Tuesday, 6th November 2012

La música en un tranvía checo

Publicado el 29. abr, 2012 por en Libros, Zoo

Joaquín Guillén Márquez

 

La música en un tranvía checo, Karla Olvera, Fondo Editorial Tierra Adentro, México, 2011.

Los últimos años no son pocos los comentarios que escucho acerca de la inestabilidad y poca fe que existe en el género del ensayo. Heriberto Yépez, en «¿Qué es eso de Ensayo creativo?», dice (a modo de queja) que el ensayo creativo es un «paseo», aquel que igual trata sobre rascarse el ombligo o sobre unos ricos tacos callejeros. Creo que conviene dar una advertencia y recomendar que abandone la lectura a aquel que busque en La música en un tranvía checo (Tierra Adentro, 2011), de Karla Olvera (Pachuca, 1981) la teoría básica sobre Franz Kafka, Virginia Woolf o Fernando Pessoa, los tres autores que acompañan a Olvera en su tranvía.

Siempre he visto al ensayo, quizá por la atinada metáfora de Alfonso Reyes, como un género híbrido que puede hacer y deshacer, crear e incorporar. La música en un tranvía checo se apropia de Woolf, Kafka y Pessoa y es a través de ellos que establece un diálogo íntimo, quizá muy parecido al de un diario. Olvera desnuda al libro:

Son nueve entradas extraídas de los diarios de Kafka, Pessoa y Woolf las que hacen posible la existencia de este libro. Se trata, sin lugar a dudas, de entradas excéntricas, pues se alejan del centro y escapan de la norma temática a la que obedecen las demás. Decidí abordar estos hallazgos de la misma manera en la que di con ellos, es decir, vagando.

La elección de la palabra «vagando» me parece desafortunada. Por un lado resuena el «ensayo como paseo», y no es que el paseo literario esté mal, pero no veo en La música en un tranvía checho el deseo de la caminata, la ambición por adeñuarse del espacio. En fin, no es un libro «flâneur» al que podríamos llamar vago. Los ensayos de Olvera no son una guía por Praga, Lisboa o Londres, sino una conversación en tren. La velocidad y los colores no son vivos, todo da la sensación de estática, cuando en realidad estamos en movimiento.

El ensayo que abre es el que da nombre  al libro. «La música en un tranvía checo» inaugura la trilogía kafkiana de Olvera y nos introduce a la imagen de la «matrioshka», que aunque no acompañe el resto del viaje, sí será una imagen que quedará en la mente de los lectores al pensar en el libro. Por lo demás, el inicio del libro se siente bastante flojo y no mantiene un ritmo constante. La voz de la autora se pierde, y en este caso no es un beneficio, entre tantas citas que no aportan nada en conjunto. Es agradable ver que Olvera es una lectora capaz, pero llega un momento en que el propósito de hablar sobre el tranvía pasa a un segundo plano. Entiendo que este primero ensayo es un ejercicio «matrioshka», sin embargo no parece completo. Olvera sigue el ritmo lento con «De los nidos que hacen las golondrinas», pero cobra fuerza y emotividad con «Del derecho a estar aburrido», última entrega kafkiana del libro.

Aquí veo como un acierto inocente la brevedad de los textos, si no hubieran sido tan cortos probablemente habría abandonado la lectura antes de llegar a «Del derecho a estar aburrido», donde Olvera gana confianza y se atreve a ir más lejos. Siento que es en esta parte donde Olvera nos habla de los verdaderos descubrimientos en los diarios de Kafka, Pessoa y Woolf. La lectura es un puente de ideas entre emisores y receptores. Olvera, que actúa como receptora, y nos habla más: «Quizá el aburrimiento no sea sino una puerta para acceder a la felicidad contemplativa»,  o, aún mejor:

El problema con el ocio y el aburrimiento reside en la mirada con un filtro de lógica capitalista que posee la sociedad occidental contemporánea, en la que el ocio está ligado indisociablemente a las actividades productivas y al sistema económico de la sociedad.

La segunda parte de La música en un tranvía checo aborda los problemas de la vida diaria de Pessoa. De una manera elegante e interesante, Olvera traslada las preocupaciones de Pessoa y logra crear los ensayos con más sustancia del libro. Nos habla de la educación que un joven poeta debe tener y de la cantidad de dinero que una persona debería tener para llevar una vida, más o menos, bien. Destaco «De lo difícil que es decir no», porque logra una mezcla que no existe en el resto de los ensayos. Olvera no sólo habla de los descubrimientos en el diario, sino del Pessoa que nos gusta:

Posiblemente, a Pessoa le resultaba más fácil ser quien quería ser en momentos determinados por medio de sus números heterónimos, pues la ficción es la más bella y fantasiosa mentira que existe […]. La ficción supone un pacto entre el lector y la literatura que se le presenta, el llamado «pacto ficcional». La mentira y la ficción se parecen porque ambas le permiten al escritor liberarse y ser plenamente cuando asumir la verdad resulta complicado.

Los ensayos sobre Woolf son un poco más tibios por la misma naturaleza que hay en la escritora inglesa y los temas que aborda Olvera, que van del té, camas y duchas frías. Olvera escribe esta parte, ágil y ligera, de manera breve y no existen tantas digresiones. Lo que me parece más rescatable de esta sección es que devuelve la imagen (sin mencionarla) de la «matrioshka» gracias el vínculo que se establece con Inception de Christopher Nolan. Olvera dice que «Nolan y Woolf convergen [en] la idea del efecto del agua fría en la mente humana». Nolan y Olvera convergen en las capas que cada uno teje para sus respectivos textos, la obsesión «matrioshka».

La música en un tranvía checo, galardonado con el Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos 2011, no es vago, sino sobre lo cotidiano, lo que vivimos en el día a día de nuestros diarios. Cabría la pregunta si los hallazgos en los diarios de Pessoa, Kafka y Woolf son también los propios. Hay algunos detalles del libro en general con los que el lector debe tener cuidado: existen momentos en que las citas que usa Olvera nos dicen poco sobre el tema, y hay pocos ensayos en los que se llega a una conclusión o, por lo menos, a un párrafo final de cierre. ¿Es un reproche? No del todo. Karla Olvera demuestra en La música en un tranvía checo que el ensayo es su manera inocente de explorar. Inocente, sí, por la juventud de la autora y del libro, mas no ingenua. Hay que recordar los mejores pasajes del tranvía de Olvera, ya que en ellos descansa la idea de que Olvera misma podría ser un hallazgo en la escena ensayística contemporánea.

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Joaquín Guillén Márquez (Ciudad de México, 1990) estudia literatura inglesa en la UNAM. Ha colaborado en Tierra Adentro, La Jornada Semanal, HermanoCerdo, Replicante, y en el blog de cine y televisión de Nexos. Es uno de los editores de Cuadrivio.


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