Friday, 27th January 2012

«Distopía», de Leonardo da Jandra

Publicado el 11. dic, 2011 por en Libros, Reseñas

Leonardo da Jandra, Distopía,

Almadía, México, 2011.


Alfonso Fierro Obregón

 

Mencionemos dos características de la ciencia ficción antes de comenzar esta reseña. La primera: existe toda una vena de este género narrativo que quizá comience con Francis Bacon y cuyo objetivo sea imaginar mundos posibles radicalmente distintos a éste para plantear y debatir, sobre todo, ideas filosóficas. La segunda: la ciencia ficción puede ser, siguiendo a críticos como Fredric Jameson, tanto un modo narrativo como una forma de conocimiento, puesto que su función es la de hacer del presente una historia, ya que «es el presente […] lo que se nos ofrece, al regresar de las construcciones imaginarias de la ciencia ficción, como el pasado de un mundo futuro»[1].

La lectura de una novela como Distopía, de Leonardo da Jandra (Chiapas, 1951), debe ser guiada por estas dos premisas, ya que es en torno a éstas el cómo se construye esta obra. Da Jandra, filósofo y narrador mexicano, conocido por haber vivido apartado de buena parte de la sociedad en la selva huatulqueña, ofrece en Distopía una novela de ciencia ficción que es también una novela de discusión filosófica. Nos encontramos tanto con una narración apocalíptica como con una reflexión ficcional de nuestra sociedad.

La novela se sitúa en un continente avanzado en el que «no hay cárceles y el índice delincuencial es significativamente bajo»[2], casi no ocurren catástrofes naturales ni otro tipo de imprevistos (gracias al desarrollo científico) y en donde sus líderes

estaban firmemente convencidos de que, a pesar de las desviaciones y caídas, la civilización continental iba decididamente hacia la perfección. Su tarea desde el poder debía por tanto centrarse en acelerar los procesos perfeccionadores y tomar las medidas necesarias para que la eficacia laboral, la ética social y la responsabilidad compartida desplazaran a las imperfecciones sociales que encadenaban al hombre a la barbarie.[3]

Frente a este mundo de eficacia técnica y evolución progresista nos encontramos con la muy distinta figura protagónica del Filósofo. Alrededor de este personaje, de forma parecida al héroe de la novela histórica de Lukács, confluyen las distintas fuerzas sociales que conforman el mundo narrativo de da Jandra: gobierno, rebeldes, evolucionistas y anarquistas. Su posición entre fuegos cruzados le permiten a él y al lector escuchar y discutir con las distintas posturas filosóficas y sociales que aparecen en la historia.

Como el nombre del filósofo lo adelanta, el estilo de da Jandra tiende hacia lo general. Todos los personajes (y el continente donde ocurre la novela) llevan un nombre genérico como propio (el Librero, el Biotecnólogo, la Trilógica), son narrados desde una perspectiva externa a ellos y suelen ser descritos con un lenguaje parecido al de un informe científico (manías, obsesiones, enfermedades…). Por un lado, empata con ese mundo de orden y organización total donde ocurre la historia; por el otro, esta generalidad da a la novela una cualidad casi alegórica, y de paso hace notoria su función crítica, ya que los personajes, más que individuos, parecen figuras simbólicas utilizadas como ejemplares del funcionamiento de toda la sociedad.

Y es que es justamente esa sociedad, en conjunto, la principal protagonista de la novela. Distopía comienza y cierra con un momento de rebelión y crisis social, pero el grueso de la novela está dedicado a mostrar el mundo distópico que la propició. Se trata, entonces, de construir y discutir alrededor del cruce de las vidas de los personajes, ese mundo obsesionado con la perfección, el progreso eficiente y calculado, a ese mundo clausurado y represivo que es el continente de Distopía.

Los personajes de la novela llevan a cabo una constante crítica y una disputa filosófica que atraviesa temas tan diversos como la anarquía, el autogobierno, la literatura virtual o la censura, pero se concentra, en particular, en un gran tema: la eugenesia. La sociedad de la novela al anhelar la perfección, lleva a cabo, de forma institucional, un programa de mejora genética. La distopía, entonces, es el resultado de una sociedad tecnológica y científicamente muy avanzada, pero el conocimiento es utilizado para llevar a cabo «la supresión sistemática de los deficientes genéticos»[4] con miras a la supuesta mejora de la especie. En torno a este tema se cifra buena parte de la crítica a ese mundo de racionalización, eficacia y superación que después se contagia y propaga a los otros temas mencionados.

Distopía nos hace volver a las dos premisas con las que empezamos esta reseña. Por un lado, la acción narrativa cede su importancia ante el diálogo y la discusión filosófica: la primera surge y depende de lo segundo. Por el otro, la novela, al crear un mundo en donde ciertos valores (progreso, innovación) y ciertas prácticas (represión, censura) son ejercidos de forma institucional y sistemática, en realidad remite, como diría Jameson, a nuestra propia sociedad. Es decir, el mundo distópico de da Jandra podría ser leído como la institucionalización de valores y prácticas que nuestra sociedad ejerce, de hecho, de manera sistemática. De ahí que la novela pase de imaginar el futuro a criticar el presente. Así, Distopía resulta una apuesta extraña y poco común dentro del campo literario mexicano y, por lo mismo, una apuesta interesante.

 

 NOTAS


[1] Fredric Jameson, Archaeologies of the Future. The Desire Called Utopia and other Science Fictions, Verso, London/NY, 2007, p. 288.

[2] Ibídem., p. 139.

[3] Ibídem., p. 125.

[4] Ibídem., p. 10.

 

 

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Alfonso Fierro Obregón (Ciudad de México, 1988) es estudiante de Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

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