Una pseudociencia tenaz. La astrología (aún) entre nosotros

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El grado de popularidad y credibilidad del que goza la astrología en todo el mundo es pasmoso. Millones de personas confían más en ella que en la ciencia y la medicina científica. Pero ¿por qué es así? ¿Por qué, pese a que hace siglos fue irremediablemente desacreditada como pseudociencia, la gente sigue aferrándose a ella? En este texto, Alejandro Aguayo desmenuza, desde una perspectiva histórica y psicológica, el porqué de la persistencia de la astrología.   

 

 

Alejandro Aguayo Ortiz

 

Penny: Soy Sagitario, que probablemente diga de mí mucho más de lo que necesitan saber.

Sheldon: Sí, nos dice que participas en el delirio cultural en masa de que la posición aparente del Sol, los planetas y constelaciones, arbitrariamente definidas a la hora de tu nacimiento, de algún modo afectan tu personalidad.

The Big Bang Theory, capítulo 1, temporada 1

 

No deja de resultar sorprendente que una era que ha atestiguado prodigiosos avances en la astronomía se caracterice también por la tenaz persistencia de la astrología. Esta última, a través del horóscopo, forma parte de la vida cotidiana de millones de personas en todo el mundo y, pese a la falta de pruebas que validen sus predicciones, es una fe que está lejos de extinguirse. Personas con educación universitaria y profesiones altamente especializadas, lo mismo que gente con bajos niveles educativos en el campo y la ciudad, se entregan a las promesas astrológicas con el mismo fervor (a veces incluso con uno superior) con que admiten la confiabilidad de un medicamento obtenido mediante rigurosos experimentos científicos. ¿Por qué sucede esto? La historia y, por supuesto, la ciencia, pueden explicar esta contradicción. A continuación un pequeño ensayo de respuesta.

 

Astrología y astronomía: un incómodo maridaje

Aunque hoy la distinción entre astronomía (ciencia) y astrología (pseudociencia) es tajante, un vistazo al pasado nos revela que ambas florecieron asidas de la mano, en una especie de incómodo maridaje. La astrología o tratado de los astros nació de la necesidad de predicción. Saber la posición exacta de las estrellas en el firmamento, así como el movimiento aparente del Sol, la Luna y los planetas –estrellas vagabundas– en el cielo, llevó a la humanidad a crear diversos artefactos para la observación y medición de dichas posiciones respecto del horizonte, como el astrolabio. De este estudio surgió la astronomía, es decir, las leyes de los astros, considerada por Carl Sagan como la madre de todas las ciencias[1].

Durante mucho tiempo ambas disciplinas se consideraron sinónimos por su interés en los fenómenos celestes. Sin embargo, para la astronomía no es importante la influencia de los astros en la vida cotidiana, sólo las características y el conocimiento que de ellos se pueda adquirir. La confusión entre una y otra proviene, en buena medida, de una curiosa paradoja: muchas de las personas que hicieron aportes importantes a la astronomía observacional, y que hoy son considerados grandes hombres de ciencia, como Ptolomeo, también usaron sus mediciones para crear una astrología mejor fundamentada.

Uno de los puntales de la astrología es el horóscopo. En la cultura occidental, el horóscopo (un método predictivo a fin de cuentas) y la astrología en general, han basado su carácter astral en la cultura griega, y su dimensión mística en las creencias de la antigua Babilonia[2], con la diferencia de que, en la tradición del horóscopo, los astros ya no sólo influyen en la civilización en general, sino también en las personas individualmente, asegurando que la posición de las estrellas y planetas, al momento de nacer, son capaces de determinar la vida y personalidad del recién nacido.

Las predicciones astrológicas tuvieron problemas desde sus inicios por obvias razones. El hecho de que estuvieran basadas en coincidencias o acontecimientos aislados, sin una explicación objetiva y convincente del porqué de la influencia de los astros en la vida, llevó a muchos de sus practicantes a manipular sus pronósticos y presagiar situaciones que ya estaban sucediendo de todos modos en ese momento, o simplemente a dar conjeturas lo suficientemente ambiguas como para cuadrar en cualquier realidad. Y es que un presagio que no diera un buen augurio a un rey o a una civilización, o una previsión no cumplida, podría desembocar en la ejecución del astrólogo o, en menor grado, su despido. (En el ámbito científico, por el contrario no se pueden ni se deben manipular las observaciones o los resultados, ya que no se busca la complacencia personal, sino un modelo que describa de forma objetiva la naturaleza.)

Un fuerte golpe para la astrología se produjo con el surgimiento de la revolución copernicana, todo un movimiento científico y cultural que marcaba el fin de la época medieval y el inicio de la modernidad, la cual vino acompañada de la llegada de grandes científicos, como Galileo Galilei y Johannes Kepler.

El evento que propició este importante cambio en la Europa Occidental se produjo gracias al astrónomo polaco Nicolás Copérnico, quien propuso un nuevo modelo sobre el sistema solar, que se oponía al modelo geocéntrico propuesto por Ptolomeo (que afirmaba que la Tierra era el centro del Universo, y que los planetas, la Luna, el Sol y las estrellas giraban alrededor de ella). El modelo heliocéntrico, creado por Copérnico, proponía que el Sol se encontraba en el centro del Universo y que todos los planetas, incluyendo la Tierra, giraban alrededor de él.

El modelo heliocéntrico, que fue defendido por grandes astrónomos que siguieron a Copérnico, se basaba en observaciones muy precisas sobre el movimiento aparente de los planetas en la bóveda celeste y en el hecho de que dichas observaciones no se acoplaban al modelo ptolemaico. Esto fue problemático para la astrología, debido a que las mediciones que se hacían de los astros se basaban en el modelo geocéntrico y eso ponía en duda sus predicciones. Sin embargo, hasta la fecha, los astrólogos trabajan a partir del modelo que propone la Tierra como el centro del Universo.[3]

 

Un divorcio irremediable: Kepler y sus leyes

De la mano del astrónomo alemán Johannes Kepler, la llegada de este movimiento científico marcó la separación entre la astrología y la astronomía. Kepler, con la ayuda de Tycho Brahe, realizó observaciones sumamente precisas de la posición de los planetas y las estrellas en el cielo nocturno.

El financiamiento que obtenían para sus observaciones provenía en gran medida de la nobleza que, en su afán por conocer el futuro, apoyaba a Kepler y Brahe con el fin de que pudieran crear horóscopos mucho más precisos. A pesar de no creer en «esta» astrología (porque Kepler –también paradójicamente– creía en otra), necesitaban el dinero para sus propios objetivos y, obviamente, para vivir. Así que daban gusto a sus jefes proporcionando horóscopos ambiguos y repetitivos, pero que dejaban satisfecho a cualquiera que los leyera.[4]

Gracias a la ayuda económica que se les proporcionó se generaron grandes avances en el perfeccionamiento del modelo heliocéntrico. La astrología (si así se le puede llamar) en la que sí creía Kepler era mucho más fundamental. Geómetra y religioso, además de fanático del cielo, afirmaba que las órbitas de los planetas eran circunferencias perfectas, porque el círculo era la figura geométrica perfecta y Dios también lo era. Además de muchas propiedades fantásticas que Kepler atribuía a los cielos (postuladas en sus libros Harmonice Mundi y Mysterium Cosmographicum), nunca consideró que tuvieran una influencia en la vida de las personas, pero infirió que había algún tipo de secreto divino en los astros. Encontrar dicho secreto era el objetivo principal y la motivación para que buscara por cualquier medio financiar sus observaciones.[5]

Finalmente, todo lo llevó a encontrar que las órbitas eran elipses y no circunferencias perfectas. A pesar de que ese resultado contradecía completamente sus creencias, confiaba en su ciencia, por lo que publicó el descubrimiento junto con un gran conjunto de leyes en su obra Astronomia Nova, convirtiéndose así en el último astrólogo científico y el primer astrofísico[6], y marcando un hito en la historia de la ciencia. En adelante, el divorcio entre astronomía y astrología sería irremediable. Aun así, la astronomía tiene mucho que agradecerle a la astrología, ya que con el propósito de crear mejores horóscopos se llegó a tan increíble resultado.

Las tres leyes de Kepler fueron consideradas años después por el científico inglés Isaac Newton como una consecuencia de su ley de gravitación universal, la cual postula que existe una fuerza de atracción entre cualesquiera dos objetos dotados de masa separados por una cierta distancia. A finales del siglo XVII, la astrología veía en la gravitación de Newton una pequeña esperanza para la argumentación sobre la relación entre los planetas y los seres humanos. Sin embargo, dicha ley, que ha sido comprobada en múltiples ocasiones, muestra que la influencia que tiene un planeta, por ejemplo Marte, sobre un recién nacido, es seis veces menor a la que tiene el partero sobre el mismo bebé.

Desde ese momento, la astrología ya no tuvo cabida en la comunidad científica, por su falta de pruebas contundentes y reproducibilidad y por sus propias contradicciones presentadas a lo largo de su historia. Sin embargo, se seguía practicando popularmente.

 

El efecto Forer o de la persistencia de la astrología

Aunque la astrología tiene más de 300 años con la etiqueta de pseudociencia, un gran número de habitantes del planeta, incluso profesando una religión que prohíbe los ritos o creencias más allá de Dios, continúa recurriendo a las predicciones astrológicas. Es muy común abrir un periódico o una revista y encontrarse con los horóscopos semanales, los cuales varían considerablemente dependiendo de quién lo haya emitido, y basta con observar a la gente, casi con ansia, leer lo que su futuro le depara para darse cuenta de que esta creencia está lejos de extinguirse.

La astrología, en la actualidad, es un negocio, un simple producto que usan los nuevos astrólogos para vender o ayudar a vender una publicación. Pero, ¿cómo es que una predicción ambigua, como la encontrada en cualquier horóscopo, se puede asociar a la vida?

Para empezar, al leer algunos horóscopos contemporáneos, es fácil observar que ya no pretenden predecir el futuro, lo que seguramente se debe a la dificultad de adivinar el porvenir de un gran número de personas. Antes se recurría al astrólogo personalmente y se podía hacer un presagio, resultara verdadero o no; ahora es frecuente encontrar enunciados como «habrá sucesos importantes en los próximos días», sin especificar qué sucesos, qué tan importantes o la fecha exacta.

Es igualmente común que en el horóscopo se disimule en forma de pronóstico lo que es una simple guía, una orientación que le dirá a la persona qué debe hacer con frases como «cuídate de las personas negativas», disfrazado de forma tal que el lector pueda creer en la clarividencia de las palabras, a pesar de que un consejo así se podría dar a cualquier persona sin importar su signo zodiacal.

Resulta fácil encontrar similitudes entre horóscopos de signos distintos, tan fácil como encajar en varias descripciones de personalidad que no concuerden con tu fecha de nacimiento. A este fenómeno se le conoce como «efecto Forer». En 1948, el psicólogo Bertram R. Forer aplicó un test de personalidad a sus estudiantes basado en preguntas arbitrarias y sin relación entre ellas. Ignorando las respuestas que proporcionaron, el resultado era el mismo para todos y se muestra a continuación:

 

Tienes la necesidad de que otras personas te aprecien y admiren, y sin embargo eres crítico contigo mismo. Aunque tienes algunas debilidades en tu personalidad, generalmente eres capaz de compensarlas. Tienes una considerable capacidad sin usar que no has aprovechado. Tiendes a ser disciplinado y controlado por el exterior, pero preocupado e inseguro por dentro. A veces tienes serias dudas sobre si has obrado bien o tomado las decisiones correctas. Prefieres una cierta cantidad de cambios y variedad y te sientes defraudado cuando te ves rodeado de restricciones y limitaciones. También estás orgulloso de ser un pensador independiente y de no aceptar las afirmaciones de los otros sin pruebas suficientes. Pero encuentras poco sabio el ser muy franco en revelarte a los otros. A veces eres extrovertido, afable, y sociable, mientras que otras veces eres introvertido, precavido y reservado. Algunas de tus aspiraciones tienden a ser bastante poco realistas.[7]

 

Al final les pidió que calificaran el resultado de 0 a 5, donde 0 implicaba que estaban completamente en desacuerdo con la descripción y 5 que se sentían completamente identificados. La calificación promedio fue de 4.27,[8] lo que implica que el 80% de los estudiantes estuvo de acuerdo con el resultado.

Forer creó el resumen de personalidad utilizando extractos de horóscopos de distintos signos zodiacales con el fin de que fuera una definición lo suficientemente aleatoria. El experimento se ha puesto a prueba en repetidas ocasiones obteniendo siempre el mismo resultado. Pero, ¿esto implicaría que las personas desconocen, o tal vez se nieguen a aceptar, su propia personalidad, por lo que suelen creer ciegamente en lo que un test u horóscopo muestre?

Otro experimento realizado en la Universidad Complutense de Madrid,[9] basado en el efecto Forer, constaba de un grupo de 40 personas a las cuales se les aplicó un test psicológico de personalidad ampliamente reconocido (MMPI), que se basaba en una serie de pruebas mucho más elaboradas y enfocadas en el individuo, de forma que el resultado sí describiera a la persona. A la mitad del grupo se le otorgó el resultado real y a la otra mitad uno falso, que consistía en cambiar sutilmente palabras por antónimos pasando de «ligeramente extrovertido» a «ligeramente introvertido», como lo que podría suceder en cualquier horóscopo. El grado de aceptación en ambos grupos fue el mismo,[10] mostrando que es posible encajar en la personalidad de un individuo utilizando el lenguaje adecuado o, lógicamente, mencionando cosas que le complacería escuchar.

 

Por qué tanta gente se aferra a la astrología

 

Es indeseable creer una proposición cuando no hay fundamento alguno para suponer que sea cierta.

 

Bertrand Russell

 

¿Por qué, a pesar de estas incongruencias, la fe en la astrología se mantiene viva? Aunque suene contradictorio, es probable que la astrología, como cualquier misticismo, se beneficie de los errores recurrentes en sus predicciones para crear una dependencia psicológica que aumente la fe en ella.

En la década de los 60, el psicólogo estadounidense B. F. Skinner presentó una tesis sobre el reforzamiento conductual que proponía lo siguiente: para que un individuo aprendiera una conducta, o aumentara la probabilidad de ocurrencia de la misma, dicha conducta debía ir seguida de un reforzador (positivo o negativo).

El experimento es sencillo: una rata privada de alimento es colocada dentro de una jaula con un proveedor de comida; al momento de accionar una palanca (respuesta), puede o no obtener comida (reforzador). Esto funciona también con el ser humano, pero requiere de otro tipo de refuerzos. Hay dos tipos de reforzamiento, el continuo y el intermitente. El continuo es aquel donde la respuesta siempre viene acompañada de un reforzador y el intermitente es aquel donde esto no siempre sucede.

El reforzamiento intermitente se puede administrar en razón fija o razón variable. La razón fija proporciona un refuerzo después de un número fijo de respuestas (el reforzamiento continuo es un programa de este tipo de razón). En la razón variable el número de respuestas para conseguir un premio o reforzador varía aleatoriamente, aunque siempre dentro de un promedio determinado (muchos reforzadores naturales, como el éxito o el reconocimiento, se acercan mucho a este tipo de programas).

Si un individuo recibe un premio cada vez que emita una respuesta deseada (reforzamiento continuo), cuando este reforzamiento cese por alguna razón, el comportamiento tiende a extinguirse. Sin embargo, si el premio se otorga de manera aleatoria (reforzamiento variable) aumenta la probabilidad de ocurrencia de la respuesta de este sujeto, porque la incertidumbre de no saber cuándo va a llegar el siguiente premio hace que la conducta se produzca de manera constante.[11]

Bajo esta observación, cuando una persona juega al tragamonedas por primera vez, sin tener ganancia alguna en cada cada ocasión, es más probable que desista de seguir participando; sin embargo, si llegara a obtener un premio, aumenta la probabilidad de su afición al juego. Este comportamiento puede verse influido por diversas características o circunstancias propias del individuo. Algo similar sucede con los esoterismos, en particular la astrología, sólo que el fallo no es necesariamente intencionado, como en el caso anterior, sino circunstancial y probabilístico.

Los astrólogos, tal vez inconscientemente, sacan provecho de lo antes mencionado, ya que, si una persona encuentra en un horóscopo similitudes con su vida o posibles predicciones, aun cuando estos no sean constantes, existe mayor probabilidad de que recurra a ello con frecuencia y, por lo tanto, se pueda asegurar la venta continua del producto. De otra forma, sabiendo que funciona en cada ocasión, el individuo buscará el pronóstico únicamente cuando lo considere necesario.

La incertidumbre que se tiene sobre el futuro, desde el inicio de los tiempos, ha llevado a la humanidad a buscar, por casi cualquier método, algo que pueda brindarle un poco de seguridad ante los problemas financieros, de salud, amor, éxito laboral o académico, entre otros. La ciencia ha ayudado en gran medida a no viajar tan ciegos en este impredecible mundo, pero para muchos no son satisfactorias las respuestas que ésta pueda dar, por lo que recurren a disciplinas que, de una forma mística, pretenden resolver sus problemas o prever su futuro.

Es muy común que, ante un diagnóstico desfavorable, una persona ignore la explicación de un médico sobre un problema de salud, por lo que, en completa negación, busca alternativas que le brinden confianza. Desde un rito religioso hasta un culto astral, éstas suelen ser las soluciones buscadas por un gran número de gente, no porque crea en su validez, sino porque el miedo de aceptar una indeseable realidad la orilla a buscar un método que le dé esperanza.

Mucha de esta inclinación a las pseudociencias puede provenir de dos ideas erróneas que se tienen de la ciencia: la primera es la omnipotencia que no pocos le atribuyen, al grado de creer cualquier cosa que venga acompañado de un «comprobado científicamente», sin investigar un poco la veracidad del eslogan, tratando a la ciencia como la verdad absoluta. La segunda es el poco interés popular que se tiene en los temas de ciencia, viendo en ésta, como en el esoterismo, un aspecto oscuro y mágico sobre el funcionamiento del mundo.

No es perjudicial practicar el misticismo, suele ayudar a las personas a recuperar confianza o, simplemente, es un apoyo para un momento difícil en su vida. Sin embargo, no es recomendable basar y atribuir todas las decisiones, actos y consecuencias en sus postulados, ya que puede resultar peligroso. Es obligación de los científicos llevar la ciencia hasta los rincones más recónditos de la sociedad para disipar la idea de que es «compleja e inalcanzable», y se comprenda que mucho de lo que pasa en la naturaleza tiene un porqué y no es magia.

La astrología se podría considerar como la madre de las pseudociencias. Es una de las más antiguas y de ella surgieron distintos tipos de cultos y rituales que se extendieron a otro tipo de artefactos, como amuletos y animales, entre otras cosas. Mientras la humanidad sienta esta vulnerabilidad ante su futuro y permanezca aislada de las explicaciones fácticas de su entorno, estas disciplinas sobrevivirán.

Pero ¿qué caso tendría vivir en un mundo en el que toda tu vida ya está escrita en las estrellas? Qué triste sería que no fueras único en el mundo, ya que compartirías características personales con todos aquellos que nazcan en días cercanos al tuyo. Si nuestras vidas están controladas por un conjunto de señales en el cielo, ¿para qué tratar de cambiar algo, si ya todo está escrito?

 

 

NOTAS

[1] Sagan Carl. 1980. Cosmos: un viaje personal. Serie televisiva.

[2] «Historia y origen de la astrología antigua» en  [http://historiaybiografias.com/historia_astrologia/]

[3] Frawley John. 2001. La Verdadera Astrología. México. Sirio.

[4] Khun Thomas S. 1996. La Revolución Copernicana: La astronomía planetaria en el desarrollo del pensamiento occidental. Barcelona. Ariel.

[5] Ídem.

[6] Frawley John. 2001. La Verdadera Astrología. México. Sirio.

[7] Forer Bertram R. 1949. «The Fallacy of Personal Validation: a Classroom Demonstration of Gullibility», en The Journal of Abnormal and Social Psychology. Vol. 44 (1):118-123.

[8] Ídem.

[9] Ma. Dolores Avia, et. al. 1987. «La falacia de la validación personal: más efectos placebo» en Estudios de Psicología. 31:9-18.

[10] Ídem.

[11] Skinner B. F. 1938. The Behavior of Organisms: An Experimental Analysis. Minnesota. Appleton Century Crofts.

 

 

 

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Alejandro Aguayo Ortiz (Ciudad de México, 1992) concluyó sus estudios de la carrera de Física en la Facultad de Ciencias de la UNAM, y actualmente desarrolla su tesis en el Instituto de Astronomía de la misma casa de estudios. Disfruta de la física tanto como de la música. Considera la investigación científica como pieza fundamental para el crecimiento de una sociedad, y a la enseñanza de la misma como un deber moral de todos aquellos que la practican.

 

Cuadrivio, revista de literatura, política, ciencias y artes.

2 comentarios

  1. Mario Alberto García Martínez

    mayo 7, 2016 at 3:19 am

    Totalmente de acuerdo, las pseudociencias seguirán existiendo por mucho tiempo, porque satisfacen la necesidad de esperanza en muchas personas.
    Solo con el paso del tiempo y con educación se terminarán erradicando las supersticiones, como lo es Astrología.

  2. Ana Lilia Arias

    marzo 20, 2016 at 7:15 pm

    Con razón, a los 20 años se está lleno de prejuicios y con muy poca información. Un texto cargado de subjetividad; o lo que es lo mismo: pseudocientífico. Pero aún hay tiempo.

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