Reflexiones en torno a la crisis en Gaza

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No son pocos los conflictos que han delineado la historia reciente de la Franja de Gaza. ¿Cuál es el origen de los últimos acontecimientos? ¿Qué papel juega cada nación implicada en este contexto? Moisés Garduño elabora una minuciosa radiografía del momento político y social que vive esta región del mundo, al tiempo que analiza críticamente cuál ha sido la respuesta internacional ante el terrible conflicto que enfrentan sus habitantes, y que parece no tener fin.

 

 

Moisés Garduño García

 

¿Qué puede hacer una persona en Gaza cuando le avisan por medio de un misil proveniente de un F16 que dentro de un minuto caerá otro cohete más sofisticado, más fuerte y más puntual? ¿Hacia dónde correr si las fronteras terrestres y los espacios aéreo y marítimo están controlados por la Potencia Ocupante? ¿De qué estamos hablando cuando vemos en los medios alternativos imágenes abominables de niños en pedazos y calles manchadas de sangre? ¿Ese debe ser el costo de la seguridad? ¿Dónde está la seguridad humana, la del Sujeto?

 

La crisis en Gaza tras la operación «Protective Edge»

Gaza es una de las zonas con las tasas más altas de densidad demográfica en el mundo donde vive cerca de millón y medio de personas en poco más de 360 kilómetros. Gaza está en un contexto de ocupación y de bloqueo económico que ha llevado a decir a la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados que este lugar puede ser inhabitable para el año 2020 si la situación persiste como hasta ahora.

Si a estos datos le agregamos que la reciente intervención militar israelí ha matado a más de 1 348 personas, donde el 85% han sido civiles, con datos del Palestinian Centre for Human Righs, entonces estaremos viendo que la cuestión humanitaria es el factor que resulta más afectado por las políticas de seguridad originadas por los actores armados, pero que ciertamente es sólo uno de esos actores, Israel, el que tiene las responsabilidades más grandes de velar por la seguridad de las personas del territorio que tiene en su jurisdicción como Potencia Ocupante.

No obstante lo anterior, es claro que Israel ha evadido sus responsabilidades jurídicas al bombardear barrios enteros como Jaza’a en la ciudad de Jan Yunis, en el sur, y Sha’aiya, en el norte de la Franja, con la excusa de detonar los túneles con los que supuestamente Hamás ingresa a territorio israelí para planear actos terroristas.

Más que cuidar a los civiles y velar por la seguridad humana, hay testimonios desde Gaza que enuncian una labor de terrorismo y acoso psicológico al recibir llamadas telefónicas del ejército israelí o los agentes de inteligencia, en un perfecto árabe, que saben los nombres de quienes viven ahí, para decirles que evacuen de inmediato. No van por Hamás, sino que tienen el objetivo de que las personas huyan a cualquier lado.

Durante los primeros días del reinicio de la hostilidades, Ilan Pappé, activista y profesor israelí, conocido por su posición en contra de la colonización sionista en Palestina, escribió en su muro de Facebook las últimas noticias de aquel día 11 de julio de 2014 donde citaba las palabras de la doctora Mona Qasim Alfarra, profesional quien dirige uno de los pocos hospitales en Gaza, denunciando el bombardeo israelí de manera indiscriminada y cómo se bloqueaba cualquier intento de subsanar la falta de material de curación y medicamentos.

Al tiempo de escribir estas líneas, tras la violación de más de 60 resoluciones de la ONU por parte de Israel, la reciente intervención a Gaza está dejando cerca de 1 440 víctimas, 7 000 heridos, 130 escuelas dañadas, 22 centros de salud destruidos, 400 000 personas desplazadas (un cuarto de la población total) y cerca de 200 000 niños con necesidades de apoyo psicológico, esto de acuerdo con los datos que aporta la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA por sus siglas en inglés).

 

¿Qué puede haber detrás?

El contexto de esta situación incluye varios factores internacionales, por supuesto, siendo un interés particular para Tel Aviv el potencial acumulado por Hamás desde la última intervención armada, así como el objetivo de demostrar al mundo el potencial bélico que tiene su ejército para intimidar enemigos regionales, y a la vez reactivar el mercado de las armas y municiones de algunas empresas estadounidenses. Obviamente, hay más intereses financieros y comerciales de por medio en otros rubros ajenos al militar, motivos por los cuales a Occidente le cuesta mucho trabajo criticar el uso desproporcionado de la fuerza por parte de Israel.

Pero un elemento donde me quisiera detener es el interés de Israel por desmantelar el acuerdo de unidad del 23 de abril de 2014 entre las dos principales entidades políticas palestinas, Hamás y Al-Fatah, el cual nunca fue visto con buenos ojos por Netanyahu. Como había sido presentado, este acuerdo constituiría esa pequeña semilla de unidad palestina que la sociedad clamaba en el lenguaje contestatario en Cisjordania, en el marco de las revoluciones árabes en 2012, cuando en las calles de Ramallah se escuchaban cantos como: «el pueblo (palestino) quiere el fin de la división».

De hecho, un mes después de que el acuerdo antes citado cuajara en un gabinete de tecnócratas que recibió el apoyo retórico de Estados Unidos, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, la noticia de los tres jóvenes israelíes que fueron secuestrados y asesinados en Cisjordania salió a la luz, a lo que Israel reaccionó culpando a Hamás, detonando los ataques que hoy se mantienen lamentablemente y que siguieron alimentando una campaña de odio social entre la población de ambas sociedades, como aquella del 26 de julio de 2014, donde se pudieron escuchar en las calles de Tel Aviv diversos cantos que clamaban frases como «mañana no hay escuela porque ya no quedan más niños en Gaza», «muerte a todos los árabes» según reportan videos en la plataforma YouTube.[i]

 

¿Por qué ataca Israel a los civiles?

La versión del Medio Oriente para Occidente está en los modelos económicos que hay en Dubai y Tel Aviv. Cuando uno mira la lista de productos israelíes comercializados con el código 729 en la página del BDS uno entiende muchas cosas. Es el capitalismo lo que está en juego, ni siquiera es sólo la elite de Netanyahu y el sector militar israelí los que asesinan para sobrevivir, sino también hay que pensar en los intereses de Wall Street, en las calles más caras del mundo, en el sector energético, en las tiendas comerciales, en las trasnacionales y en toda una red de puestos estratégicos de poder. Israel y su lobby son un actor fundamental para el andamiaje capitalista actual, y por ese sistema algunas familias se enriquecen –el 1%, reclaman los estadounidenses indignados–, pero son las suficientes para acumular recursos, armas, poder, nexos, canales de televisión y toda una infraestructura que asfixia no sólo a los palestinos, sino a todos nosotros de una u otra forma.

 

¿Hamás usa escudos humanos?

No. El 8 de julio de 2014 un portavoz de Hamás de nombre Sami Abu Zuhri explicó públicamente por qué la gente salía a sus casas a enfrentar los aviones israelíes al decir que la gente salía a los techos de sus casas para protegerlas con su cuerpo, lo cual había sido efectivo a lo largo de la resistencia palestina. Aunque Zuhri jamás mencionó que fueran escudos humanos del ala militar de Hamás, la cadena de videos MEMRI (simpatizante de Israel) publicó las declaraciones de Zuhri totalmente distorsionadas para que el espectador creyera que el islamista daba por bueno el uso de escudos humanos como estrategia defensiva, término que, de hecho, jamás utilizó el militante de Hamás.[ii]

Es menester recordar aquí que el cuerpo ha sido una herramienta de resistencia muy efectiva contra la ocupación israelí a lo largo de la historia, tal como lo han demostrado diversas estrategias como las huelgas de hambre. De hecho, cubrir las casas con el cuerpo es un recurso ejecutado por la colectividad palestina y por muchas otras en el mundo en manifestaciones y mítines (en forma de cinturones, por ejemplo) y no un recurso ejecutado por órdenes de Hamás o cualquier otra organización de base islamista. De hecho, como publicaba en otro comentario al respecto, es preciso definir muy bien que Hamás y organizaciones similares tienen sus propios métodos de resistencia corporal a través del martirio ideológico y con blancos militares que de ninguna manera se relacionan con el concepto «escudo humano», como la ha querido presentar Israel. Hay que diferenciar entre el martirio –que es todo un proceso simbólico– de pasar a la otra vida, por un lado, y las prácticas que adoptan los civiles en coyunturas de conflicto para defender con su cuerpo sus casas, hijos, y lo que consideran valioso en el momento, por el otro.

 

Historicidio

He usado el término historicidio para describir el rapto de la historia de uno para que prevalezca la narrativa de otro. Se trata de distorsionar la narrativa de la gente palestina y justificar los ataques en beneficio de un solo ciudadano que, en este caso, resulta ser el ciudadano israelí. En efecto, se trata de un despojo no sólo de las cosas, la tierra y la familia, sino de la posibilidad de contar este despojo a otros pueblos que lo comparten y se sienten sujetos despojados también. El historicidio busca eliminar cualquier tipo de verdad que no sea la narrada desde el poder dominante.

 

El factor energético: Gas en Gaza

Hay notas desde al año 2000 sobre la supuesta existencia de una serie de 4 000 millones de dólares en gas natural que British Gas quiere comercializar con Netanyahu y que Mahmoud Abbas ha negociado con Gazprom, en Gaza. Es la maldición de los energéticos y es un elemento que no hay que perder de vista porque, para que haya Dubai y «Tel Avivs», es necesario que haya tres cosas: gas, petróleo y agua. No sé si el gas sea la meta de la invasión terrestre, creo que tan sólo es un elemento, pues el acuerdo de unidad, las voces palestinas en Ramallah en 2011, el despertar de millones de personas en el mundo clamando justicia por Palestina, y los medios alternativos monitoreando la situación, son factores por los cuales la elite israelí quiere ocultar la magnitud de sus atrocidades pasando noticias sobre el nuevo califato islámico, el cráter en Siberia, o la supuesta amenaza iraní. De hecho, haciendo a un lado estos distractores, lo que conecta los ataques en Libia, Siria, Gaza y Ucrania es justamente el factor energético y la aparición de grupos extremistas encargados de incendiar dichas regiones con patrocinio de aliados a Estados Unidos, como lo es Arabia Saudí. Hay que recordar que debido al momento que pasa el Medio Oriente actualmente, aunado a la crisis en Ucrania, Estados Unidos ha impuesto sanciones a Moscú e intenta frenar el avance de los BRICS en la economía internacional, así como el fortalecimiento de las relaciones entre Rusia y América Latina.

El 31 de julio de 2014 se anunció un cese al fuego por parte de Estados Unidos y la ONU, una tregua que en nada beneficia a la población palestina que se encuentra atrapada entre la falta de alimentos y la destrucción de la única central eléctrica que suministraba energía para el congelamiento de víveres y la exportación de materiales de audio y video para seguir monitoreando lo que pasa desde ahí.

A esto se sumaron también las declaraciones de Navi Pillay, Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, quien anunció que Estados Unidos tenía mucha influencia sobre Israel, ya que había gastado mil millones de dólares para establecer una protección contra los cohetes de Hamas y proteger a los civiles israelíes, una protección con la que no cuentan los civiles de Gaza. Ante esto, hay que sumar que el seguimiento de los planes de paz en esta coyuntura sigue estando colonizado por la narrativa occidental, la misma narrativa que ha dejado pasar tiempo suficiente para agravar la situación de los civiles en Gaza con o sin conflicto armado.

Una propuesta desde este texto es mantener la idea que ve una solución a esta cuestión con exclusiva justicia y legalidad, ya que sin eso no habrá paz en esas tierras. Es menester decir que cuando se ven tantas leyes violadas en escenarios como estos es necesario ocupar la legalidad y descolonizarla de sí misma, porque Israel ha enseñado que en la misma ley no hay ley, hay corrupción e injusticia, y por tal motivo se necesita una ocupación de la ley por parte de los afectados.

Mientras tanto, lo que se puede hacer desde afuera es responder al llamamiento palestino de apoyar el BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) que se ha convertido en un instrumento eficaz de movilización social y presión política contra la permisividad de los gobiernos con la ocupación israelí. Hay que recordar que el avance del BDS supone la recuperación de una forma de entender la política desde afuera y una manera de materializar el repudio a las acciones desproporcionadas de violencia física y psicológica de Israel, tal como se hizo en su momento con el régimen apartheid de Sudáfrica, régimen que terminó por caer y transformar a una nueva Sudáfrica, con todos los inconvenientes que aún existen. ¿Es posible un nuevo Israel? ¿Uno que no desprecie la legalidad internacional y ayude a consolidar una verdadera coexistencia con los palestinos? A final de cuentas Hamás, el enemigo demonizado que enuncia Israel, no es causa de la colonización, sino una consecuencia de la misma.

 

 

 

NOTAS

[i] Véase el video en https://www.youtube.com/watch?v=h7qFACSfd_k, consultado el 30 de julio de 2014.

[ii] El video se puede ver aquí https://www.youtube.com/watch?v=eQ6S0-o3uFI&feature=youtu.be, consultado el 31 de julio de 2014.

 

 

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Moisés Garduño García se especializa en temas de cultura y política en el Medio Oriente. Internacionalista por la UNAM, Maestro en Estudios de Asia y África por el Colegio de México y Doctor Cum Laude por la Universidad Autónoma de Madrid. Tiene estudios de lengua persa en el Dekhoda Institute de la Universidad de Teherán y actualmente es profesor de la FCPyS de la UNAM. Correo electrónico: moyska@gmail.com

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Cuadrivio, revista de literatura, política, ciencias y artes.

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