La edición independiente en España

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En este pequeño texto, Luis Solano, editor de Libros del Asteroide, esboza puntualmente el panorama actual de las editoriales y librerías españolas independientes, ofrece algunas soluciones a los mayores problemas que estas enfrentan y, sobre todo, pone de relieve la clave de la edición independiente: hay que publicar lo mejor posible, pero también hay que creer que existen buenos lectores esperando publicaciones de calidad.    

 

 

Luis Solano

 

Una constante en el mundo de la edición independiente española (y en la no independiente, también) ha sido la queja continua sobre las dificultades de supervivencia en un medio de dudosa solvencia económica. En el año 2008, cuando las ventas de libros en España estaban en máximos históricos, nos quejábamos. En el año 2013, cuando las ventas habían bajado prácticamente un 20%, nos quejábamos igualmente. Esta queja continua esconde una parte muy bella de la realidad editorial, y es que la mayoría de los agentes que trabajan en el mundo del libro –editores, libreros, distribuidores– lo hacen con una buena dosis de motivos vocacionales.

La razón de ser de toda editorial independiente es buscar un equilibrio entre la calidad literaria de lo que publica y la mínima rentabilidad que debe exigírsele a un negocio para que este pueda operar de una manera eficiente. Es cierto, por tanto, que el día a día de las editoriales independientes españolas se basa en la supervivencia; se trata de irrumpir en un medio muy saturado y conseguir llamar la atención sobre tus publicaciones. Yo creo que para lograr ese difícil objetivo es fundamental ser optimista: no tienes que creer solo que los libros que publicas son los mejores posibles, tienes que creer también que hay buenos lectores esperándolos. Esta premisa: que hay buenos lectores para los buenos libros es la base sobre la que trabajamos la mayor parte de los editores independientes y diría también que una parte importante de los libreros.

En los últimos años, pese al descenso de las ventas, el número de editoriales no ha descendido significativamente. Algunos proyectos editoriales se han ralentizado, pero han aparecido nuevos editores y me parece evidente que la calidad y la oferta de publicaciones literarias es hoy mejor y más amplia que hace diez años. Ello tiene que ver, seguramente, con las bajas barreras de entrada que tiene el sector, con el bajo nivel de inversión que se necesita para poner en marcha una editorial (o una librería) y también con la crisis, que ha enviado al paro a muchos profesionales formados y con vocaciones claras, y que han preferido probar suerte como autónomos antes que dedicarse a otros menesteres. Eso dice mucho de la vitalidad y compromiso de quienes trabajan en el sector del libro; también, seguramente, de la escasa rentabilidad que se puede esperar de este negocio.

Este desarrollo de la edición independiente ha tenido su paralelo en el mundo de las librerías. Los agoreros que hace diez años vaticinaban una distribución dominada por tres grandes cadenas no han podido errar más sus predicciones. En los últimos años hemos visto en España una renovación del tejido librero, nuevas librerías que han ido sustituyendo a las que cerraban y también una renovación del propio papel de la librería, que se ha ampliado más allá de la venta hasta la formación (talleres de lectura y escritura) y la socialización (convirtiéndose en puntos de encuentro de los interesados en la literatura). Esta ampliación del papel de las librerías ha reforzado su función como prescriptoras, por lo que su capacidad de influencia es hoy más alta que nunca, y la existencia de una red de librerías de este tipo es una garantía de diversidad y riqueza cultural.

Por otro lado, la literatura española y la hispanoamericana están viviendo un momento bastante dulce, en el que la calidad general es buena a pesar de las grandes dificultades con que se encuentra gran parte de los creadores actuales. ¿La mayor? La improbabilidad de poder dedicarse profesionalmente a la escritura. Este estado de supervivencia al que hacía referencia a propósito de las editoriales independientes, incluso puede llegar a recrudecerse en el caso de los autores. Por eso es necesario mejorar los índices de lectura.

Hace poco salieron los resultados de la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas de España, que nos ofreció datos bastante alarmantes sobre los hábitos lectores de los españoles. En números redondos, se declara que el 40% no lee ni un solo libro en todo el año, y que la media de libros leídos por el otro 60% de los ciudadanos es de un total de cinco. Me gustaría recordar que en 2014 la media de libros de los lectores en Finlandia era de 47 volúmenes anuales. Es evidente que, en este sentido, queda mucho por hacer.

Dos de los elementos que podrían mejorar estos índices son, por un lado, el establecimiento de un plan educativo estatal que estuviera por encima de los intereses particulares de los partidos políticos y de ideologías: hace falta una ley de educación que dé a la literatura la importancia que se merece como vertebrador social, cultural e intelectual. Y, por otro lado, es necesario que cambie ligeramente esta actitud de desprecio constante hacia la cultura como si toda ella fuera, solamente, un arma de selección intelectual, algo que no es cierto. La cultura, en esencia, no es elitista y, por lo tanto, no hay por qué combatirla. Me da la sensación de que desde los principales estamentos políticos –pero también desde determinados medios de comunicación, desde algunos sectores de nuestra sociedad– la cultura es vista como algo complementario, de poco valor útil y, al mismo tiempo, como una amenaza, cuando en realidad el arte es una de las principales actividades humanas que nos permiten reflexionar sobre nosotros mismos, no solo como individuos, sino también como sociedad.

Estas son algunas de las razones por las que, a pesar de las dificultades y frente a las quejas habituales, soy bastante optimista. Creo que la aparición de las editoriales independientes es algo bueno para la calidad y diversidad de la oferta cultural y creo que a la larga muchas de ellas se consolidarán en el mercado, como ha pasado en Francia, donde la industria editorial cuenta con un tejido consistente de pequeñas «casas de edición» que tienen su público y que son totalmente solventes. Por falta de calidad no será: cada año se publican libros extraordinarios y mientras haya libros buenos habrá buenos lectores esperándolos.

 

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Luis Solano es fundador y editor de Libros del Asteroide.

 

Revista de crítica, creación y divulgación de la ciencia

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