Wednesday, 20th June 2012

La marrana negra de la literatura rosa, de Carlos Velázquez

Publicado el 15. mar, 2011 por en Libros, Zoo

 

Joaquín Guillén Márquez


La literatura rosa se rige bajo el principio de ser melosa, cursi y fresa. En ella el amor siempre triunfa, los malos pagan y hay un arcoíris al final para los protagonistas. No es sorpresa que las telenovelas tomen como base todas estas historias, con arquetipos más que repasados y los conviertan en un producto consumible, de fácil disfrute y sin muchos giros narrativos.

Carlos Velázquez (Torreón, Coahuila, 1978) es un escritor producto de su tiempo, del posnorteñismo, de los melodramas y la ironía. Con La Biblia Vaquera (Tierra Adentro, 2008), Velázquez se estableció como uno de los mejores cuentistas contemporáneos, su escritura era fresca, sus personajes eran curiosos, y al mismo tiempo, rompía y seguía una tradición, la de la llamada «literatura norteña».

La marrana negra de la literatura rosa (Sexto Piso, 2010), el nuevo libro de Velázquez, sigue la misma línea de su trabajo anterior, sin embargo, hay diferencias sustanciales que me impiden pensar en el libro como una secuela. Mi primera experiencia con La marrana fue en la tercera edición de Caza de Letras, el Virtuality literario organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Aunque Velázquez no ganó la competencia (fue finalista) su participación es de lo mejor que ha visto el concurso. La marrana tiene su germen en los melodramas diarios, Velázquez logra abordar los temas cotidianos e irreales de esas historias, tuerce el brazo a la literatura rosa para convertir las historias telenovelescas en cuentos a través de su estilo característico que exagera en los personajes, llenos de humor que a no todos causará gracia, y los relatos.

El estilo narrativo de Velázquez es fácilmente identificable. Sus oraciones son pequeñas y fuertes: «Y qué es una jota sin autoestima. Una jota feliz. Desinhibida. Pero Alexia no podría ser feliz, no siendo tan fashion».

Los habitantes de La marrana son inverosímiles. Una pareja con problemas con la cocaína y el sobrepeso, una «vestida» que tiene un flechazo amoroso contra su voluntad con un beisbolista, una banda de punk que consigue a un tecladista con síndrome de Down, un hombre que decide escapar de su realidad entrando en un club y a una «cochinita sexy» que dicta en sueños novelas homosexuales a su «dueño».

Lo que más llama la atención de La marrana es el manejo de los personajes y su función dentro de la historia. Velázquez es un autor que conoce a sus protagonistas. Sus narradores, incluso los que no son en primera persona, son muy cercanos al resto de los personajes, por momentos, incluso, se confunden las voces y los diálogos.

En ocasiones, el narrador y los mismos personajes saben que hay algo malo en ellos. No mienten. La mayoría son marginados por «raros». Si en el primer cuento encontramos a un cocainómano, en los que siguen encontraremos a hombres con ganas de ser mujeres. Las influencias de Cheever, Palahniuk (la primera regla del club de las embarazadas es que no se habla del club de las embarazadas) y telenovelas como Rubí, donde la protagonista pobre para olvidar sus raíces busca parejas con mucho dinero, son notables. Lo importante es el cambio interno que tienen, todos se corrompen. La conclusión que saca la narradora de «El alien agropecuario» ejemplifica la destrucción o descubrimiento interno que los personajes de Velázquez experimentan:

Y como en un juicio por la patria potestad de un vástago, El alien quedó en medio de nosotros y de don Gramófono. Ven chiquito, le dijo Lauro. Se sacó un chocolate de la bolsa y se lo extendió. Qué pendejo. Lauro pensaba que El alien seguía siendo el mismo que el día que lo conocimos. Que no se había corrompido. Y tal vez no lo hizo. Simplemente entendió la diferencia.

Pienso en La marrana como un buen libro, noto a un Velázquez más preparado para crear y no sólo para contar. Menos atraído por las modas y más hacia lo que él puede agregar al cuento. El más grande acierto de La marrana es tomar historias que conocemos y convertirlas en parodias de sí mismas. De ahí nace el tomar elementos de la literatura rosa (o de la televisión) y darles un giro que no tienen en realidad.

No hay que dejar de ver las fallas que presenta el libro. Es cierto que no se puede juzgar ni el espacio ni la lógica dentro de la ficción, sin embargo, en cuentos como «La jota de Bergerac» y en «El alien agropecuario» hay momentos que bien se podrían pasar por alto porque no agregan mucho al cuento. Habría que tener en cuenta que, por momentos, el narrador, sea quien sea, emite ciertos juicios de valor para perjudicar a los mismos personajes. Esto tiene una razón de ser un poco peligrosa, por si no llegara a entenderse sólo es para remarcar el estrato social de los protagonistas.

Al igual que La Biblia Vaquera, no dudo que La marrana tenga una gran recepción crítica, pero aún más importante, una buena recepción lectora. Los cinco cuentos que componen La marrana están bien estructurados y entretienen, recrean personajes y espacios, dicen algo más de lo que está en las líneas. Y al final, ese es el verdadero objetivo de la literatura.

 

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Joaquín Guillén Márquez (Ciudad de México, 1990) es estudiante de Literatura Inglesa en la UNAM. Ha colaborado en La Jornada Semanal, HermanoCerdo, Palabras Malditas, Punto en Línea, entre otras. Es miembro editorial de la revista Cuadrivio.

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