Tuesday, 12th August 2014

«Los ingrávidos», de Valeria Luiselli

Publicado el 29. abr, 2012 por en Libros, Zoo

Los Ingrávidos, Valeria Luiselli, Sexto Piso, 2011.

Ya he notado, caballeros, que mi personaje sólo tiene Ojos y memoria; aun recordando sólo sabe ver.

Gilberto Owen, Novela como nube.

 

 

Rolando Ramiro Vázquez Mendoza

 

 

Un libro puede estar poblado por múltiples cosmovisiones dispuestas en una lógica que responda según la intención del texto y el autor. Es la puesta en escena de un mundo que manifiesta alguna circunstancia, alguna inquietud o, incluso, un capricho, y para poder formar parte de esa experiencia que se desvela es necesario abrirle la puerta a la lectura.

Escribir es dibujar y desdibujar, borrar, inventar y reinventar. Diría la misma Luiselli en Papeles Falsos: «es hacer relingos». Es, a fin de cuentas, imaginar; y este imaginar es el que potencia la escritura por espacios y tiempos sumamente diversos. En Los ingrávidos, es posible leer la construcción de un mundo sobre otro ya existente en distintos niveles narrativos. El libro es uno que aparenta ser muchas cosas: notas, autobiografía, novela, cuentos cortos. Es un juego con el lenguaje y su disposición. También es una red de metro donde cada estación es una historia distinta y muchas veces transitamos por una misma línea y volvemos a pasar por la misma estación, para convertirse inmediatamente en un recuerdo. Así llegamos a lo que considero uno de los ejes fundamentales de la novela: la memoria. Valeria Luiselli se ancla a este recurso para hablar de algo que sí sucedió, imaginó o bien, recordó. La narradora y personaje, una mujer que vive con sus dos hijos y su marido, se dedica a escribir una novela sobre sí misma en el momento de la enunciación y de su pasado, un recuerdo a veces borroso y confuso de su estancia en Nueva York, aquella ciudad que resguarda en sus entrañas parte de «la raza más inconmovible del planeta.»

Tras el paulatino avance de la lectura nos estrecha una confianza con el yo narrativo, un yo que cuenta desde la experiencia, desde el sufrimiento y el placer. También, hay algo que caracteriza al texto y por lo que considero que la mejor forma de enfrentarlo y entenderlo es con la lectura misma.

Primero, el terreno creado por Luiselli se vuelve una constante imbricación de encuadres, de recuerdos, de espacios y tiempos. Una de las características que dignifican la novela es que, toda ella, se erige como un experimento narratológico, pues provoca que, en los niveles existentes entre el yo narrador y el yo narrado, la construcción de esa voz y del personaje se aligere paulatinamente. De esta forma, si partimos de la construcción y planteamiento de los personajes, la historia y el devenir de todos éstos responden a la lógica del texto que desde el título nos da la bienvenida: la ingravidez o, en palabras de su autora, el afantasmamiento[1].

«Si te dedicas a escribir novelas, te dedicas a doblar el tiempo» reza un fragmento de Los ingrávidos. Y, efectivamente, eso es lo que hace Luiselli en todo momento. Dobla tiempos y espacios, cuyos dobleces muchas veces se entrecruzan. Y no sólo eso, también se doblan realidades o, en otras palabras, niveles narrativos. Tenemos a Valeria Luiselli, la autora, que escribe sobre una mujer, narradora-personaje de la novela, que escribe sobre ella misma, la del momento de enunciación y cuando tenía las piernas largas, fuertes y  flacas y trabajaba como editora en una ciudad donde también, anteriormente, vivió Gilberto Owen. Éste, a su vez, materializado lentamente y como una extensión de quien cuenta la historia, inicia la narración de otra sobre su vida en Filadelfia, ya gordo y con tetas, mientras recuerda cuando era joven y convivía con García Lorca, en tanto que pensaba en una mujer que escribía sobre ella misma. Todo en un mundo caótico que encuentra su orden sobre la hoja de papel.

Todo empezó en otra ciudad y en otra vida, anterior a ésta de ahora pero posterior a aquélla. Por eso no puedo escribir esta historia como yo quisiera –como si todavía estuviera ahí y fuera sólo esa otra persona. Me cuesta hablar de calles y de caras como si aún las recorriera todos los días. No encuentro los tiempos verbales precisos.

Desde otro punto de vista, la autora nos presenta un texto que puede ser muchas cosas. Es este rompimiento de fronteras, de límites, de categorías a veces innecesarias, el que determinará la novela. Pensemos, por ejemplo, en el trabajo de la narradora-personaje. Recopila una serie de notas sobre Gilberto Owen y después, en un trabajo cómplice con Luiselli –que no narradora–, el poeta toma cuerpo y forma –que perderá con el avance de la lectura– en situaciones que nacen de una pluma imaginativa. Es la narradora, quien escribe algo parecido a una autobiografía. Es ella y no es ella. En un fragmento dice: «Mi marido lee algunos de estos párrafos y me pregunta quién es Moby. Nadie, le digo, Moby es un personaje.»

La novela que nos presenta Luiselli es una propuesta interesante de lectura para entender los mundos de los que nos habla. Finalmente, el texto exprimió los recursos necesarios para contar las historias que pretendía contar y de la forma en la que se requería. A diferencia de su título o de sus personajes afantasmados, Los ingrávidos es una mezcla de fronteras que irá ganando peso con cada relectura e interpretación que hagan sus lectores.


NOTA


[1] Jorge Vázquez Ángeles. “Entrevista a Valeria Luiselli” en Lee+, Septiembre 2011, Año 03, Número 29, p. 14.

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Rolando Ramiro Vázquez Mendoza (Ciudad de México, 1990) estudia Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM y ha colaborado en Palabras Malditas Cuadrivio.

 

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