El fracaso del Tigre Celta y las elecciones de 2011 en Irlanda

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Desde 2008, los efectos de la recesión económica en Irlanda dejaron al descubierto el pésimo aprovechamiento del crecimiento fenomenal que el Tigre Celta había comenzado en los noventa: burbujas financieras, crisis bancarias, deuda pública y humillantes rescates internacionales. Como resultado, las elecciones de este año dieron un giro a la política irlandesa, que por ochenta años había estado dominada por un mismo partido. Chesús Yuste analiza qué cambia y qué se conserva en esta transformación de la política tradicional, lo que se espera y lo que falta encarar con el nuevo gobierno.

 

Chesús Yuste Cabello

 

 

1. El final del Tigre Celta

El despegue de la economía irlandesa en la década de los 90 y en los años 2000 sorprendió al mundo, tanto que se le conocía como el Tigre Celta, por analogía con el dinamismo económico de los llamados Tigres Asiáticos. La economía irlandesa, alimentada por las subvenciones de los fondos de cohesión de la Unión Europea (UE) y por la llegada de inversores del exterior atraídos por una agresiva política de bajos impuestos, había dejado atrás aquella tierra de miserias y hambrunas del pasado. El país, que había expulsado a sus hijos a la diáspora a mediados del siglo XIX, ahora se convertía en tierra de prosperidad y de acogida.

Aquella fue una etapa prodigiosa, con unos crecimientos espectaculares del PIB (Producto Interno Bruto) sin parangón en la Unión Europea, duplicando con creces la media comunitaria: la economía irlandesa creció el 9 por ciento en 1998 y el 10.7 por ciento en 2000. En sólo diez años, entre 1992 y 2002, se llegó a duplicar el PIB por habitante. La tasa de desempleo era de las más bajas de la UE (el 3.8 por ciento en 2001); no obstante, la inflación se ubicaba entre las más altas del continente.

Parecía el país de las maravillas hasta que la fiesta se acabó. En septiembre de 2008 Irlanda fue el primer país de la Eurozona que entró en recesión. Algunos economistas ya habían advertido ocho años antes que el crecimiento económico no estaba generando empleo, sino que se limitaba a inflar la burbuja. Los bancos aumentaban un 30 por ciento anual la concesión de créditos, sobre todo a especuladores inmobiliarios. Así, el valor de las viviendas se había multiplicado por diez desde el inicio del boom, y seguía aumentando. Hasta que todo se vino abajo como un castillo de naipes, la trágica consecuencia de una riqueza mal invertida y mal administrada. La burbuja inmobiliaria y financiera, inflada por los bajos tipos de interés del euro y la expansión del crédito, provocó que el pasivo neto internacional de los bancos irlandeses se disparara del 20 por ciento del PIB en 2003 al 70 por ciento en 2008. Cuando la crisis financiera global provocó el cese inmediato de los flujos de crédito, el Gobierno de Brian Cowen, preso del pánico, decidió, en septiembre de 2008, garantizar la deuda de los bancos. Aquella decisión de rescatar a casi todos los bancos convirtió la crisis financiera en una fiscal de deuda pública[1], lo cual le obligó a recabar la intervención internacional, con la consiguiente pérdida de soberanía y el despertar de la indignación de la mayoría del pueblo irlandés.

Y es que la agonía del Tigre Celta iba a arrastrar consigo no sólo a la élite financiera del país, sino también a quienes desde la política habían personificado esa etapa de crecimiento económico y que no previeron las consecuencias catastróficas de su desmoronamiento. Ésa es la causa principal por la que las elecciones de 2011 han supuesto un vuelco sin precedentes en el tradicional mapa político de la Irlanda independiente.

Durante el primer cuatrimestre del año, todos los ciudadanos y ciudadanas de la isla, al norte y al sur de la frontera artificial que divide el país desde 1920, fueron llamados a las urnas: el 25 de febrero se renovaba la Dáil (la Cámara Baja del Parlamento de la República de Irlanda ) y el 9 de mayo la Asamblea de Stormont (la sede tanto del Ejecutivo Autónomo como de la Asamblea Legislativa de Irlanda del Norte). Una doble convocatoria electoral marcada por la crisis económica, aunque con distinto comportamiento en el norte y en el sur.

Mientras en la todavía provincia británica de Irlanda del Norte, para proteger los logros del proceso de paz, se va a optar por la estabilidad al reforzar el bipartidismo formado por los antiguos enemigos, los unionistas duros del DUP (Democratic Unionist Party) y los republicanos del Sinn Féin[2], el electorado de la República de Irlanda va a castigar severamente al gobierno de Dublín y, en concreto, al Fianna Fáil, el histórico partido republicano de Éamon de Valera, hegemónico durante las últimas ocho décadas, que se había identificado con el milagro económico de los noventa y que ahora también iba a encarnar la catástrofe socioeconómica y la humillación ante Bruselas.

 

2. La agonía del Fianna Fáil

Las encuestas llevaban bastante tiempo señalando un desgaste del gobierno sin precedentes. El Fianna Fáil, el partido que más tiempo ha ocupado el gobierno en la historia de la Irlanda independiente, 70 de los últimos 80 años (1932-1973, 1977-1981, 1982 y 1987-2011), iba a sufrir el castigo más severo. Quien personificó la prosperidad iba a encarnar también la crisis. El electorado irlandés, lleno de razones, iba a responsabilizar al partido de Bertie Ahern y de Brian Cowen de las decisiones que condujeron a la crisis y de la impopular receta aplicada para salir de la misma.

En realidad, el desgaste del gobierno ya había empezado en 2007, tal como lo anunciaron las encuestas pocos meses después de las elecciones en que Bertie Ahern ganó su tercer mandato consecutivo como Taoiseach, Primer Ministro de la República de Irlanda, el 24 de mayo. La decisión de Ahern de subirse el sueldo un 15 por ciento (que llegaría a superar al del Presidente de Estados Unidos o al del Primer Ministro británico) escandalizó a la sociedad irlandesa que empezaba a ver ciertos síntomas de incertidumbre económica y que contemplaba al líder que había encarnado la prosperidad de la nación (recordemos que Bertie Ahern fue ministro de Economía, 1991-1994, antes que Taoiseach, 1997-2008), envuelto en un escándalo de corrupción que le llevó a comparecer ante el Tribunal Mahon[3] por haber recibido importantes sumas de dinero de grandes empresarios en los noventa, a cambio de favores políticos según un testigo (aunque él alegó que era para atender a los enormes gastos derivados de su divorcio). En mayo de 2008 se vio forzado a dimitir, sucediéndole al frente del gobierno el hasta entonces ministro de Economía, Brian Cowen, quien asumiría la máxima responsabilidad durante la inminente crisis económica y financiera.

Y es que, a pesar del espectacular crecimiento económico experimentado en este país durante los 15 años anteriores, en marzo de 2008, es decir, seis meses antes de entrar en recesión, la Conferencia de Religiosos de Irlanda denunciaba que el 17 por ciento de los trabajadores irlandeses, más de 720 mil personas, vivía por debajo del umbral de la pobreza relativa, consecuencia directa de la mala gestión del Gobierno en la distribución de la riqueza generada por el Tigre Celta.

Así que, en un contexto de recesión, de decrecimiento de la economía irlandesa, el nuevo Taoiseach se embarcó en el rescate de los bancos en crisis (Anglo Irish Bank, Allied Irish Bank [AIB] y Bank of Ireland [BoI]), mientras aprobaba unos presupuestos de ajuste para 2009, con recortes en el gasto social: eliminó la tarjeta sanitaria para los mayores de 70 años y subió las matrículas universitarias, lo cual provocó las primeras movilizaciones ciudadanas en su contra. Así, en los siguientes ejercicios, mientras los indicadores económicos continuaban empeorando (cierre de empresas, aumento del paro, crecimiento del déficit presupuestario…), el gobierno prosiguió con una espiral de medidas impopulares (fuerte subida de impuestos y recorte de la inversión) en una loca carrera por soltar lastre, acuciado por la necesidad de sanear las arcas públicas y recuperar una imagen de seriedad y solvencia económica que contentara a los mercados financieros y atrajera de nuevo a los inversores extranjeros. Una política de recortes draconianos, aun en riesgo de eliminar los necesarios estímulos para la actividad económica y el consumo. Hay que tener en cuenta que el gobierno de Dublín, al haber optado por el euro como moneda nacional, había renunciado a la posibilidad de estimular las exportaciones devaluando su divisa (como lo ha hecho el Reino Unido con la libra esterlina, por ejemplo).

Algunas medidas anticrisis resultaron ser especialmente sangrantes para la sociedad irlandesa, como la de dedicar 10 mil millones de euros del Fondo Nacional de Reserva de las Pensiones para inyectarlos en los cinco grandes bancos del país con la intención de asegurar su viabilidad a largo plazo, o la de crear la NAMA (National Asset Management Agency), la agencia pública que actúa como «banco malo» para liberar al sistema financiero irlandés de sus activos tóxicos. A nadie le extrañó que el índice de satisfacción del gobierno cayera estrepitosamente hasta el 11 por ciento en las encuestas, convirtiendo a Brian Cowen en el Taoiseach peor valorado de la historia de Irlanda, con un escuálido 15 por ciento. El clamor por un cambio de gobierno era ya ensordecedor.

En junio de 2010 se hicieron públicos dos informes sobre los orígenes de la grave crisis económica que afectaba a Irlanda (el de los ex economistas del Fondo Monetario Internacional [FMI], Klaus Regling y Max Watson, y el del gobernador del Banco Central de Irlanda, Patrick Honohan). Ambos concluyen que la crisis del sector bancario en Irlanda la habían provocado las decisiones equivocadas tomadas durante años por el gobierno de Dublín y el fracaso de los organismos de control a la hora de supervisar las actividades de las entidades financieras. La vigilancia y supervisión de las cuentas públicas y de las entidades financieras podría haber ayudado a Irlanda a «amortiguar» las consecuencias de la recesión, que ha resultado ser «más duradera y profunda» de lo que cabía esperar. La política del gobierno, que malgastaba el dinero generado por los impuestos procedentes del sector inmobiliario y del consumo público en presupuestos demasiados generosos, mientras se deslizaba por un continuo recorte de los impuestos, dejó las arcas del Estado en una posición de fragilidad, con una política fiscal que incrementó la vulnerabilidad de la economía irlandesa. Mientras, el sistema de regulación se caracterizó por su excesiva deferencia hacia los bancos y por las tímidas respuestas ante ciertas señales de alarma en sus actividades prestamistas, lo cual llevó a pensar que la fiesta podría continuar para siempre. Sin nombrarlo, esos informes señalaban al entonces Taoiseach Brian Cowen, quien previamente había sido titular de Economía entre 2004 y 2008.

Las distintas encuestas a lo largo de 2009 y 2010 iban pronosticando la derrota del Fianna Fáil (FF) y de sus socios del Partido Verde. Ya en mayo de 2009 el FF no sólo cedía la primera posición a su rival tradicional, el conservador Fine Gael (FG), sino que podía ser adelantado por el habitual tercer partido, el Laborista. Aunque no se dio ese caso en las elecciones locales y al Parlamento Europeo del 5 de junio de 2009, en las que ganó el FG (por primera vez en unos comicios locales) y el FF quedó en el segundo puesto.

Pero las sorpresas aún estaban por llegar. En junio de 2010, el Partido Laborista, por primera vez en la historia, se encaramaba al primer lugar en las encuestas. Y en diciembre, la posibilidad de una mayoría aritmética de las izquierdas (Laborista-Sinn Féin) se apuntaba en los sondeos, cuando el minoritario Sinn Féin duplicaba su intención de voto y llegaba a disputarle el tercer puesto al Fianna Fáil[4]. ¿Nos encontrábamos ante un cambio transcendental en el sistema de partidos irlandés nacido de la guerra civil, 90 años atrás? ¿La crisis iba a hacer añicos el bipartidismo FF-FG casi centenario? Y es que la alternativa de Fine Gael perdía fuelle frente al auge del laborismo, cuyo líder, Eamon Gilmore, comenzaba a encabezar las encuestas de popularidad.

El tiro de gracia en la sien de un gobierno agonizante fue la aceptación del rescate financiero a manos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Central Europeo (BCE). «El final ignominioso de un gobierno fracasado», por citar las palabras del editorial «¿Era para esto?» de The Irish Times, habitualmente cercano a las tesis del partido gubernamental. El editorial[5], llamado a ser una pieza histórica, arrancaba con una inusual contundencia:

Podría resultar extraño para algunos que The Irish Times preguntase si era por esto por lo que murieron los hombres de 1916[6]: un rescate económico de la canciller alemana con unos cuantos chelines de compasión del Ministro de Hacienda británico como guarnición. Ahí yace la vergüenza de todo esto. Después de haber obtenido nuestra independencia política de Gran Bretaña para convertirnos en dueños de nuestros propios asuntos, ahora hemos rendido nuestra soberanía a la Comisión Europea, al Banco Central Europeo y al Fondo Monetario Internacional. Sus representantes cabalgarán hasta la calle Merrion[7] hoy mismo.

A veces Fianna Fáil ha servido muy bien a Irlanda, a veces muy mal. Sin embargo, incluso en sus peores momentos, siempre mantuvo algo de respeto para su compromiso fundamental que decía que los irlandeses deberían de controlar sus propios destinos. Identifica entre sus objetivos principales el compromiso «de mantener el estatus de Irlanda como un estado soberano».

Fueron días traumáticos para el pueblo irlandés, que se sintió «engañado y traicionado» (en palabras del líder del Partido Verde, John Gormley, socio del gobierno). En un contexto de desánimo general, la ayuda exterior se percibía como una cesión de soberanía y toda una humillación nacional. La indignación popular contra el rescate del FMI y del BCE por valor de 85 mil millones de euros (113 mil millones de dólares) y las condiciones impuestas, las cuales suponen recortes no sólo en el gasto público, sino también en la dignidad nacional del pueblo irlandés, provocará un rápido desmoronamiento del gobierno, con dimisiones de ministros y desafíos al liderazgo de Cowen, quien se veía obligado a adelantar la convocatoria de las elecciones hasta el 25 de febrero de 2011, recortando la legislatura en 15 meses, y, por supuesto, a renunciar a ser el candidato. Sólo le dará tiempo de aprobar la Ley de Presupuestos y la Ley Financiera imprescindible para el rescate internacional. La suerte estaba echada.

Con un déficit equivalente al 32 por ciento del PIB; un tasa de paro del 13 por ciento (y del 30 por ciento entre los jóvenes); un agujero de 50 mil millones de euros en los bancos; un plan de austeridad que preveía reducir los salarios del sector público hasta el 20 por ciento y desmantelar el Estado del bienestar; con un cuarto de millón de viviendas y oficinas a medio construir y 200 mil familias, cuyas hipotecas valen más que su propiedad; con la expectativa de que 100 mil irlandeses tengan que volver a emigrar… ¡y con mil 500 pubs cerrados!, asistíamos sin duda a la crónica de una muerte anunciada: la debacle del Fianna Fáil.

 

3. El nuevo gobierno Fine Gael-Laborista

Así fue la economía -y sus afecciones sociales, por supuesto- la que, como un tsunami, arrasó en las urnas a los partidos que componían el gobierno irlandés. El Fianna Fáil se desplomó hasta el tercer puesto. Su nuevo líder, Micheál Martin, pudo frenar la caída y evitar el cuarto puesto con el que amenazaban las encuestas[8], pero obtuvo sólo 20 parlamentarios y un humillante 17.4 por ciento de los votos, dejándose en el camino 24 puntos y 57 escaños. Fue el peor resultado de la historia: en ocho décadas nunca había quedado por debajo del 35 por ciento. A su socio, el Partido Verde, no le fue mejor: perdió sus seis escaños y quedó fuera del Parlamento.

Los grandes triunfadores, como se esperaba, fueron el Fine Gael, de Enda Kenny, con 76 diputados (25 más que en 2007, con casi nueve puntos más); el Partido Laborista, de Eamon Gilmore, con 37 parlamentarios (duplicó sus votos y casi sus escaños); y el Sinn Féin con 14 parlamentarios (¡sumó diez más!, creciendo del siete al diez por ciento). El salto del líder del Sinn Féin, Gerry Adams, desde su cómodo feudo de Belfast Oeste al Parlamento de Dublín le ha permitido aprovechar el espacio que la crisis había abierto para el discurso de la izquierda. También merece mención destacada la coalición izquierdista United Left Alliance[9], encabezada por el trotskista Joe Higgins, quien irrumpió en la Dáil con cinco escaños.

Todos eran conscientes de que pocas diferencias podrían haber entre el gobierno anterior y el siguiente, que iban a compartir las mismas recetas impuestas por los mercados financieros. Por eso, algunos carteles humorísticos durante la campaña electoral sugerían que el auténtico candidato a Taoiseach de los partidos que aprobaron el rescate del BCE y del FMI (Fianna Fáil-Fine Gael-Labour-Verde) era el comisario europeo de asuntos económicos y monetarios, el finlandés Olli Rehn.

En tiempo récord se constituyó el nuevo gobierno encabezado por el líder de FG Enda Kenny y con el laborista Gilmore como Tánaiste[10] y ministro de Exteriores y Comercio. En su programa[11], ambos partidos han acordado trasladar el objetivo de déficit del tres por ciento a 2015; reducir entre 18 mil y 21 mil empleos públicos en 2014 y otros 4 mil en 2015; ingresar hasta 2 mil millones de euros con la venta de activos estatales no estratégicos; revisar la financiación de la educación superior; crear una nueva empresa estatal de aguas que instale medidores de agua en cada casa y cobre por el consumo; elaborar un Plan Nacional de Desarrollo 2012-2019; crear un banco de inversión estratégica; y mantener los tipos actuales del impuesto sobre la renta, entre otras medidas económicas.

También han pactado constituir una Convención que aborde la reforma constitucional (específicamente el matrimonio entre personas del mismo sexo, la reducción del mandato presidencial de siete a cinco años, la reducción de la edad para votar y la eliminación de la disposición sobre la blasfemia), así como convocar cinco referendos sobre la abolición del Seanad Éireann[12], las comisiones parlamentarias de investigación y los derechos de la infancia, entre otras materias. Dentro de las reformas políticas, se reducirá el número de diputados, se recortarán los sueldos de los ministros, se controlarán mejor los gastos políticos…

Entre otras medidas de impacto social, destacan dos: se iniciará el seguro universal de salud en el año 2016, con el acceso según las necesidades y el pago según la capacidad; y se reformará en profundidad el plan de estudios en relación con la lengua irlandesa, aunque no se cita la controvertida propuesta de Fine Gael de eliminar el irlandés como asignatura troncal obligatoria en la enseñanza secundaria.

Con respecto a la renegociación de las condiciones del rescate financiero, Dublín aspira a que se le reduzca en un punto los intereses por el préstamo (lo que le ahorraría el equivalente de un 0.4 por ciento del PIB), pero Bruselas sólo contempla esa rebaja si el gobierno irlandés incrementa el tipo impositivo del Impuesto de Sociedades (actualmente del 12.5 por ciento, el tercero más bajo de la UE tras Malta y Bulgaria). Esta peculiaridad fiscal irlandesa, a los ojos de Dublín, no sólo es la pieza clave para mantener la inversión extranjera y así asegurar la recuperación económica futura, sino que se habría convertido en símbolo de soberanía nacional frente a la imposición de la armonización tributaria por parte de Europa. La sociedad irlandesa está percibiendo las presiones europeas como si fueran una venganza por los excesos y la arrogancia del Tigre Celta, que en dos ocasiones frenó la construcción europea al rechazar en referéndum los Tratados de Niza en 2002 y Lisboa en 2008 (aunque los aprobara en una segunda convocatoria tras arrancar algunas garantías).

 

4. A modo de conclusión: 100 días de esperanza

Desde fuera de la isla puede resultar extraño o incluso contra natura una coalición formada por un partido conservador como el Fine Gael y uno socialdemócrata como el Partido Laborista, pero no es algo inhabitual en Irlanda[13], pues el Labour ha venido jugando el papel de bisagra entre los dos grandes partidos surgidos de la guerra civil de 1922-23: Fianna Fáil (liberal-populista, de perfil nacionalista) y Fine Gael (democristiano-conservador, de perfil no nacionalista). También puede resultar algo excepcional una Gran Coalición[14] formada por las dos fuerzas más votadas, aunque, por supuesto, las exigencias de una crisis de tal magnitud lo justifican[15]. La crisis política y económica va a obligar al nuevo gobierno a emprender importantes reformas tanto institucionales como económicas y sociales (muchas de ellas impopulares que recibirán contestación en la calle). Parece razonable, por tanto, que quiera contar con el máximo respaldo parlamentario posible.

No obstante, cumplidos los primeros 100 días, el nuevo Gobierno sigue disfrutando de su luna de miel: su líder, Enda Kenny, obtiene un 65 por ciento de satisfacción en las encuestas (26 puntos más desde las elecciones). Aún no ha tenido que tomar las decisiones más duras, pero, de momento, un electorado golpeado por tres años de malas noticias, valora el optimismo que transmite el nuevo Taoiseach. Está brillando más en su nuevo papel que como líder de la oposición, donde mostraba sus debilidades. Su imagen pública se ha visto favorecida por las históricas visitas recientes del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y de la reina de Inglaterra, Isabel II.

Asimismo, ha contribuido a la popularidad de Kenny su negativa a subir el impuesto de sociedades, tal como le reclaman desde la Unión Europea. Eso sí, apenas ha empezado a cumplir sus compromisos del programa de gobierno (se ha creado la iniciativa de empleo, aunque financiada a costa de las pensiones; y se ha revertido el recorte del salario mínimo, por citar dos medidas concretas), mientras se conocen ya las primeras renuncias, como la decisión de recapitalizar los bancos a pesar de haber prometido lo contrario durante la campaña. Pero las medidas más impopulares están por venir (reformar el sistema público de pensiones, cobrar por el agua consumida en los hogares, etcétera), aunque también lo más popular (el seguro de salud universal). En todo caso, se espera un otoño más complejo para el gobierno, al que ya le quedan pocas mieles que disfrutar.

Y es que si la crisis arrastró consigo al abismo al gobierno anterior, también podría repetirse la historia si la recuperación se retrasa y empieza a dañar la popularidad del gobierno actual. Así, mientras Fine Gael y Labour intentan aprovechar su oportunidad desde Merrion Street, el Fianna Fáil de Micheál Martin desde la oposición se lame las heridas con la esperanza de poder recuperarse cuanto antes alimentándose del desgaste que inevitablemente le tocará asumir a Enda Kenny.

Por su parte, el Sinn Féin de Gerry Adams, consciente de que su sueño de una Irlanda unida pasa por consolidarse como fuerza relevante en el sur, confía en seguir creciendo a costa del laborismo, que deberá defender ahora medidas impopulares difícilmente asumibles por su electorado obrero y progresista. Se abre, pues, un futuro lleno de incertidumbres en la isla esmeralda, aunque los irlandeses, acostumbrados a encarar penalidades, sabrán seguir en pie, aunque ya no vaya a rugir el tigre como antes.

 

NOTAS


[1] Sebastián Royo, «El sueño roto de Irlanda», Cinco Días, 1 de marzo de 2011. Obtenido en http://www.cincodias.com/articulo/opinion/sueno-roto-irlanda/20110301cdscdiopi_1/

[2] Chesús Yuste, «Stormont: se acentúa el bipartidismo DUP-SF», en Innisfree, 8 de mayo de 2011. Obtenido en http://innisfree1916.wordpress.com/2011/05/08/stormont-se-acentua-el-bipartidismo-dup-sf/

[3] S.A., «Mahon Tribunal», en Mediawiki, 28 de agosto de 2009. Obtenido en http://www.mahontribunal.com/index.php?title=Mahon_Tribunal

[4] Stephen Collins, «Fianna Fáil plunges to record low level of support in latest poll», en The Irish Times, 16 de diciembre de 2010. Obtenido en: http://www.irishtimes.com/newspaper/frontpage/2010/1216/1224285655638.html?digest=1

[5] S.A., «Was it for this?», The Irish Times, 18 de noviembre de 2010. Obtenido en http://www.irishtimes.com/newspaper/opinion/2010/1118/1224283626246.html

[6] «1916» alude al Levantamiento de Pascua contra la ocupación británica ocurrido en Dublín el 24 de abril de 1916. Fue una rebelión fallida y sus líderes fueron fusilados, pero aquello fue embrión para la victoria electoral del partido republicano Sinn Féin en diciembre de 1918, la posterior guerra de independencia (1919-1921) y la constitución del Estado Libre en 1922 y de la República de Irlanda en 1948.

[7] En Merrion Street, en Dublín, se encuentra la sede del Gobierno de la República de Irlanda.

[8] Aine Kerr y Fiach Kelly, «Poll shock: FF slumps to fourth behind SF», en Irish Independent, 3 de diciembre de 2010. Obtenido en: http://www.independent.ie/national-news/poll-shock-ff-slumps-to-fourth-behind-sf-2446689.html

[9] La Alianza Izquierda Unida (United Left Alliance [ULA]) es una coalición formada por el Socialist Party (SP), de ideología trotskista; el partido People Before Benefit (la gente antes que el beneficio); y el Workers and Unemployed Action Group de Tipperary ([WUAG], grupo de acción de trabajadores y desempleados, escindido del Partido Laborista).

[10] Vice primer ministro de la República de Irlanda.

[11] «Government for national recovery 2011-2016», documento .pdf. Obtenido de http://www.irishtimes.com/focus/2011/coalition-pact/agreement.pdf

[12] Senado irlandés.

[13] Precedentes de gobiernos de Fine Gael con Labour Party: 1948-51, 1954-57, 1973-77, 1981, 1982-87 y 1994-97.

[14] Chesús Yuste, «Una reflexión sobre la “gran coalición” en Irlanda», en Innisfree, 10 de marzo de 2011.Obtenido en http://innisfree1916.wordpress.com/2011/03/10/un-reflexion-sobre-la-gran-coalicion-en-irlanda/

[15] Así lo dice el acuerdo suscrito por Enda Kenny y Eamon Gilmore: «Las horas más oscuras en la historia de nuestro Estado independiente» justificarían la creación de un «Government for National Recovery 2011-2016» (Gobierno para la recuperación nacional).

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Chesús Yuste Cabello (Zaragoza, Aragón, España, 1963) es licenciado en Historia Contemporánea por la Universidad de Zaragoza. Editor del blog sobre Irlanda Innisfree1916. Autor de diversos artículos sobre la historia de Irlanda, la de Escocia, el proceso de paz norirlandés y la participación de los irlandeses en las Brigadas Internacionales. Colaborador del periódico mensual de la comunidad irlandesa de Argentina The Southern Cross. Ha sido Diputado de las Cortes de Aragón entre 1995 y 2011. Ha escrito la novela policíaca La mirada del bosque (Paréntesis, 2010).

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Cuadrivio, revista de literatura, política, ciencias y artes.

3 comentarios

  1. Thomas Hennigan

    septiembre 2, 2011 at 2:59 am

    Acertada la crónica del debacle del así llamado Tigre Celta. Soy irlandés, pero vivo fuera de Irlanda ya casi 40 años. Si bien es cierto que los gobiernos de Fianna Fail bajo el liderazgo de Bertie Ahern han sido un desastre para Irlanda, pero hay que pensar que mientras parecía que la economía iba viento en popa una gran mayoría de los votantes apoyaban a estos políticos nefastos. Además de una crisis económica, se trata de una crisis moral. A nosotros los que vivimos fuera del país los políticos no nos dejan votar. Si hubiera podido votar, ciertamente hubiera vota en contra de Fianna Fail. Es lamentable que después de tantos esfuerzos y fracasos en el pasado, Irlanda ha perdido la oportunidad de alcanzar un nivel de prosperidad estable debido a la corrupción de los políticos en comunión con los banqueros, gracias a que lograron engañar a los votantes. Cuando se da una burbuja económica casi todo el mundo pierde la cabeza. Me acuerdo como en mis visitas a Dublín veía que se vendían una casitas adosadas de tres pequeños dormitorios y un baño por la increíble suma de 650,000 euros. No hacia falta ser un genio para darse cuenta que aquello era insostenible.

  2. Pingback: Ecos de Irlanda | Revista Cuadrivio

  3. Rosa Maria Stoops

    agosto 6, 2011 at 3:07 pm

    Fabuloso contenido en esta revista. El articulo de Chuste Innisfree muy bueno, el de los Mayas, ni se diga. Excelente!

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