La homeopatía: el problema está en la discusión

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A despecho de sus puntos de encuentro con la medicina alopática y de los millonarios presupuestos que algunos gobiernos destinan para promocionarla y fortalecerla, la homeopatía carece de los elementos indispensables que caracterizan a las ciencias genuinas. Por tanto, nos dice Sofía Flores, la discusión debe centrarse en la polémica naturaleza de las ciencia y la pseudociencia.

 

 

Sofía Flores Fuentes

 

 

La revolución industrial estalla. Los procesos de manufactura cambian y las fábricas se llenan de grandes máquinas. El agua produce vapor, y el vapor produce energía. El mercado cambia. La clase media tiene acceso a más oportunidades, el número de pobres aumenta, y así también la pobreza. Las ciudades crecen, la gente vive hacinada, las calles están sucias y las enfermedades están por todos lados. Luego estalla la revolución francesa.

Fue entre los años bulliciosos del inicio de la revolución industrial, cocinada en Inglaterra, y la revolución francesa, cuando la esperanza de vida de la mayoría de la población era de unas cuantas décadas, y la infraestructura sanitaria de las grandes potencias era deplorable. La salud era un tema hasta entonces desplazado por la situación política y económica de Europa, pero que sin duda era primordial atender. No en balde, luego de la revolución francesa, Napoleón instauró un sistema de saneamiento inigualable.

Justamente entre estos dos eventos que cambiaron al mundo, el de los primeros años de la revolución industrial y la explosión de las revueltas francesas, nació el que es considerado el padre de la homeopatía: Samuel Hahnemann. Para definir su obra más emblemática, este personaje de origen alemán utilizó la frase en latín que reza: similia similibus curentur, que al español se traduce como «dejen que lo semejante cuide de lo semejante». En ella se dice que aquel patógeno causante de los síntomas de una enfermedad en personas sanas tendría el poder curativo en personas enfermas. El segundo postulado de la homeopatía es el de la ultra dilución, lo que significa que mientras más pequeña sea la concentración de una sustancia en una mezcla, más potente será su efecto. Estos dos postulados son llamados «ley de los similares» y «ley de los infinitesimales», respectivamente.

Fue también alrededor de la fecha de nacimiento de Hahnemann que Edward Jenner, un médico nativo de la isla británica, comprobaba a través de ensayos de personas con viruela lo que terminaría siendo la primera generación de vacunas.[1] Casi 40 años después de la muerte de Hahnemann, un famoso químico y microbiólogo de apellido Pasteur desarrolló la segunda generación de las inyecciones curativas.

La relación entre el padre de la homeopatía y estos dos investigadores podría extenderse más allá de la simple relación de coexistencia. Se podría decir que, en términos burdos, el principio básico de las vacunas es el mismo que el de la homeopatía: que lo semejante cuide de lo semejante.

Las vacunas consisten en una inoculación del agente infeccioso desactivado o «apagado», para que el sistema inmune del cuerpo receptor sea capaz de conocerlo, luego tenerlo «en su base de datos», y así poseer el armamento necesario para atacarlo en caso de que vuelva a entrar al cuerpo, esta vez de forma activa. Así, nuestro cuerpo tiene la habilidad de curarse. De alguna manera, pareciera que la frase de Hahnemann «que lo semejante cuide de lo semejante» podría aplicar con las vacunas,[2] y que la medicina alopática –u occidental– y la homeopatía son más similares de lo que aparentan.

Otro punto en donde la medicina occidental y la homeopática llegan a tener cierto acercamiento es en las fuentes de información. Mientras Hahnemann postuló un acercamiento al estudio del paciente basado en la experimentación –en personas saludables con dosis subtóxicas–, en el estudio farmacológico y toxicológico durante esta experimentación, y finalmente en el análisis de los resultados obtenidos de la observación, la medicina alopática está basada en que, a partir de un problema clínico, se debe formular una pregunta de investigación, luego un enriquecimiento y evaluación literaria sobre el tema, para seguir con la aplicación en la práctica clínica.

A pesar de que en términos teóricos y prácticos pareciera que la medicina occidental y la homeopática son más similares de lo que se esperaría, ¿podría decirse que existe alguna diferencia entre inyectarse el señalizador de la viruela en una vacuna e ingerir sustancias homeopáticas con un agente activo altamente diluido? La respuesta es sí. Más allá de que las prácticas o el sustento teórico sobre los que se sostiene la homeopatía son endebles, el problema sustancial radica en la evidencia. O más bien, en la falta de ésta.

En el 2010, el reporte sobre homeopatía del Comité de Ciencia y Tecnología de la Cámara de los Comunes del Reino Unido concluyó que los remedios homeopáticos no son mejores que los placebos, y que los principios sobre los que se basa son científicamente inverosímiles. El reporte, que consiste en la examinación de evidencia para conocer si los supuestos científicos dan sustento a las políticas públicas que permiten financiar a la homeopatía dentro del Servicio Nacional de Salud (NHS), sentencia que no existe evidencia de que esta práctica sea efectiva como tratamiento para ninguna condición sanitaria

Lo interesante de este asunto en particular es que mientras el gobierno británico analizaba si el dinero de los contribuyentes estaba siendo encausado a prácticas basadas en evidencia científica, el gobierno mexicano trabajaba en el desarrollo del Hospital Nacional Homeopático, mismo que se inauguró en 2014. México es un país con una larga carrera en la medicina homeopática (desde el siglo XIX), con una carrera universitaria en una de las instituciones educativas de más prestigio del país, una nación donde casi el 40% de los habitantes considera a la homeopatía como una práctica científica.

La pregunta que resulta de esto es que, si se tiene claro que la homeopatía presenta problemas en sus fundamentos, en la práctica y en las evidencias, ¿es esto suficiente para considerarla pseudocientífica? ¿Es válido considerar que lo único que diferencia a la ciencia de la pseudociencia es la evidencia que cada una genera?

Para el filósofo Imre Lakatos, aquello que vuelve pseudocientífica a una práctica, y la aleja del conocimiento científico, no son las leyes, ni los hechos, ni la probabilidad de la existencia de un fenómeno. La única característica que diferencia a los programas progresivos de los degenerativos, es decir a la ciencia de la pseudociencia, es su capacidad predictiva. ¿Cuál es la capacidad predictiva de la homeopatía, y más aún, de la medicina occidental?

Es cierto que otras ramas del conocimiento científico tienen capacidad predictiva. De ahí que con la física se haya podido demostrar la curvatura de la luz por la acción de la gravedad, o que con el conocimiento biológico se pudieran encontrar los restos del Tiktaalik, el eslabón biológico entre los organismos acuáticos y los terrestres. Pero entonces es justo preguntar ¿cuál es el poder predictivo de la medicina occidental? ¿La medicina occidental no es una práctica que se basa en ensayo y error?

El filósofo Massimo Pigliucci argumenta que los científicos y escépticos aplican el término «pseudociencia» para nombrar a todo lo que no les gusta sin importar si existen buenas razones para esperar por investigaciones más profundas en el campo. Él dice «¿No te gusta la postura de los neurobiólogos y psicólogos evolutivos sobre las diferencias de género? Descártalas por ser pseudocientíficas, no hay necesidad de análisis adicionales».

Pigliucci menciona que, a pesar de que también existen filósofos que sostienen que la diferenciación entre pseudociencia y ciencia es equivocada, lo que en verdad se debería fomentar es el cuestionamiento y el escrutinio de algunas posturas que tienen posibilidades de ser rechazadas –como las del ejemplo de los neurobiólogos y psicólogos evolutivos con respecto a las diferencias de género–,  sin la necesidad de estigmatizar a toda la disciplina como pseudocientífica.

Como decía Joseph Goebbels, el ministro de la propaganda nazi, «una mentira repetida mil veces se convierte en verdad». A veces llamamos pseudociencia a algo que probablemente no alcanzamos a comprender. Se comenten errores lo miso al estigmatizar como pseudocientíficas a ideas desde una postura cientificista, que al estereotipar a una práctica de cientificista desde una postura pseudocientífica. Como argumenta Pigliucci: «ambas apuntan a actitudes epistémicas problemáticas».

Si se parte del argumento universal de que la ciencia no es el único acceso justificable a la verdad, ni que el conocimiento científico es absoluto, entonces decir que una corriente de pensamiento o una práctica es científica sin argumentar, implicaría no buscar más evidencia para probar que puede ser incorrecta. Lo mismo que se hace con la pseudociencia, donde nociones desprestigiadas son entendidas como científicas.

La discusión en torno a la medicina homeopática se ha centrado en su efectividad. Sin embargo, existe infinidad de informes y trabajos a nivel internacional que dan certeza de que la homeopatía es una práctica que teóricamente no es plausible –por las dos leyes en las que se basa–, cuya capacidad curativa es ínfima, y que tiene problemas éticos significativos por el apoyo gubernamental que del que goza en diferentes naciones con sistemas sanitarios públicos.

La verdadera discusión que debe existir en torno a la medicina homeopática es sobre el nivel mismo del debate. La polémica alrededor de su pertinencia como práctica médica o pseudocientífica es obsoleta: la evidencia de que se trata de una práctica pseudocientífica es contundente. El tema de la homeopatía muestra la urgencia de cambiar el tipo de discusión en torno a la práctica pseudocientífica. Además, tiene la capacidad de ser elevado a un nivel argumentativo que desate conclusiones capaces de enriquecer –o incluso generar– una cultura científica a la que médicos, pseudocientíficos, cientificistas, e incluso gente fuera del gremio, deben aspirar.

 

 

Refefencias:

Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía, IPN (s/f) Conócenos [en línea]. Disponible en:  http://www.enmh.ipn.mx/Conocenos/Paginas/Mision.aspx [revisado el 30 de enero de 2016].

House of commons (2010) Science and Technology committee - Fourth report. Evidence check 2: Homeopathy [en línea]. Disponible en: http://www.publications.parliament.uk/ [revisado el 27 de enero de 2016].

NHS Choices (2015) Homeopathy [en línea]. Disponible en: http://www.nhs.uk/Conditions/homeopathy/Pages/Introduction.aspx [revisado el 27 de enero de 2016].

Pickering, N. (2015) When lack of evidence is evidence of lack. Bioethical Inquiry. 12, 545-547.

Pigliucci, M. (2015) Scientism and pseudoscience: a philosophical comentary. Bioethical

Inquiry. 12, 569-575.

 

 

NOTA

[1] Aunque la historia le da el crédito a Edward Jenner por el desarrollo de la primera vacuna en la medicina occidental, es poco conocido que Lady Mary Wortley Montagu (1689-1762) llevó a Europa el conocimiento de inoculación de viruela proveniente del imperio otomano, en donde ya se realizaba esta práctica con anterioridad. Por las fechas de vida de Lady Montagu, es claro que esto ocurrió mucho antes de que Jenner desarrollara su trabajo.

[2] A este argumento, la medicina alopática diría que las enfermedades no pueden ser tratadas de acuerdo con una regla de similitud, sino que una terapia correcta involucra una identificación acertada de la etiología y de la patogénesis.

 

 

 

 

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Sofía Flores Fuentes (Ciudad de México, 1990) es bióloga por la Universidad Nacional Autónoma de México y Maestra en comunicación de la ciencia por la Universidad de Sheffield, en Inglaterra. Ferviente admiradora de Los Beatles, y cumplido su sueño de conocer al monstruo del lago Ness, ahora busca bucear en la Gran barrera de coral, flotar en las aguas del mar muerto, y ver una aurora boreal.

Revista digital de crítica cultural y creación artística.

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