Wednesday, 20th June 2012

Ningún camino a City

Publicado el 15. mar, 2011 por en Libros, Zoo

 

A Miguel Cabrera, «Sómacles»

Sería mucho más sencillo si no te hubieran inculcado esa historia de llegar a algún sitio, bastaría con que te hubieran enseñado, sobre todo, a ser feliz permaneciendo inmóvil. Todas esas historias sobre tu camino. Encontrar tu camino. Ir por tu camino. A lo mejor, en cambio, estamos hechos para vivir en una plaza, o en un jardín público, allí quietos, dejando pasar la vida, a lo mejor somos una encrucijada, el mundo necesita que estemos quietos, sería un desastre que nos marcháramos, en un momento dado, por nuestro camino, ¿qué camino?, los otros son los caminos, yo soy una plaza, no llevo a ningún sitio, soy un sitio

Alessandro Baricco, City.

 

Drusila Torres

City (1999), novela del escritor italiano Alessandro Baricco, es un mosaico no sólo de escenas y personajes, sino también una variada paleta narrativa y un collage de la cultura norteamericana vista desde otra perspectiva: una visión más allá de la crítica, una visión poética.

I. La cultura norteamericana hecha poesía

El crítico literario George Steiner, quien se educó principalmente en Estados Unidos, escribió en 1981 un ensayo titulado «Los archivos del Edén» en el que se dedica a construir y deconstruir el mito de la cultura norteamericana. Explica: si ésta es una cultura, de hecho, vieja, ya que se desarrolló con base en los antiguos valores europeos, asimismo es una cultura aún no preparada para crear pensamiento filosófico ni artístico a la altura de su progenitor: Europa.

Entre otros aspectos, Steiner destaca que a pesar de que las instituciones de Estados Unidos se han empeñado en democratizar (a un nivel de populismo) la alta cultura (el arte, las universidades y las ciencias), esto no ha servido para aumentar el genio creativo ni el pensamiento elevado, sino que, por el contrario, el pensamiento norteamericano, cuyo ethos es primordialmente material, utilitario y tendiente a la especialización, división y eficacia del trabajo, ha demeritado las artes, las ciencias seculares y el pensamiento filosófico al nivel del artificio, pues, si estas actividades no derivan en una ganancia (monetaria) a futuro implican decadencia e incluso un sinsentido peligroso (Steiner 2001, passim).

Cuando el crítico sostiene que la cultura norteamericana produce mayoritariamente imitaciones o parodias del arte europeo, ejemplifica con el arte producido por John Jaspers, Warhol, Rothko y con la producción en masa de libros de bolsillo que, si bien ha permitido que un mayor número de personas puedan adquirir la gran literatura, también ha dado pie a que se produzca mediocre literatura al alcance de todos.

En fin, Steiner concluye que ni aun dadas las mejores condiciones para que la civilización se desarrolle plenamente han de servir para que el genio surja, pues, según su proposición, el genio no se hace, nace; pocos realmente son los que con verdadera vocación se consagran a los más altos saberes, que desde su visión de investigador son las artes, las ciencias y la filosofía.

Quizá el que un italiano y no un norteamericano haya escrito una novela sobre una ciudad estadounidense apoye la tesis de George Steiner. Me refiero a City, obra en la que Alessandro Baricco muestra a la cultura norteamericana desde la perspectiva poética, en la que el poeta-novelista hace las veces de Midas y convierte en oro todo lo que toca.

Sabemos que Estados Unidos se distingue, por un lado, por la cantidad de universidades y college, la calidad de sus investigaciones y las múltiples revistas especializadas que difunden los frutos que científicos y universitarios obtienen de sus estudios; por otro lado, también es el país que reconocemos como el principal difusor de los establecimientos de Fast Food, las películas o historias del oeste (western) y la popularización del boxeo como deporte y espectáculo.

De todo lo anterior Baricco logra hacer un canto. Un niño que se abstrae en el salón de una universidad inmensa para estudiar religiosamente sus lecciones sobre estadística. Un maestro que imparte clases de ciencias tratando de descifrar el verdadero significado de las Nymphéas de Monet. Un alumno y un profesor que rebaten una tesis sobre «la dinámica acoplada de las pseudopartículas» desde un desayunador del college. Pero aún más plena en matices resulta esta narración cuando Baricco crea una de las estéticas más sensuales de su propia narrativa. No puedo asegurarlo, pero creo que un western trae a la imaginación de muchos de nosotros historias de pistolazos, duelos, caballos y cantinas que poco tienen que ver con las metáforas e imágenes recurrentes de la poesía; una pelea de box, creo,  nos hace imaginar gritos, sudor, golpes y sangre, pero no es probable que recordemos alguna figura retórica. Y sí, hay mucho de eso en las páginas de City, pero también una pelea de box sirve a un adolescente como medio de liberación, imaginando en el ring una danza rítmica entre dos cuerpos que intercambian la energía de sus fuerzas primero en como en un vals y después en una danza tribal: acelerada y furiosa.

El western que cuenta la nana Shatzy en interludios es una verdadera oda al viento y al tiempo; contemplamos un reloj detenido que aletarga las vidas de sus personajes porque el tiempo es el gran cobrador de deudas y ahí, en Closigntown, muchos han arrebatado no sólo el tesoro de un pueblo sino lo más preciado: la belleza, la vida, el amor. El erotismo característico de la poesía narrativa de Baricco desploma frente a nuestros ojos en las descripciones de los personajes de este cuento del oeste. En este punto es preciso aclarar que, aunque leí la novela en español, mi deseo de saborear el texto en su verso natural me llevó a buscar el fragmento que comparto con ustedes:

Bella è la puttana di Closing Town, bella neri i capelli della puttana di Closing Town, neri ecine di libri nella sua stanza al prima piano del saloon li legge  quando aspetta storie con un inizio ed una fine se glielo chiedi, te li  racconterà giovane la puttana di Closing Town, giovane tenendoti  tra le gambe ti sussurra, amore diceva Shatzy che costava come quattro birre sete di lei nei pantaloni di tutta la città [1].

Este mismo deseo fue el que llevó a Baricco a contactar al grupo de música electrónica Air para grabar City Reading, disco que recopila la historia del western narrada por el propio autor y musicalizada por la agrupación francesa. Dicha grabación la puedes escuchar en el blog de Cuadrivio.

City, no es una sola historia ni se concentra en un solo tiempo. La verdadera protagonista de City es la ciudad misma. No sabemos su nombre, no sabemos de dónde partimos ni a dónde nos dirigimos mientras vamos leyendo, sino que los personajes con quien nos encontramos nos toman de la mano y nos llevan a dar un recorrido por cada uno de los lugares públicos, las casas y las incertidumbres de esta ciudad que no es como cualquier otra; es la ciudad hecha poesía.

II. Gould: la mente, el silencio y la nada

Gould es uno de los personajes principales de City, es el niño genio que a sus escasos 11 años ya había entrado a la universidad y que a los 14 se encontraba estudiando el equivalente a un doctorado. Teniendo todas las condiciones propicias: un padre que se preocupa por su manutención (aunque no viva con él), la asistencia a una de las mejores universidades, la dirección de los mejores maestros y el apoyo general de distintas instituciones educativas, todo pareciera indicar que el destino de Gould es alcanzar, como otros muchos científicos de su país, el galardón del Premio Nobel, lo que todos esperan de él es que su carrera científica lo conduzca hasta la fama y el éxito.

Sin embargo, como bien apuntaba George Steiner en el ya citado ensayo, la cultura estadounidense, a pesar de poseer las condiciones adecuadas para albergar a las mentes más brillantes de la humanidad, no garantiza que éstas germinen. En el caso de Gould, la ascensión al mundo del reconocimiento científico no ocurre, pero no porque el chico carezca de verdadero talento ni mucho menos de coacciones que lo opriman para desbordar su superdotada inteligencia; por el contrario, es otra cosa, lo que los filósofos denominan «el olvido del ser», el gran descuido del pensamiento norteamericano, lo que provoca la huida de este personaje.

Ciertamente, sucedió que todos estaban obsesionados con esta precoz inteligencia, y así, por enseñarle los métodos más sofisticados del análisis matemático y estadístico, olvidaron enseñarle algo tan natural en la niñez como jugar futbol o botar y lanzar una pelota de baloncesto. Nadie nunca atendió la verdadera necesidad del ser de Gould, con excepción de su nana Shatzy, quien finalmente tampoco puede acompañarlo en su viaje.

Este pequeño (por la edad no por importancia) personaje vive aprisionado no sólo en su City sino también atrapado en su propia mente, llena de personajes y amigos imaginarios, de experiencias desagradables, de abandonos, de conocimientos inútiles que… que….

Mientras observa a otro niño jugar con los balones que él ni siquiera se ha atrevido a tocar, sólo desea realmente una cosa: escapar de su propia cárcel, dejar de enunciar las respuestas para tener una sola y única cosa en su mente, eso que también deseaba Monet mientras pintaba los lienzos que componen las Nymphéas: el silencio, la nada: «Expulsados del saber, lejos de los pensamientos, pensó Gould. Niño hermano, en el vacío de un patio vacío, tú y tus preguntas, enséñame esa calma y el gesto seguro que encuentra la retina, esa respiración, en el extremo opuesto a todos los miedos» (Baricco 2007: 230).

Un buen día Gould abandona universidad, nana y familia (que, por cierto, nunca lo aceptó tal como era) y emprende el viaje. ¿Adónde? Tampoco se sabe. Lo más probable es que a un lugar donde habite la libertad que brinda el silencio: «En otra vida seremos honestos –dice el maestro de Gould–, seremos capaces de callar» (260).

George Steiner, al final de su ensayo, se pregunta si quizá el Paraíso prometido que imaginaron los habitantes de la Nueva Inglaterra o la satisfacción plena que promete el American Way of Life siempre ha sido un supuesto equivocado. Quizá, dice Steiner, la labor de los «cómplices de la vida del espíritu» se encuentre en un contra-Edén que no está ni en Nueva York ni en ninguna otra ciudad de Estados Unidos, sino lejos, quizá en Siracusa. Entonces…

—¿Nos vamos?

—Nos vamos.

Bibliografía

Baricco, Alessandro, City. 2ª impresión. Barcelona, Anagrama, 2007.

Steiner, George, «Los archivos del Edén», en Pasión intacta. 3ª edición. Madrid, Siruela (Serie Mayor Biblioteca de Ensayo, 5), 2001, pp. 295-345.


[1] Hermosa es la puta de Closingtown, hermosa. Negros son los cabellos de la puta de Closingtown, negros. Hay decenas de libros en su habitación, en el primer piso del saloon, que lee mientras espera, historias con un principio y un final, si se lo pides, te las contará. Joven es la puta de Closingtown, joven. Al tenerte entre sus piernas te susurra: amor mío. Decía Shatzy que costaba como cuatro cervezas. Sed de ella en los pantalones de toda la ciudad. (Baricco, 2007: 100)

 

 

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Drusila Torres Zúñiga (ciudad de México). Licenciada en Letras Hispánicas por la UNAM. En 2009 obtuvo el Primer lugar del Premio Nacional al Estudiante Universitario José Emilio Pacheco, en la categoría de poesía.

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Un comentario a “Ningún camino a City”

  1. Verónica G. Lagos 18 febrero 2012 at 17:33 #

    Maravillosa reseña. Enhorabuena.


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