Los valores que rigen la academia son la fidelidad, el oportunismo o la fortaleza con la que defender las parcelas de poder ganadas. Se fomenta un pensamiento táctico y estratégico, similar al militar. La gestión del conocimiento no se diferencia mucho de otras instituciones burocráticas que se encargan de administrar otros campos. Voluntad sin calidad».

Anónima. Sí me permitió escribir que era una mujer más alta que la media y a nuestra cita acudió vestida de negro.

5. «Si tuviera que explicar brevemente qué es el pensamiento académico, diría que trata al texto sin verlo, como un receptáculo transparente. En él no sólo cuentan los conceptos apropiados y las idea argumentadas, sino los resultados que tendrá publicar papers, capítulos en obras colectivas, recensiones. Los artículos se convierten en textos inquietos, que se trocean, se rehacen, quedan obsoletos, se refutan o se olvidan sin ser citados jamás. Las citas son una puerta, tras una puerta, tras una puerta, que como las piedras de Pulgarcito, conducen a la verdadera razón de ser del pensamiento académico: que conozcan tu deseo de obtener poder en la academia o de defender el obtenido».

Aristóteles Lozano Victoria (9 de octubre de 1979-actualidad). Doctor en Sociología y profesor de universidad, ha dedicado su labor científica al estudio de la opinión pública y su influencia en las políticas de seguridad. Casado, tiene dos hijas y ama Japón, a donde viaja, como mínimo, dos veces al año.

6. «Pero, ¿qué sucede cuando hay sujetos que caen en la rueda de eso que llaman el pensamiento académico? Un compañero, tras finalizar la licenciatura, se matriculó en una maestría de Estudios Germánicos. Empezó contento, porque se le permitía ordenar sus conocimientos y tenía acceso a la bibliografía sobre cine fantástico alemán, su obsesión. Pero, ya maestro y optando a doctor, acabó derrotado. Por ejemplo, decía que sus maestros se preocupaban más de cómo citaba que de lo citado mismo. Dejó los estudios, y también la ciudad. Le perdí la pista durante años. Entonces, lo encontré un día. Yo ya había acabado mi doctorado. “Así que pudiste aguantar”, me dijo, entre divertido y misterioso. Luego añadió: “Yo me sentía como esas mariposas con un alfiler clavado”. Sé de qué hablaba mi amigo, porque todos los que hemos estado en otros ámbitos laborales y hemos acabado en el académico por casualidad, o por un deseo idealista de saber, sin pasar por la academia desde jóvenes, nos hemos sentido aterrados por lo que pueden esas instituciones. “El pensamiento académico es un chicle”, me dijo ese amigo antes de despedirse. Sí, es cierto que puede parecer un chicle que se pega a cada palabra. ¿Cómo? ¿Quiere conocer a mi amigo? No se lo recomiendo. Está en un manicomio. Espere, busco la dirección».

Ernesto Franco Hazard (20 de diciembre de 1971-actualidad). Profesor asociado de Historia en la Universidad del Rosario (Argentina). Profesor visitante en una decena de universidades y miembro de la Academia Hispanoamericana de Ciencias Sociales y Humanidades. Su línea de investigación es, según su currículum (actualizado a 18 de octubre de 2014), «la influencia de los movimientos revolucionarios en la vida cotidiana, ¿mito o realidad?»

7. «¿El pensamiento académico? Ah, él es el guardián de mis palabras. Cada una de ellas le pide permiso para ser. ¡Oh!, las marca con una argolla como requisito para ser pensadas.

«Cómo he llegado a esto, no lo sé. Él me obliga a concebir cualquier acto en el mundo material como corolario de la fusión con mis pensamientos, como imágenes separadas que se me ofrecen para ser traducidas a mi vida. Si existen, es para posicionarse respecto a él, para negarse si se le oponen o para confirmar mis pensamientos si le apoyan. ¿Un chicle? ¿Dije yo eso? No es un chicle, es brea ardiente.

«A veces ocurría que mi mente vagaba hasta que me imaginaba en otras situaciones. Sentía que un proyecto podía extenderse y sopesaba cómo podría cambiar mi vida. Pero cuando quería empezar a desarrollarlo, él lo reducía a una nota al pie. Esta reducción, esférica, mascada por él, contenía toda una vida, como la semilla al árbol. Pero me hacía considerar en idéntico plano la sugerencia de tal vida y su desarrollo; era un argumento tanto para la inactividad (todo llevaba a lo mismo: aniquilación y él, pensamiento académico, devorando), como para la acción (todo era lo mismo: gratuidad y él, pensamiento académico, tomando la forma de la circularidad de la nota el pie)».

Pablo Lagos Foscos (2 de enero de 1971-¿14 de febrero de 2014?). Según sus padres, estaba obsesionado con todo lo alemán. Políglota autodidacta y doctorando, entró en un manicomio tras varios episodios de depresión. Se cree que saltó por la ventana el día de los enamorados de 2014, pero nadie encontró su cadáver. Él mismo, o alguien, se llevó sus libros de su habitación.

8. «Sin embargo, aprendí a entender lo académico como un trabajo más. Algo que debía hacer si quería reservarme un espacio en un lugar socialmente respetado. Una institución ayuda a invertir en un campo del saber abandonado o asistirá, estoy seguro, a un futuro científico genial cada década. Como los gigantes, las instituciones no son malas de la mañana a la noche. En algún momento se enternecen.

«Igualmente, el académico transmite contenido valioso y señala, como susurrante, la grasa de muchos textos que debe ser eliminada. Me agrada que ceñirse a los lineamientos de un texto académico mate la poesía que creen llevar quienes escriben. También está bien que determinados sujetos tengan una jerga que no tiene que ver con pautas sociales, sino exclusivamente intelectuales. Y es entrañable la cercanía con la que los académicos tratan a sus textos. Los cuidan, los referencian. Como los monjes que ante la tormenta y las goteras, o ante la entrada inminente de los bárbaros, cuidaban de la traducción de la Biblia, por una reserva superior a ellos mismos. Una revisión por pares (peer review) es la culminación de esa simpatía. Pueden pasar meses, pero el texto enviado es recibido por alguien desinteresado que corrige al anónimo. Ese anónimo toma forma en el que escribió el artículo, que lo corrige y mejora».

Xavier Mensch Escolar (12 de agosto de 1958-actualidad). Presidente de la Real Academia de Ciencias, Artes y Humanidades. En los primeros años de su mandato, se ha caracterizado por abrir la Academia a la empresa privada, con la figura de los «empresarios filoacadémicos» o figuras prominentes del mundo de los negocios que participan en pie de igualdad en actos académicos, previo compromiso de invertir en las instituciones y universidades seleccionadas.

9. «¿Que hable de la academia? Algo de ello conozco. Mi padre estuvo en una de ellas, era catedrático de Antropología Jurídica. Él dice que le costó sangre y dinero a partes iguales, pero que era necesario mantener un orden en el saber y que él se sentía un guía. Era amable y dialogante, sin menospreciar a quienes no eran académicos, pero con cierta soberbia indisimulada. Mi hijo seguirá su camino. Se llevan muy bien entre ellos. Eso es lo que más me atraía de las reuniones entre académicos, su camaradería, transgeneracional, interracial. Se odiaban, por supuesto, y se envidiaban, sin ninguna duda. Pero cuando hablaban de su institución y señalaban a sus rivales (y su rival puede ser cualquiera que no esté en la institución), se hacían una sola voz.

«A mí nunca se me desarrolló nada de eso. Quizá porque soy un extremista. Prefiero la subjetividad extrema de la poesía y la objetividad extrema de la ciencia. En cambio, las ciencias sociales y las humanidades me parecen los hermanos educados y esnobs de la poesía y las ciencias exactas. Hermanos altos, fuertes, encantadores, buenos conversadores, pero estables, conservadores, aburridos. Son unos valores que… Serían algo así como… No sé cómo explicarlo. ¿Me permite que cite un poema que resume lo que pienso? ¿Sí? Se lo agradezco:

 

A Roberto Bolaño, q.e.p.d.:

Si no hubieras muerto,

te habrían nombrado Doctor Honoris Causa de algo.

 

Roberto Ferrer Fuster (28 de abril de 1953-actualidad). Poeta, periodista y divulgador científico. Su último libro se titula Querida academia abismal. Ocho conversaciones con académicos triunfantes o frustrados.

 

 

 

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Jesús Pérez Caballero (1981, Gandía, España) es doctor en Seguridad Internacional, escritor y periodista. Reside en Guadalajara (Jalisco, México). Por citar uno de sus ensayos: Frontera d. Por citar una de sus ficciones: Palabras Malditas. Correo electrónico: nessoneuman@gmail.com

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Posted by Revista Cuadrivio

Revista de crítica, creación y divulgación de la ciencia

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