Una vindicación del periodismo cultural. Entrevista con Patricia Vega

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Patricia Vega durante la recepción del  Premio Nacional de Periodismo 2010.

Patricia Vega durante la recepción del Premio Nacional de Periodismo 2010. Foto: © Enrique Villaseñor

Patricia Vega (1957, Tijuana) es una de las periodistas culturales más destacadas de México. Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Anáhuac, inició su carrera periodística en Radio UNAM. Fue cofundadora del diario La Jornada, en el que trabajó durante más de dos décadas como reportera cultural y coordinó el suplemento Lunes en la Ciencia. Ha colaborado en radio y televisión como entrevistadora y guionista, así como en múltiples publicaciones de México y el extranjero. Se especializó en temas culturales, campo en el que ha obtenido varios premios y reconocimientos entre los que destacan el Premio Nacional de Periodismo 2010 en el género entrevista; el Premio AMMPE 2011 de Periodismo y Literatura, otorgado por la Asociación Mundial de Mujeres Periodistas y Escritoras; el Premio Nacional de Periodismo Cultural 1989, convocado por el Instituto Nacional de Bellas Artes y la Sociedad General de Escritores de México con «El caso Rushdie: testimonios sobre la intolerancia»; y el Premio de Periodismo Cultural Juan Bautista Morales «El Gallo Pitagórico» por su cobertura del X Festival Internacional Cervantino en 1981, para Radio UNAM.

Desde febrero del 2008 hasta el día de hoy forma parte del equipo del reporteros de la revista Emeequis y actualmente colabora también en las revistas Gatopardo y Quo.

Conversé con Patricia Vega una mañana de lunes al sur de la Ciudad de México. Nuestra charla se extendió por más de cuatro horas en las que me contó sobre sus inicios en Radio UNAM y su largo paso por La Jornada, sus reflexiones acerca del periodismo, las nuevas tecnologías de la información y sus entrevistas, entre las que destacan las de Luis Valdez y Salman Rushdie.

—Mariana López Oliver

 

*

 

 

EL PERIODISMO: GÉNEROS Y DEVENIR

 

Sobre las entrevistas

La entrevista como género te abre ventanas. A mí siempre me ha dado curiosidad saber. El primer motor de un periodista es la curiosidad, lo segundo es comunicar esa curiosidad.  Siempre me pregunté por qué la gente hace lo que hace y cómo lo hace, por qué alguien escribe lo que escribe y cómo le hace para escribirlo, o cómo le hace para pintar, los procesos creativos, siempre estoy con esa curiosidad.

Creo que no tenemos tiempo de escucharnos, por eso de repente no hay tantas entrevistas, si ves hay muchas notas, hay muchos boletines reproducidos, pero como que no hay ese gusto por la conversación, ese gusto por saber. Me gustan las entrevistas cara a cara, me gusta ver la reacción de mis entrevistados, me gusta saber si me mienten o no, hay algo que tú puedes detectar. Una entrevista es lo que escribes en el papel y lo que dejas fuera también. Eso conforma la pieza completa.

Hasta ahora como freelance tengo el tiempo de decir «quiero entrevistar a éste o a ésta» y proponer las entrevistas. Generalmente hago entrevistas muy largas porque soy muy curiosa, porque soy muy metiche y porque creo en la conversación.

Siempre he sostenido que para el periodista, incluso fuera de la entrevista, la mitad es talacha, conocimiento, pasión, y la mitad es buena suerte. Mi vida profesional se ha dado en una mezcla de buena suerte, pasión y algo de talento, simplemente de que quieres hacer las cosas bien y te sientas y te chingas y te llevas ocho horas transcribiendo una entrevista larga y te queda bien. He tenido transcripciones de 64,000 caracteres para dejarlas en 15,000, pero lo que queda después de que cortas y cortas y cortas es oro. Es como una pieza de oro que pones a hervir y se va fundiendo y se va purificando.

La entrevista con Salman Rushdie

De izquierda a derecha: Salman Rushdie, Patricia Vega y Raquel Peguero. Foto: © José Antonio López

La entrevista con Salman Rushdie [realizada en 1985] me la gané a pulso porque en cuanto lo sentencian a muerte yo empecé a hacer una serie de reportajes en La Jornada sobre el tema, pues me inquietaba saber por qué un libro había provocado todo esto, cómo había sido leído este libro, que aparte era una ficción, cómo una novela era leída como realidad para que alguien la considerara una blasfemia y condenara a muerte a un escritor. Pasó el 14 de febrero y mi único tweet ese día dice: «un día como hoy, pero de hace veinticuatro años, Salman Rushdie fue condenado a muerte por escribir un libro».

Durante muchos años yo le di seguimiento. La primera vez que viene Salman Rushdie a México me toca entrevistarlo junto con otra compañera para La Jornada. La entrevista fue en Polanco en el Club de Industriales, parecía un edificio que no estaba en uso. Y fue la entrevista con Salman, fue de las primeras que dio saliendo de su encierro. Ésa es de mis joyas. Fue muy fuerte porque el edicto no era sólo contra Salman Rushdie, el edicto era contra Salman Rushdie y contra todo aquel que participara en la difusión de esa obra blasfema, por eso se echaron al traductor al sueco y al traductor al japonés.

La entrevista con Luis Valdez

Empecé a hacer programas de revista informativa en Radio Universidad sobre la cultura chicana cuando en México no les importaba la cultura chicana, cuando en México se confundía todavía chicano con pocho. En el 90 hubo un evento que se llamó «Chicanos noventa», era  una serie de películas chicanas exhibidas en México y luego la contraparte era una serie de películas mexicanas exhibidas en Estados Unidos. En esa época venía como parte de la delegación Luis Valdez; presencié el encontronazo entre los latinoamericanos y Luis Valdez, porque él trajo una obra con una imagen de la Virgen de Guadalupe. Para los chicanos es parte de su identidad y leída desde el punto de vista latinoamericano era la iglesia, lo conservador, lo reaccionario, lo apolítico.

Veinticinco o treinta años después Luis Valdez viene con la Compañía Nacional de Teatro a montar Zoot Suit, ya no como un apestado, ya no como un chicanillo de segunda, viene como un auténtico creador, como una gente que ha ganado las becas equivalentes del Conaculta en Estados Unidos, que ha sido consejero de los presidentes en el ámbito cultural. Y viene a dirigir a los actores de la Compañía Nacional de Teatro, Luis de Tavira lo invita.

El día que hizo las pruebas de peinado me dio la entrevista. ¿Que tenía a mi favor? Conocimiento del tema: había visto Zoot Suit en cine,  conocía el Teatro Campesino porque vi los montajes que trajo aquí a México, que era el teatro Rascuachi, era el teatro que hacía junto a César Chávez, mientras Chávez se echaba los discursos de «vamos a sindicalizarnos»,  Luis hacía pequeños sketches.

Como era una entrevista tan personal en cierto sentido, tan de la obra Zoot Suit pero tan personal, decidí escribirla en primera persona, desaparecerme de plano. Lo que puedo decir es que puse el alma en ella. Yo creo que los temas lo eligen a uno también, están ahí, uno cree que va y los elige, yo lo que hice fue pedir la entrevista pero el tema estaba ahí en mi subconsciente, en mi propia historia, en la historia de Valdez.

Luis dice que para él fue un ciclo muy importante –esa parte es muy bonita–, dice: «mis antepasados salieron de Sonora caminando por el desierto, muriéndose de hambre y ahora yo regreso». Regresa y encuentra un país vivo porque en Estados Unidos no hay eso que hay aquí en las calles, aunque sea una chinga, el vendedor ambulante, el del taco, es vida que está bullendo.

El periodismo y las nuevas tecnologías de la información

Liv Ullmann escuchando la traducción de su entrevista. Foto: archivo personal de Patricia Vega

Estamos en la ola del tsunami y no podemos saber qué va a pasar, lo que sí puedo decirte es que me ha tocado vivir un cambio muy vertiginoso y el que no se adapta al cambio se muere. Yo tardé en entrar a Facebook, y a Twitter tardé mucho más, pero estoy consciente de que los que entraron hace tiempo llevan más ventaja. Estamos en una paradoja, porque es cierto, hay una saturación de información, tú ves en Twitter y en Facebook las noticias antes de que aparezcan en los periódicos, pero si las revisas es lo mismo, porque la gente no quiere trabajar, desde que se inventó el boletín de prensa es muy fácil.

Yo empecé cuando todavía no había fax, tengo treinta años en el periodismo, empecé con máquina mecánica, me tocó de la mecánica a la eléctrica, de la eléctrica al procesador de palabras, paralelamente empiezan el teléfono, la larga distancia, luego los teletipos, mandabas telex, luego el telex pasó al fax. Entonces en la computadora empezaron con el disco grande, el chiquito, de ahí pasaron al CD-ROM, del CD-ROM al DVD y luego de ahí a estos formatos digitales; ahora me estás grabando con el teléfono y lo puedes enviar por la computadora. A lo que voy es que si no vas migrando te quedas fuera.

Esta obsolescencia que hay en la cultura y en la vida… lo mismo que se recicla en aparatos y programas se recicla en seres humanos. Es como para pensarlo. Tengo preocupación por el contenido, el contenido siempre ha sido lo importante, lo otro es un formato.

No es cierto que saber poner sujeto, verbo y complemento ya te vuelve periodista. O sacar un iPhone y grabar un cachito y subirlo. O sea, una cosa es informar y otra cosa es comunicar. Sí, creo que hay diferencias.

Acabo de ir a la presentación de un libro de documentales que se me hizo muy interesante, se llama El viaje a otro planeta y vienen los procesos creativos de varios documentalistas mexicanos, es un libro que se me hace bastante atípico porque nunca había visto a los creadores hablando de cómo se les había ocurrido la idea, la cosa que habían tenido que enfrentar y cómo lo habían hecho.

Ahí, Valentina Leduc decía que no porque alguien con un Smartphone grabe una escena ya es un documental, hay todo un know how. Lo mismo con el periodismo, finalmente el periodista sabe manejar la información y transformarla en un texto ágil, informativo, que te dé lo que está pasando. El cómo, cuándo, dónde y por qué tan famoso de la escuela; aunque rompa esas estructuras después, hay una manera de hacerlo.

Sí, estamos en medio de una ola tecnológica y veo un empobrecimiento de la información, los medios digitales tienen que encontrar una forma de sobrevivir y un modelo económico que no se ha encontrado. Creo que hay más blogueros que lectores de blogs, en este mar son como botellas que quién sabe si lleguen a puerto, quién sabe si alguien los lea. Yo tengo esa formación social, yo escribo para que otros me lean, no para leerme yo.

Modelos mixtos en el periodismo

Creo en los modelos mixtos, vuelvo al origen híbrido. Se me hizo muy interesante el libro Entre cenizas. Es una serie de reporteros mexicanos que apuestan por el periodismo narrativo, les ha tocado cubrir todas estas cuestiones de guerra en el narcotráfico y han decido contar historias felices, si se puede, con «final feliz».

Hay una historia que escribe Alberto Najar, «Las Patronas». Las patronas son esas mujeres que, en Oaxaca y Veracruz, cuando viene La Bestia, el tren cargado de migrantes, corren a las vías y les dan botellas de agua y comida que ellas están cocinando gratuitamente, que tienen años haciéndolo; entonces dentro de toda esta miseria humana que provoca el narcotráfico, la guerra y los desaparecidos, encuentras una luz como estas mujeres que están haciendo eso.

El libro está acompañado con unos pequeños videítos que sintetizan las historias y el libro se puede descargar en internet, gratuito, y también lo puedes comprar. Ése es un modelo mixto, por ejemplo, mixto en todos los sentidos.

LA EXPERIENCIA COMO PERIODISTA

 

La experiencia en Lázaro Cárdenas (1977-1981)

Me invitaron a organizar un cineclub para obreros en Las Truchas (Michoacán), en donde está la siderúrgica Lázaro Cárdenas, una ciudad pensada para obreros. Les propuse un programa de radio enfocado al desarrollo de la comunidad. Lázaro Cárdenas era el laboratorio nacional.

Hubo un reportaje de Ricardo Rocha que se hizo muy famoso, era sobre una población que se llama Arroyo del barco, una colonia de invasores que estaban en el lecho de un arroyo seco y ahí habían puesto sus casas de cartón. Cuando llego a vivir a Lázaro Cárdenas esa colonia estaba dentro del área de responsabilidad de fideicomiso Lázaro Cárdenas donde trabajaba. Todo está en un poblado que se llama Guacamayas, todas eran zonas invadidas, por lo tanto eran colonias irregulares, donde ni la policía entraba, ni había servicios públicos. Nosotros entramos a urbanizar y a regularizar la tierra. Íbamos haciendo los programas de radio para dar a conocer el proceso y sensibilizar a la gente de lo importante que era que regularizara su tierra, que iba a entrar la luz, que los servicios públicos, etc.

Los ingenieros de la UNAM hicieron una serie de estudios que decían que si una vez caía una tormenta fuerte, subía el nivel del agua y se llevaba a la gente, ésta se iba a morir ahogada porque ahí estaban sus casas. Había cálculos muy precisos de que el riesgo era muy alto; entonces se tomó la decisión de sacar a esa población de ahí porque estaba en peligro su vida. Había una fecha límite, si la gente no se salía antes de esa fecha entraba el ejército, sacaba sus cosas y para fuera.

Nosotros dijimos «déjennos probar, si llega esta fecha límite y no hemos podido convencer a la gente, ni modo, entren, pero déjennos probar que podemos hacer una cosa conjunta y pacífica», y se pudo hacer. Y fuimos hablando familia por familia, y fuimos compensando casa por casa, palma por palma, árbol de mango por árbol de mango.

Estábamos en ese proceso, ya con el tiempo encima y cae el ciclón Federico, sube el agua, Lázaro Cárdenas es declarada zona de desastre porque se rompe la comunicación por todas las carreteras, quedamos aislados. Nosotros trabajábamos con el ejército como zona de desastre con la cosa de que no se nos murió nadie ahogado porque ya habíamos hecho el trabajo.

 

El encuentro con Fidel Castro

Vamos a hablar de la buena suerte. Yo acababa de entrar a La Jornada. Hubo unas jornadas de cine latinoamericano que cubrí porque me gusta mucho el cine, me gusta el cine mexicano, el cine latinoamericano, más en esa época que estaba con el puño en alto. En diciembre se organizó el Festival de Cine de la Habana; como había escrito mucho de las jornadas de cine latinoamericano, aquí había unos representantes del festival que vieron mi nota y le sugirieron a los cubanos que me invitaran, porque los cubanos con toda esta cuestión del bloqueo económico se cuidaban muy bien de quién invitaban a cubrir el festival. Ahora no sé si esté tan abierto o tan cerrado pero antes sí eras sometido a un escrutinio muy amplio para saber si no eras agente del imperialismo yanqui. No se había caído el muro de Berlín, el mundo realmente era diferente.

Esto fue en el 1984, el contexto político es importante: Miguel de la Madrid impulsa el Grupo Contadora con las negociaciones para la paz para El Salvador, Nicaragua, el proceso de pacificación de la zona Centroamericana.

Llego al festival y empiezo a hacer una serie de entrevistas paralelas a artistas cubanos, pintores, escritores, músicos, me traje un arsenal de información. Una amiga me recomendó ponerme en contacto con una fotógrafa, Mayra Martínez. Me dijo «mira, en la clausura del festival, a veces va el comandante Fidel y saluda a todos, de seguro te va a tocar saludo». En ese momento, muerto Mao, Castro era el dirigente revolucionario vivo más importante del planeta, no había sucedo el fusilamiento de Arnaldo Ochoa, no había empezado el proceso de cierre dictatorial; Castro estaba en su mejor momento político, toda América Latina a sus pies, pero estaba calladito. Una de las características de Fidel es que cuando quiere abre la boca y se las ingenia hasta para que el New York Times lo entreviste y cuando no, ni el jefe del Partido Comunista de la Unión Soviética le sacaba una palabra.

En efecto, llega la clausura del festival y había una fila para entrar, para saludar a Fidel Castro, a su ministro de cultura que era Armando Hart, al viceministro de cultura que era el director del festival, Julio Espinosa. Entrábamos por delegaciones: los argentinos, los colombianos, la delegación mexicana. Ni siquiera me preparé mentalmente, el caso es que cuando me di cuenta, volteo y ya estaban Julio Espinosa, Hart y Castro. Y cuando llego con Castro me dice «¿También mexicana?». «Sí, comandante», le doy la mano y pues estaba la fila… Estaba que casi lloraba, porque algunos se detenían con alguna anecdotita.

Salgo con el rabo entre las patas de valiente periodista. Ni cené porque me sentía pésimo.

De repente, a lo lejos veo una bola, ya había salido Fidel y lo estaban rodeando todos. Nos acercamos a la bola, mi amiga se pone detrás de mí, me pega en la espalda, me dice «Grupo Contadora» y me empuja. Fue el empujón tan fuerte que entre la gente choqué con Fidel, que estaba platicando con la delegación argentina.

Y de repente un colombiano: «¿Se acuerda del bogotazo?». Fidel tenía esta cosa maravillosa que te hacía sentir que lo conocías o que te conocía y que se acordaba perfectamente de todo. Entonces cuando le dice «sí, compañero, porque en ese bus en el que yo iba y que me salvaron la vida…» el colombiano estaba literalmente llorando, conmovido. Yo, viendo como si se tratara de un partido de tenis, Fidel volteando para acá y yo, chaparra, sin darme cuenta lo jalo del brazo, voltea, ve para abajo y le digo,: «Comandante, ¿qué opina del Grupo Contadora?». «Pero chica, estamos hablando de cine y tú me haces una pregunta de tipo político, ¿por qué? ¿qué es eso? Pareces periodista», y Julio Espinosa, que estaba ahí al lado: «Comandante, es periodista». Y le digo: «Comandante, porque soy mexicana y nuestro único orgullo es nuestra política exterior, todo lo demás tal vez lo hayamos hecho mal». Castro respondió: «México, el único país que fue nuestro hermano y que no nos volteó la espalda cuando el bloqueo económico». Dijo algo del Grupo Contadora y era muy importante porque Miguel de la Madrid ya llevaba un rato en eso y Cuba no se había pronunciado.

Me voy a una mesa, agarro una servilleta de tela, saco mi pluma y empiezo a anotar. Al día siguiente tengo entrada en la primera plana.

Fue una declaración fuera de protocolo, se saltó al embajador mexicano, se saltó al embajador cubano, lo dijo porque quiso. De ahí la importancia política de la declaración. Fue el primer pronunciamiento público de Fidel sobre todo lo que estaba haciendo México para lograr el proceso de paz en Centroamérica. Obviamente era importante, lo estaba avalando.

EL PREMIO NACIONAL DE PERIODISMO

 

Fue una sorpresa, fue un gusto, fue una reivindicación profesional. Que fuera desde una posición no tan privilegiada como la que tuve al ser reportera de planta, o sea que lo tuviera como freelance y a mi edad… hay toda una serie de cosas de edad, ya no se valoran tanto la experiencia y el conocimiento.

Lo sentí también como un reconocimiento al gremio cultural porque fue un premio nacional en género entrevista, no en cultura, lo cual quiere decir que mi entrevista compitió con las entrevistas de políticos, con las entrevistas de temas sociales y de otros temas. Y quiere decir que una entrevista del tema de cultura, que siempre ha sido el pato feo de los periódicos y de los medios de comunicación, tuvo el reconocimiento en estos momentos tan difíciles para el periodismo cultural, donde los espacios se van cerrando, hay secciones culturales que han desaparecido por completo.

Me formé profesionalmente en un época en que la opinión y el reportero estaban totalmente separados, un periodista no podía opinar, porque para eso estaba el crítico de cine, el crítico de teatro y el crítico literario, era la información, punto. Lo que llamaban el periodismo de opinión estaba en otro lado, con el periodismo narrativo, donde se usan mucho las historias en primera persona. El periodismo al que yo aspiro es uno en que te puedas involucrar y posicionar frente a tu tema, porque se me hace mucho más honesto que el lector sepa que admiras al que estás entrevistando, a que le vendas la historia sin saber, o que lo odias, correr el riesgo de poner tu agenda y hacerla pública y decir, de esto va.

Me metí a la UNAM a hacer la maestría en literatura. Uno, porque quería hacer mejores entrevistas, escribir mejor, y dos, porque siempre quise ser puma.

[*] El lector interesado puede consultar, entre otras, las siguientes entrevistas de Patricia Vega en línea: «Luis Valdez, director y dramaturgo chicano. Una plática con el padre de Zoot Suit y el Teatro Chicano», Emeequis, número 222; «La sala de espera de Lorena Orozco», Emeequis, número 243; y «Tolita y María Figueroa», Emeequis, número 257.

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Mariana López Oliver (ciudad de México, 1986) es estudiante de maestría en Letras (Literatura comparada); actualmente trabaja en una tesis en torno a la reescitura de mitos griegos en dos textos de autoras contemporáneas, Esther Seligson y Christa Wolf. También se encuentra haciendo una estancia de investigación en la Heinrich Heine Universität de Düsseldorf y es miembro del consejo editorial de Cuadrivio.

 

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Cuadrivio, revista de literatura, política, ciencias y artes.

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