Las islas Kuriles: ¿puente o abismo entre Rusia y Japón?

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El largo conflicto entre Rusia y Japón por la posesión de cuatro islas económicamente improductivas y que ocupan una superficie de cinco kilómetros cuadrados no se ha resuelto hasta el día de hoy. Eduardo Salazar Ortega nos explica la importancia relativa que este territorio ha tenido a través del tiempo para ambas naciones y el porqué de una lucha desgastante y políticamente estéril sobre las Islas Kuriles.

Eduardo Salazar Ortega

 

El fin de la Guerra Fría no trajo consigo, como muchos lo esperaban, la solución de todos los problemas surgidos en su seno. Para muestra, basta mencionar, entre otros sucesos, los conflictos interétnicos en los Balcanes, que desbordaron en derramamiento de sangre; señalar también que las Coreas siguen divididas y con relaciones tensas, situación que se agrava con el ingreso de Corea del Norte  al club nuclear, pues sus vecinos se ven amenazados; por último, resaltar que el llamado «tercer mundo» perdió relevancia ante los ojos de las potencias al dejar de ser fichas en el tablero de ajedrez mundial propio de la era bipolar.

Si alguien se pregunta por la herencia de la Guerra Fría, los casos mencionados en el párrafo anterior son los primeros en venir a la mente. No es del conocimiento popular que, al igual que las Coreas, Rusia y Japón aún continúan en «guerra» al no haber firmado, hasta la fecha, un tratado de paz. ¿La razón?: la disputa territorial por las islas Kuriles. ¿Pero qué tan importantes son estas islas? ¿Cómo surge este conflicto y por qué no se le ha dado solución? Éstas son las preguntas que inspiran el presente artículo y a las que se intentará dar respuesta.

Si bien el conflicto actual comienza al final de la Segunda Guerra Mundial, los primeros contactos entre rusos y japoneses están relacionados con las islas. Las Kuriles son un conjunto de islas que abarcan desde Shimushu, isla cercana a la Península de Kamchatka, hasta Etorofu, cerca de la isla japonesa de Hokkaido. Estas islas, ocupadas ancestralmente por etnias de origen japonés, fueron el objeto de deseo de los rusos cuando, a inicios del siglo XVIII, éstos las «descubrieron» durante sus expediciones hacia América y al mar de Okhotsk.

Durante siglo y medio a partir del «descubrimiento», los rusos buscaron establecer relaciones comerciales con Japón, puesto que resultaba más rápido y económico transportar insumos básicos desde este país hacia los pueblos del Lejano Oriente ruso que desde Moscú. No obstante, Japón se encontraba en un periodo de aislamiento del mundo, por lo que en repetidas ocasiones rechazó los acercamientos rusos. Cabe señalar que en dicho periodo, también conocido como Época de Sakoku, que abarca formalmente desde 1639 hasta 1854, pero que se fue gestando desde 1598 con la certificación impuesta a los navíos extranjeros, con la consumación del shogunato de Tokugawa en 1603 y con la ley de expulsión de cristianos en 1616, Japón prohibió que cualquier barco extranjero arribara a puertos japoneses, con excepción de los Holandeses, que tuvieron trato preferencial puesto que éstos no buscaban implantar el cristianismo, considerado como una amenaza por el régimen de Edo.[1]

No será sino hasta 1855 que Japón y Rusia entablen relaciones diplomáticas y se sienten a negociar la delimitación de las fronteras entre ambos imperios mediante el Tratado de Shimoda, el cual estipulaba en su artículo 2° que «las fronteras entre Rusia y Japón se encuentran entre las islas Etorofu y Uruppu. La isla Etorofu pertenece completamente a Japón, y la isla Uruppu y las otras islas Kuriles hacia el norte quedan en posesión de Rusia. Por lo que respecta a la isla de Karafuto (Sakhalin), ésta permanece sin repartirse entre Rusia y Japón, como ha sido hasta ahora»[2].

Veinte años después, en el Tratado de San Petersburgo de 1875, en el artículo 2º, se establece la cesión de Sakhalin a Rusia por parte de Japón, en respuesta a lo cual Rusia cede el grupo de las islas Kuriles, que comprenden 18 islas, desde Shimushu hasta Uruppu, «de tal forma que la frontera entre los Imperios de Rusia y Japón pasará a través del estrecho entre cabo Lopatka de la península de Kamchatka y la isla de Shimushu»[3].

La guerra ruso-japonesa de 1904-1905 habría de traer consigo dos consecuencias de suma importancia para el devenir de la disputa territorial: en primer lugar, que se modificaran las fronteras, ya que tras ganar la guerra Japón se reapropió de la mitad de Sakhalin; y en segundo lugar, que los soviéticos consideraran inválido el Tratado de Port Arthur, ya que respondía a una guerra de agresión por parte de los japoneses, por lo que la recuperación no sólo del honor ruso, sino de las posesiones perdidas durante esa guerra se convirtieron en un objetivo soviético.

En 1941, en plena Guerra Mundial, los soviéticos y los japoneses firmaron un tratado de no agresión; esto permitiría que ambos países se concentraran en sus respectivos frentes de batalla. Empero, durante las conferencias de los aliados en El Cairo, Yalta y Postdam, en las cuales se trataban los asuntos correspondientes a la reorganización del sistema internacional una vez finalizada la guerra, también se desarrollaron las negociaciones para obtener zonas de influencia. Así, en Yalta se acuerda que, una vez derrotados los nazis, «la Unión Soviética entrará en la guerra contra Japón del lado de los aliados a condición de que… las islas Kuriles serán entregadas a la Unión Soviética»[4].

De esta manera, 6 días después del lanzamiento de la segunda bomba nuclear estadounidense, que a la postre propició la rendición incondicional japonesa, la Unión Soviética declaró la guerra a Japón, violando así el pacto de no agresión aún vigente, y comenzó la ocupación de los territorios de Manchuria, Corea, Sakhalin y las Kuriles ese mismo 15 de agosto de 1945. Con esta acción la URSS se convirtió en agresora de un país que estaba militarmente derrotado, ante lo cual la ocupación e integración de las islas a la República Socialista Federativa Soviética de Rusia sin la firma de un Tratado de paz en el que Japón cediera esos territorios, puede considerarse como una conquista mediante agresión, por lo que siguiendo el espíritu del artículo 2º, punto 4º de la Carta de la ONU (no vigente para el momento pero firmada el 26 de junio de 1945), podríamos considerarla una conquista ilegal[5].

En 1951 Japón firma la paz con los aliados y renuncia a todas las posesiones obtenidas mediante la agresión. No obstante, la URSS no firma dicho tratado debido a que no obtuvo el reconocimiento de su posesión sobre las Kuriles. Para 1955 se reinicia el proceso de paz entre los soviéticos y los japoneses, pero la poca flexibilidad de ambas partes, así como las amenazas estadounidenses a Japón con respecto a que la renuncia a sus derechos sobre las Kuriles a favor de la URSS significaría la perdida de Okinawa a favor de Estados Unidos, tuvo como resultado que sólo se lograra la firma de una Declaración Conjunta.

La Declaración Conjunta de 1956 establece el «término del estado de guerra», el reestablecimiento de relaciones diplomáticas y la intención de las partes para continuar con el proceso de paz, condicionando la devolución a Japón de la isla Shikotan y las Habomai a la firma del Tratado de paz, a la vez que deja abierta la posibilidad de negociar la devolución de Kunashiri y Etorofu.

La relación soviético-japonesa se complicó cada vez más durante la Guerra Fría debido al aislamiento soviético del Este de Asia, a los acuerdos de seguridad entre Japón y Estados Unidos, al incremento de las capacidades defensivas de Japón y a la firma de la paz entre Japón y China.

Al final de la Guerra Fría, las condiciones económicas en la Federación Rusa exigían con urgencia la intervención del capital japonés. No obstante, Japón condicionó la ayuda económica a gran escala a la solución del conflicto territorial. Si bien Boris Yeltsin parecía tener la voluntad de llevar a buen término la disputa, es decir, devolver las islas a cambio de ayuda económica, las condiciones políticas en Rusia lo impidieron: la influencia de la vieja guardia, el ejército ruso y los movimientos separatistas.

Tras el ascenso al poder de Vladimir Putin, la solución del conflicto parecía aún más lejana, ya que este presidente se esforzó por dejar claro que le interesaba firmar la paz con Japón y estrechar relaciones, pero que no estaba dispuesto a ceder territorio. Su sucesor, Dmitri Medvedev también ha buscado reforzar la posición de Rusia al ser el primer presidente en pisar las islas justo antes de realizar una visita de Estado a Japón.

Tras este breve recuento histórico volvemos a la pregunta de inicio: ¿cuál es la importancia de las islas? Las cuatro islas que están en disputa ocupan un área de 5 km2 y no son muy ricas en recursos naturales ni en tierras aptas para la agricultura[6]. Debemos tener en claro que su posesión responde a los intereses particulares de estos dos países.

Empecemos con Japón. Como señalamos, las islas no tienen gran potencial económico para Japón más allá de las aguas de pesca que proporciona su zona económica exclusiva. Estratégicamente tampoco son de mayor relevancia para Japón, ya que el no tener tropas rusas en la vecindad inmediata no es garantía de seguridad en caso de un conflicto armado. El verdadero interés para Japón radica en el carácter simbólico que la recuperación de las islas adquiere en la reafirmación de su identidad, estrechamente ligada al territorio ocupado por los antepasados. Asimismo, recuperar las islas significaría dejar atrás, por fin, la humillación de la derrota en la Segunda Guerra Mundial y el sentimiento de haber sido traicionados por la URSS.

Por su parte, Rusia tiene intereses muy distintos, y hay que señalar que la importancia de las islas sí ha cambiado un poco de los tiempos de la URSS a la actualidad. Durante la Guerra Fría, las islas tenían gran importancia estratégico-militar, ya que representaban una barrera natural para el mar de Okhotsk, santuario de los submarinos nucleares rusos, así como una primera línea de defensa ante posibles ataques conjuntos de fuerzas estadounidenses y japonesas. Aun cuando en la nueva era rusa, en la que Estados Unidos no es el principal enemigo (al menos declarado) de los intereses rusos y de quien no se espera un ataque inminente, las islas no han perdido su importancia estratégica-militar, si bien no son tan relevantes como las fronteras rusas en Europa y Medio Oriente, o como la zona del Cáucaso.

Sin embargo, las Kuriles han representado un nuevo papel en la estrategia de seguridad rusa: han dejado de tener un rol preferencial en la seguridad frente a amenazas externas, pero, a cambio, su importancia ha crecido en el ámbito de la seguridad interna. ¿En qué consiste este nuevo papel? Con el creciente número de movimientos separatistas dentro de la Federación Rusa, la cesión de territorio a favor de otro Estado sólo intensificaría las protestas separatistas. Por esta razón, Rusia no está dispuesta a ceder las islas si eso le causará mayores problemas internos.

El conocer los intereses de las partes involucradas nos ayuda a crear un escenario prospectivo. Una conclusión simple podría ser que Rusia no le devolverá las islas a Japón. Muchos autores que conocen del tema coinciden en que la mejor solución es que Rusia devuelva a Japón la isla Shikotan y las Habomai y que se determine un régimen internacional para Kunashiri y Etorofu[7].

Considerando las consecuencias que tendría para Rusia el ceder el territorio, aun cuando Shikotan y las Habomai son diminutas y no representan más del 10% de los territorios en disputa[8], el escenario más probable es que Rusia, conservando la soberanía sobre dichos territorios, le otorgue derechos a Japón para pescar en la zona económica exclusiva de las islas, y que los antiguos residentes de éstas puedan visitar a sus antepasados sin necesidad de visa ni pasaporte, es decir, una especie de libre tránsito entre el norte de Hokkaido y las islas.

No cabe duda que la solución de este asunto llevará varios años más, tal vez décadas. En los más de 60 años que han transcurrido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial se han realizado innumerables acuerdos en los que se demuestra la buena voluntad de las partes para trabajar en una solución del problema y la promoción de las relaciones bilaterales, para lo cual se ha pretendido crear grupos de trabajo[9]. No obstante, todos esos acuerdos han resultado mero discurso político, en espera de que el tiempo vuelva insignificante el reclamo japonés y los intereses económicos cobren mayor importancia para ambos países que la lucha desgastante por 4 islas.


[1] Se puede encontrar más información al respecto en la página de la embajada de Japón, cuya dirección URL es: http://www.mx.emb-japan.go.jp/sp/mexico-japon.htm.

[2] David, Rees, The soviet seizure of the Kuriles, Nueva York, Praeger, 1985, p. 151.

[3] Idem.

[4] Bruce A. Elleman, Michael R. Nichols, Matthew J. Ouimet, “A Historical Reevaluation of America’s Role in the Kuril Islands Dispute” [en linea], en Pacific Affairs, University of British Columbia, 1998-1999, Dirección URL: http://www.jstor.org/stable/2761081, [Consulta: 14 de abril de 2010].

[5] El mencionado artículo dice a la letra que: “[l]os Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas.”

[6] Andrew Mack, Martin O’Hare, “Moscow-Tokyo and the Northern Territories Dispute” [en línea], en Asian Survey, Vol. 30, No. 4 (Apr., 1990), p. 380, Dirección URL: http://www.jstor.org/stable/2644714, [consulta: 14 de abril de 2010].

[7] Algunos de estos autores son: Andrew Mack,  Martin O’Hare, Hiroshi Kimura, Bruce A. Elleman, Michael R. Nichols, Matthew J. Ouimet y el mismo exSecretario de Estado estadounidense John Foster Dulles, por mencionar algunos.

[8] Andrew Mack, Martin O’Hare, op. cit., p. 380.

[9] Entre los cuales destacan la Declaración de Tokyo de 1993 sobre las relaciones entre Rusia y Japón; las conferencias entre Yeltsin y Hashimoto en 1997 de las que surge el Comité Conjunto para la Conclusión de un Tratado de Paz; el Acuerdo Ruso-Japonés de Protección de Inversiones de 1998; la Comisión Intergubernamental Japón-Federación Rusa que data de 1997; la Declaración de Irkutsk sobre la continuación de las negociaciones en el asunto del Tratado de Paz en 2001; y por supuesto el Plan de Acción Rusia-Japón de 2003, el se centra en la actividad conjunta en las islas en disputa. Todos estos documentos están disponibles en la siguiente dirección electrónica: http://www.mofa.go.jp/region/europe/russia/index.html.

 

 

 

 

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Eduardo Salazar Ortega (Ciudad de México, 1988) estudió Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

Revista digital de crítica cultural y creación artística.

2 comentarios

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  2. spedro

    septiembre 28, 2012 at 12:29 am

    Muy buena la explicacion de las posiciones de ambas partes pero aun mejor es el analisis de las razones de ambas partes para no ceder en negociaciones de islas con no mucha importancia que visto sin la historia y los efectos políticos de estas decisioens no se logra apreciar la profundidad de la entrega de una u otra parte.

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