A dónde volver

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Este año, Paroxismo publicó A dónde volver, selección de poemas de Andrea Cabel. Ofrecemos a continuación una muestra de dicho poemario así como el prólogo que Eduardo Chirinos (amigo entrañable de Andrea Cabel) escribió para él. En esta edición de Cuadrivio también puede leerse el texto que Andrea escribió para nuestro homenaje a Eduardo, magnífico poeta y ensayista peruano.

 

 

 

***

 

 

Un jardín repleto de nadas rotas

 

 

corazón sin nombre,

desposeída luz

jardín repleto de nadas rotas

 

 

Decir que Andrea Cabel (Lima, 1982) ha reunido en este libro una selección de sus poemas es una inexactitud. O, más bien, una trampa apoyada engañosamente por el subtítulo: lo que este libro ofrece es una reordenación selectiva de su obra[1] en cuatro apartados o secciones («Retratos», «La eternidad de una esquirla», «Fruta partida» y «A dónde volver») que nos obligan a redefinir radicalmente su lectura. Esta reordenación apunta no solamente a negar una lectura lineal de sus libros, sino a entablar entre ellos (los libros y los poemas) nuevos y sorprendentes vasos comunicantes, de modo que terminan configurando una obra paralela y, por lo tanto, distinta de la que ofrecen los libros por separado. Esto sólo es posible si la autora es –como lo es Andrea– dueña de un tono, y si ese tono ha sabido construir un personaje: el que sus lectores hemos ido construyendo a través de sus poemas.

En una de las páginas de El monje y la psicoanalista, Marie Balmary deja caer una frase que, bien mirada, define lo que muchos entendemos por poesía: «Hay frases que son verdad, porque al final de la frase hay alguien». Aunque se trate de una ficción que reelabora imaginariamente la realidad, toda poesía aspira a ser la verdad de alguien, y la verdad de sus lectores. Pero, ¿quién es ese alguien que está al final de estos poemas? Podríamos decir que es Andrea Cabel, pero estaríamos equivocados. Toda biografía es sospechosa, y más si elige la poesía, donde el pudor confesional se encuentra mitigado e, incluso, alterado por las exigencias del ritmo, de las imágenes, del tono, en fin, de todo aquello que hace que la poesía sea poesía y no una crónica detallada del acontecer personal.

La obra de Andrea Cabel no es un sistema planetario, es un planeta insomne cuyos continentes están en constante mutación y desplazamiento; en ellos encontramos islas, desiertos y sistemas orográficos que conviven con naturalidad sin preocuparse por balances ni cronologías. Esta naturalidad, sin embargo, no es ajena a las fricciones geológicas generadas por movimientos dolorosos muchas veces imperceptibles. Me refiero a los vaivenes emocionales que son el origen de estos poemas y a la manera en que estos poemas imponen silencio a esos vaivenes, evitando lo que de otra manera serían desahogos sentimentales o confesiones en verso. Ni la proyección fantasmal de un yo biográfico ni la asepsia que maquilla el dolor, sino un lenguaje personalísimo que deja hablar a la herida en voz alta, sacudiéndose de la percepción lógica sin ceder a las tentaciones del hermetismo:

 

dentro, el límite lo marcaba todo. / las tierras desiertas, / el camino surcado, repleto de escamas. / yo queriéndote, / tú volando como astro de fuego. / créeme que me derrumbo ante tu voz que me nombra, / que no hay bastión, ni primavera, / ni tabla en mar violento. / que no concibo mañanas sin rezarte a mi lado / junto a los remos teñidos de rosa. junto a mi sueño más profundo, / junto al grito de dos / de tres / ahogados.

 

Pero los vaivenes emocionales persisten, subterráneamente persisten y cumplen su labor de zapa, ¿cómo huir de ellos? Sospecho que el título de este libro es otra manera de formular la misma pregunta: «A dónde volver». Varias veces me he preguntado por la naturaleza tan extraña de esta frase que prescinde del signo de interrogación, pero no lo evita. En efecto, una primera lectura ofrece la orgullosa contundencia de una afirmación: quien la enuncia parece saber cuál es el lugar al que debe volver, el mismo que nos será revelado a los lectores una vez que nos adentremos en las páginas del libro. Pero esa afirmación se desvanece si reparamos en el acento que convierte el adverbio enunciativo en interrogativo: detrás de la orgullosa contundencia asoma la incertidumbre de quien pregunta por un lugar que fatalmente ignora. Y esta incertidumbre (esta ignorancia) es la que construye estos poemas, tan necesarios y esquivos como las piernas que necesita para «volar lejos»:

 

El día amanece más temprano para mí

alisto mis piernas

les coloco orejeras

inserto los guantes

y les pido,

les suplico

que hoy no se vayan

que no hay tiempo para jugar

que tenemos que volar lejos.

 

Ante las mutaciones y vaivenes que afectan a la hablante, el único lugar al que puede volver es a sus propios poemas, los mismos que dan fe de esa continua mutación y de esos inevitables vaivenes. Se trata de una paradoja, más terrible aún si comprendemos que el único equipaje con el que cuenta para emprender esta búsqueda son, como las piernas que se niegan obedecer, sus propios poemas: poemas como territorio y, al mismo tiempo, poemas como equipaje para indagar por ese territorio. No importa a dónde vaya Andrea Cabel, sus poemas irán siempre con ella proponiéndose como el lugar a donde debe ir, también como la compañía que hace más ligero el viaje interminable hacia sí misma. A ese «jardín repleto de nadas rotas» donde alguien, no sabemos quién, todavía la espera.

 

 

Eduardo Chirinos

Missoula, otoño de 2015

 

 

***

 

 

A DÓNDE VOLVER

 

Andrea Cabel

 

 

 

Lyrica 500 mg.

 

Era un día de tantas lyricas, uno con luces en el cielo y sonidos comiéndose al mar.

Yo hubiera querido ser una ventana o una letra escribiendo tu nombre en cualquier pared.

Hubiera querido ser tantas cosas,

y sólo fui esta palidez inexplicable,

este supuesto vientre sosteniendo el tendón de tu dedo meñique,

esta supuesta llamada a media noche esperando tus dientes callados.

Mientras no estás, las casas en Craig se llenan de copos morados de papel,

copos que miran tus botas rojas,

tus botas rotas pisando el frío,

pisando el día que amanece al otro año,

con velas y maullidos dispersos, con papeles impresos que dicen cualquier cosa.

–Tu boca y tu nariz: espacios intersectándose imprecisamente–

Quería darte la sombra de este objeto,

la boca de este ojo que estalla, el cielo de este animal que te ha buscado,

que se ha peinado con saliva

y que soñando con algún silbido

ha cruzado esa pista gigante, sin luz, esta pista que lleva al fin del mundo,

por donde las setentayunos as y ces, desprenden su pulpa para quemar un sueño.

 

*

 

Howard in Waterworks

 

La piel del departamento se deshoja,

cae como juguetes sobre las manos de alguien que no sabe jugar.

El terreno se desliza, se apoya en el aire,

y me enciendo y me apago, como una bomba o un sueño.

Seis bolsas de ropa, cables, plásticos para las ventanas, seis bolsas con cosas nuestras que no cambian como cambiamos nosotras.

Entre la lluvia y la muerte he vendido nuestras cosas,

Vendí, por ejemplo, nuestras conexiones a distancia, y nuestros platos.

Vendí también mi escritorio, donde me sentaba a dibujar el azar.

Vendí el sofá que no conociste y el aire de la enredadera que sembré en mi cabeza.

Conservo zapatillas que nunca has visto, capaces de correr hasta donde tu nombre no existe, conservo poesía vertical, horizontal, poesía que se adapta al movimiento del agua en la pileta del punto

del punto aquel que intersecta nuestros tres ríos.

He subido en el rojo setentaycinco para buscar peces y monedas. He subido para vender y comprar todas las cosas que eran nuestras y ahora son de nadie. He subido, y no has estado en ninguna parada, te he buscado en otros idiomas y he arañado la fuente, el agua, he visto cómo un oso proyecta la sombra del día en una metáfora mal escrita. Y he olvidado todas tus frases, toda tu luz encendida cuando abres el cielo frente a Waterworks.

He olvidado la forma aérea de tu cuerpo cuando me abandonas.

Y comienzo a morder la distancia de esta palabra suspendida

y el futuro de mis ojos que se cierran.

 

*

 

Postre de limón

 

Debajo de tus manos todo adquiría forma:

la mirada de una flecha,

la temperatura de una cocina amarilla,

la mesa con bancos para gatos,

el hombre que comía mazamorras mientras se reía.

Y tú que volvías al día siguiente bajo la forma de un dulce relleno de fresa, o guanábana

O como mochi cubierto de miel.

 

Mi corazón coloca mantequilla en el molde

Se desprende para entrar al horno

Se recuesta entre el azúcar y la harina.

Mi corazón ácido amarillo y ácido

encerrado en la noche, en tu sonrisa o en la mía, encerrado,

atado en dos caras

atado como un ave sin brazos para amasar, sin ojos

para medir las yemas y los huevos

de la espuma que crece,

dulce como tu sonrisa, como tu mirada a las seis de la tarde,

como tu caligrafía en un pilot de cero punto cinco,

como el espacio tibio en la cama que dejas ácido, que dejas muerto,

que dejas verde, como la cartuchera en tu bolso negro.

Mi hija ha muerto, y sólo pienso en sus manos

cuando alzadas nadaban celebrando una vida, la mía, la suya, una sola.

Mi hija ha muerto, y sólo veo el postre ácido,

la miel ácida,

la cocina, la comida, la sangre, la forma de llorar,

ácida.

 

*

 

Três da Madrugada on Andy’s Warhol bridge

 

Hoy copié tres libros enteros.

Tres libros del ancho de un arroz e intensos como tu recuerdo.

Los copié esperando la eternidad: tu cuerpo en el sillón verde,

     tus pies vestidos de colores,

     o tus manos comiendo galletas.

Copié sin parar y no apareciste en ningún lugar, ni aun tu sonrisa apareció

ni aun tu cuerpo cuando contenías al mundo

y me contradecías y me derrumbabas en esa página o en la otra.

 

He copiado más, unas tras otras, más páginas, imitándote en el mismo lugar,

y he intentado cantar en otro idioma sobre el puente que nos llevaba a la casa del león,

a la casa altísima de las nubes metálicas.

¿Recuerdas las nubes que flotaban alargadas sobre la fuente?

¿Recuerdas el arco iris entre los chispazos de agua del Punto?

Te he buscado en la casa de Andy, donde el pensamiento parece música,

donde hay todavía imágenes nuestras grabadas en una que otra cámara.

 

He ido a recoger una visión que me encienda,

y he dejado el silencio amontonado en el suelo,

borrando el camino de regreso,

borrando el principio y el final,

Borrándolo todo para quedarme ahí, en la sala de las nubes, acorralada por el león,
mirando las fotos de los gatos dibujados que le hubieran gustado a Gracia, mirando cómo estiras tus piernas en el extenso sofá púrpura mientras muerdes un pan con queso.

Todo el día de hoy es madrugada: mi sangre, el tiempo, la forma como pesa tu ausencia,

mi boca desollada interrumpiendo el poema que escribo.

Todo el día de hoy es madrugada y mientras logre ver reflejos en el río, mientras logre recoger este aprendizaje, podré vaciar este cuerpo que me ocupa.

 

 

Notas:

[1]Las falsas actitudes del agua (2006, 2007), Uno rojo (2009), Latitud del fuego (2011)más poemas inéditos publicados en la revista Crítica de la Universidad de Puebla (2013) y poemas inéditos únicos en esta selección.

 

 

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Andrea Cabel (Lima, 1982) es poeta, editora y colaboradora de diferentes publicaciones peruanas e internacionales. En 2006 publicó Las falsas actitudes del agua y en 2016 A dónde volver.

 

Eduardo Chirinos (Lima, 1960-Missoula, 2016) poeta, ensayista, antólogo, traductor y autor de cuentos para niños. Publicó, entre otros, los libros de poesía Abecedario del agua (2000), Breve historia de la música (Premio Casa de América de Poesía, 2001), Escrito en Missoula (2003), No tengo ruiseñores en el dedo (2006), Humo de incendios lejanos (2009), Mientras el lobo está (XII Premio de Poesía Generación del 27, 2010), Anuario mínimo (2012), Treinta y cinco lecciones de biología (2012) y Medicinas para quebrantamientos del halcón (2014). Desde 2000 residió en Missoula, donde se desempeñó como profesor de literatura hispanoamericana y española en la Universidad de Montana.

 

Revista de crítica, creación y divulgación de la ciencia

1 comentario

  1. Andrea Cabel

    agosto 7, 2016 at 9:14 am

    Mil gracias por promover mi trabajo! De hecho, la imagen que han elegido es perfecta para describir mi mapa mental! jajaja muchas gracias! un abrazo desde Lima!

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