Fragmentos del mundo: el aforismo italiano

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Selección, versión y nota introductoria de Hiram Barrios

 

Hiram Barrios

 

Aquí está todo…

J. Renard

«Definición» es la palabra que mejor define al aforismo. Etimología certera: las raíces del término griego Aphorizein (αφοριζειν) expresan el estado de un tipo especial de explicación: Apo (αφ) indica procedencia o lugar de origen y Horízien (οριζειν) es el horizonte, el límite. Quien escribe aforismos delimita un fragmento del mundo, lo delinea, lo fija en un parpadeo. El aforismo es una mirada panorámica hacia ese lugar donde el pensamiento descubre que hay algo que se debe definir.  Por eso algunos «decálogos» o algunos libros con formato de «diccionario» –como el de Ambroise Bierce en las letras inglesas, o bien, en las letras italianas, los de Papini, Flaiano o la antología reciente de Gian Piero Bona, Dizionario per il cavaliere senza onore– son buenas colecciones de aforismos porque las definiciones que ofrecen nacen de la reflexión personal, explotan las potencialidades de la brevedad y buscan la agudeza, el ingenio y el humor a través de la parodia, la ironía o el sarcasmo, características de todo estilo o escritura aforística.

En el siglo IV a. C. Hipócrates utilizó el término para designar las afirmaciones, consejos y experiencias de su auscultación médica. Galeno, en el siglo II de nuestra era, lo identificó como una «oración en pocas palabras que determina las propiedades de una cosa». Dicha condición ha hecho del aforismo un excelente vehículo del pensamiento filosófico y político: Marco Aurelio se sirvió de él para exponer sus reflexiones y fundamentar su doctrina, como lo harán más tarde politólogos como James Harrintong o el holandés Hermannus Boerhaave.  Será también el vehículo de los moralistas franceses: Le Rochefoucault, La Bruyère, Vauvenargues y Chamfort. Niccolò Tommaseo, en su Dizionarietto morale de 1867, los ocupará como un instructivo para el hombre de la Italia unificada. Benito Juárez y Maximiliano de Habsburgo, en México, lo utilizarán para exponer sus idearios políticos y morales. Con Nietzsche la palabra aforismo comienza a tomar forma de género literario, pero es en el estudio de Albert Leitzmann sobre Lichtenberg, titulado Aphorismen (1902), cuando comienza a oficializarse el uso de la palabra para designar un género independiente. En el siglo XX el aforismo adquiere nacionalidad en las letras de la mano de Karl Krauss, Stanislaw Lec y E. M. Cioran.

La palabra en italiano es femenina: l’aforisma.  Dante, en el Convivio, y después en La Divina Comedia, utiliza una forma en plural: «amforismi»; Luigi Pulci, en el Vocabolista, en singular: «anforismo». En el siglo XVIII Alfredo Oriani populariza el uso del término «L’aforisma». En la actualidad coexisten las expresiones «aforismo» y «aforisma», pero es la última la que ganado aceptación entre la crítica, los creadores y los lectores, suplantando paulatinamente la forma masculina predominante en las demás lenguas romance. Quizá sea en este país donde mayor interés ha despertado este género discursivo. En la actualidad parece que hay más espacios para el aforismo en Italia que en otras regiones que ostentaban una copiosa tradición aforística, como Alemania, Inglaterra o Francia. Pruebas de ello las encontramos en el reciente interés de las casas editoriales –como Abscondita, Bompiani, Rizzoli o Joker Edizioni, dedicada ex profeso a la publicación del aforismo–; en la importancia que ha adquirido el «Premio Internazionale per L’Aforisma Torino in sintesi», que este año celebra su tercera edición, o en la fundación de la «Associazione Italiana per L’Aforima» en octubre de 2011. Asimismo, la Internet ha impulsado el crecimiento de la degustación aforística: las páginas «Aforisticamente» (www.aforisticamente.com), al cuidado de Fabrizio Caramagna, o «Aforismario» (www.aforismario.it), editada por Giovanni Soriano, son una muestra de los espacios alternativos que la red cobija para los interesados en el género. En la primera, el lector encontrará un espacio para adentrarse a la lectura y la escritura del aforismo contemporáneo a lo largo del mundo; en la segunda, un espacio para su ubicar a los autores y obras representativas de distintas épocas.

Con todo, el aforismo no deja de ser un género marginal. Existen, sin  embargo, varias antologías que rescatan y compendian la trayectoria del aforismo desde el surgimiento de la lengua italiana –como la de Gino Ruozzi: Scrittori italiani di aforismi, en dos tomos de 1994 y 1996– y en los últimos años han surgido aproximaciones críticas cada vez más exhaustivas como lo son: La scrittura aforística (2001), de Giulia Cantarutti; Retoriche della brevitá (2002), de M. Teresa Biason;  o Teoria e storia dell’aforismo (2004), de Gino Ruozzi. En esta década, el aforismo italiano seguramente romperá fronteras. Su práctica, su crítica y su difusión deberán ser el ejemplo a seguir en otras tradiciones, como la nuestra, donde aún es escaso el interés por conocer las posibilidades expresivas de esta filosofía portátil. 

 

Antología del aforismo italiano

 Toda antología es fragmentaria e incompleta y ésta no es la excepción. Diré más: es sumamente arbitraria. Representa, quizá, a una cuarta parte de los aforistas italianos contemporáneos. Tan sólo he querido presentar una muestra del ingenio que dicha arquitectura prosística ha alcanzado en la lengua de Dante. Por cuestiones de espacio no pueden figurar los aforismos de Giuseppe Rensi, Guido Almansi, Ferruccio Masini, Manlio Sgalambro, Piergiorgio Bellocchio, Cesare Viviani, Lalla Romano, Romano Amerio, Marco Ercolani, Michenangelo Cammarata, Stefano Lanuzza o Marcella Tarozzi Goldsmith, pero su inclusión debería considerarse en futuras selecciones.

 

1.      Giovanni Papini (1881-1956)

 

Beneficencia: sustituto diabólico de la caridad.

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La modestia es la forma más insulsa del orgullo.

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El matrimonio es una promesa de felicidad y una aceptación del martirio.

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La malicia es una musa más inspiradora que la amistad.

 

 

2.      Giuseppe Prezzolini (1882-1982)

 

No te cases con una mujer que ames, el peor insulto que puedes hacerle es transformarla de amante en esposa.

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En la mente de San Agustín y de Kant se han librado batallas más importantes y grandiosas que las de Napoleón o Alejandro.

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El necio se interesa en el tema de la producción de la riqueza. El inteligente, especialmente en la distribución.

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El amor es más individualista y antisocial que sentimental.

 

 

3.      Fausto Melotti (1901-1986)

 

Lo que hoy es mi cuerpo, ayer fue mi feto y mañana será mi carroña. ¿Por qué debería amarlo?

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La melancolía es el alma misma de la obra de arte porque testimonia melancólicamente nuestra armonía perdida.

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Si uno nunca ha reído a carcajadas con su esposa, no sabe lo que es el amor conyugal.

 

 

4.      Leo Longanesi (1905-1957)

 

El placer de desagradar a los que quieren agradar.

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Estamos unidos por una antipatía mutua que no se puede ventilar.

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Los generales no saben que las batallas las ganan los historiadores.

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La virtud fascina, pero siempre hay en nosotros la esperanza de corromperla.

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Libertad de opiniones en un país sin opiniones.

 

 

5.      Alessandro Morandotti  (1909-1979)

 

Nadie es infalible. La creación del hombre lo demuestra.

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Todo sería más fácil si naciéramos con el instructivo de uso y la fecha de caducidad.

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La única manera de justificar una mentira es con otra mentira.

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La esperanza es la verdadera responsable de las frustraciones. Hay que cortarla de raíz.

 

 

6.      Carlo Gragnani (1910-2010)

 

Pesimista es el que sí está informado.

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Tentación de la inteligencia: entender rápido y contentarse.

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Un error repetido frecuentemente es una gran fuerza de persuasión.

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Es increíble cuántas cosas se dice cuando se habla de otra cosa.

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Un ideal en la vida es indispensable. Necesitamos una fe, un escape, como se dice. Es una forma de ayudar al horror que se siente por el simple hecho de existir.

 

 

7.      Ennio Flaiano (1910-1972)

 

Cuando Jesús dice: «Bienaventurados los que tienen hambre porque ellos serán saciados», sólo hace un cálculo de probabilidad.

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Al principio era el verbo, después la palabra se hizo incomprensible.

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El catolicismo en Francia es un movimiento literario.

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La televisión me hace dormir y me deja siempre insatisfecho, como los verdaderos somníferos.

 

 

8.      Franceso Burdin (1916-2003)

 

Un Dios que no sea también el Dios de los otros no es un Dios, es un ídolo.

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Apenas una mujer se vuelve famosa, el deseo común de todos los hombres es verla desnuda; apenas un hombre se vuelve famoso, el deseo común de todos los hombres es verlo muerto.

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Un poeta necesita elogios. Sin elogios entristece y muere, como cualquier humano.

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La rapidez con la que los protagonistas de la historia han hecho su camino: Napoleón en siete años fue emperador. En los mismos Hitler sometió a Europa. Alejandro murió a los 33 años, igual que Cristo, cuya labor duró tres años. La de Mohamed no más de 10.

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El hecho de que no estén muertos no testimonia en absoluto que vivan.

 

 

9.      Raffaelo Franchini (1920-1990)

 

No es que Dios esté muerto, es que el Papa está vivo.

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Muchos deben la vida a la piedad del fisco.

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Es inteligente porque entendió que es el momento de ser cretino.

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El dogmatismo es la filosofía de los otros.

 

 

10.  Gesualdo Bufalino (1920-1996)

 

Dios murió al crearnos: somos una obra póstuma.

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La palabra es una llave, pero el silencio es una ganzúa.

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 «Conócete a ti mismo», dice el filósofo. ¡Qué locura!

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La única forma de felicidad que yo conozco es el aburrimiento.

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Todo aforismo consumado está hecho con ocho palabras.

 

 

11.  Maria Luisa Spaziani (1924)

 

Reímos con un aforismo. ¿Sabemos en verdad por qué?

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Quizá porque he leído demasiadas tragedias clásicas, pero tener enemigos tan pequeños me molesta un poco.

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Los hombres indispensables sin duda son insoportables.

 

 

12.  Davide Lopez (1925-2010)

 

Es más fuerte, más profundo, duradero y, quizá eterno, aquel amor que nace de repente, inesperado y tardío, después de una larga gestación inconsciente.

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Cada renuncia acumula odio y se le hace pagar a uno mismo o a los otros.

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La ideología es la máscara de la impotencia.

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¿Culpable? Por lo tanto todo se puede.

 

 

13.  Guido Ceronetti (1927)

 

Si Dios es todo, no da alegría formar parte de esa totalidad.

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Un necrófilo moderado puede satisfacerse perfectamente en la cama de una frígida.

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El hombre es un demonio caído.

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Si el aborto es homicidio, por lo menos tiene la excusa de la legítima defensa.

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Un fallo medieval declara los derechos del pene: quod turget, urget y la igualdad severa entre el absceso y el forúnculo.

Oh escépticos, oh sépticos.

 

 

14.  Alda Merini (1931-2009)

 

Quizá el manicomio existe porque el verdadero pecado mortal de los hombres es la libertad.

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Al asesino le atañe cierto genio de hilaridad. Se ríe de su propia sentencia.

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La gente cuando no entiende, inventa. Y eso es muy peligroso.

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El pacto con el diablo es a menudo un pacto con la enfermedad mental.

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La menopausia es el periodo dorado del amor.

 

 

15.  Guiseppe Pontiggia (1934-2003)

 

Acumulo las desilusiones como un capital.

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Confiar siempre en aquellos que hablan mal de sí.

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Dice que no entiende la poesía de hoy. No sabe cuántas ansiedades ahorra la ignorancia.

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Hay sólo un género literario que no se puede aceptar: el género aburrido.

 

 

16.  Dino Basili (1934)

 

El complejo de superioridad arruina la relación con los amigos; el de inferioridad, con todos los demás.

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¿Puede proclamarse laico quien es fanático de sí mismo?

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El último intento, si es amor verdadero, siempre es el penúltimo.

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Libro de consumo: el nombre y el apellido del autor son mucho más llamativos que el título.

 

 

17.  Beno Fignon (1940-2010)

 

El justo que se piensa como tal no conocerá la salvación. El pecador que se piensa como tal no será condenado.

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Sus heridas nuestras rendijas.

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¿De Amicis aún hoy escribiría «Corazón»? Lo más probables es que «Estómago».

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La comprensión es la verdadera posesión.

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Pascua. La humildad de Jesús: resucitó sin videocámaras.

 

 

18.  Silvana Baroni (1944)

 

Los hombres no hacen la historia, la fabrican.

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Si en la democracia nos dejan hablar, eso no quiere decir que nos escuchen.

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Bastaría el asombro para sentirse en el paraíso…

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Se debería hablar sólo en presencia del diccionario.

 

 

19.  Mario Andrea Rigoni (1948)

 

Se aprende más de una visita al manicomio que de 25 siglos de experiencia filosófica.

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Nuestra ineptitud debería moderar nuestra ambición; sin embargo, ésta nace de aquélla.

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Vanidad y cinismo. El placer de ser rico, me decía un viejo señor, no consiste en ser rico, sino en ver que los demás son pobres.

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A diferencia de la virtud, que se satisface a sí misma, el vicio es por naturaleza progresivo: pide superar nuevos límites. El vicio es «idealista».

 

 

20.  Mario Postizzi (1952)

 

En el plagio, la última mano busca encubrir a la primera.

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Seña particular: escritor brevilíneo.

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La conciencia nunca es inofensiva. Yo diría que ni siquiera es inocente.

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El hombre ha conquistado el espacio, no el tiempo.

 

 

21.  Alberto Casiraghy (1952)

 

Si un pensamiento vuela no es tuyo, es una corriente.

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Cada rosa tiene su laúd interior.

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Cuando no tengo ideas incendio los pensamientos.

 

 

22.  Rinaldo Caddeo (1952)

 

La vida es complicada, la muerte es simple.

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Proclamada la igualdad, se sintieron distintos.

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La vida es una tragedia a la que ninguno renuncia de buena gana.

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Leer: ponerse detrás de las palabras. Escribir: ponerse adelante.

 

 

23.  Antonio Castronouvo (1954)

 

Empezó a mentir y el mundo se hizo más bello.

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Reflexionar sobre la vida truncada es una forma de suicidio, como otras tantas…

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Al llegar a 100, los aforismos se vuelven insoportables. Contó los suyos: ya eran el doble.

 

 

24.  Riccardo de Gennaro (1957)

 

Es asombroso observar cómo en las cuatro novelas más grandes del siglo XX (Ulises, En busca del tiempo perdido, El hombre sin atributos y El castillo) no pasa prácticamente nada. Hoy en día no encontrarían editor.

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¿Por qué Sísifo, en vez de seguir empujando la piedra, no se sienta sobre ella para reflexionar sobre la posibilidad de otro mundo? Porque sería muy pesado.

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La invención de Dios me aburre, pero debo decir que las biografías de los místicos son más atrevidas que las novelas de capa y espada.

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Aforismo en blanco (en apoyo de quienes están en huelga el día de hoy).

 

 

25.  Donato di Poce (1958)

 

La poesía verdadera es aquella que permanece en el corazón de quien escucha cuando el poeta ha dejado de hablar.

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El pecado número uno es la ignorancia. El segundo es la inteligencia.

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El genio verdadero siempre tiene rayos de idiotez.

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La simpleza encanta. Demasiada simpleza aburre.

 

 

26.  Roberto Morpurgo (1959)

 

Tener una idea banal y tener una idea fija son cosas muy similares, con la única diferencia que la primera abre las puertas de la fama y la segunda, de los manicomios.

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Las palabras me recuerdan a los tucanes: fabulosos pájaros tropicales que vuela de rama en rama sin pararse nunca en la tierra.

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El dolor enseña y la comodidad olvida.

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Escribir por escribir bien es pasión elitista, como respirar para expulsar las toxinas.

 

 

27.  Mauro Parrini (1961)

 

Un buen aforismo es un fragmento del mundo, no el fragmento de una visión del mundo.

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El hombre nunca está solo: siempre está en el abandono.

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Cuando el lenguaje acaricia la vida, nace la poesía; cuando la vida acaricia el lenguaje, nace una plegaria.

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La banalidad es una característica del lenguaje, no de la realidad. Quien calla nunca es trivial; quien habla lo es casi siempre.

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Elimina lo superfluo del mundo y quedará un aforismo.

 

 

28.  Fabrizio Caramagna (1969)

 

Día a día el sol sale y se mete, el viento sopla, el pájaro canta. Pero el hombre, ¿qué hace el hombre?

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Guerras melodiosas: la rana, el grillo, el búho defendiendo su territorio con el canto.

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El cordón umbilical: la primera cadena que conocimos, la única que añoramos.

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En la juventud se busca, en vez de la salida, la entrada al laberinto.

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En la vida no hay un hilo. Sólo hay cortes.

 

 

29.  Giovanni Soriano (1969)

 

¡Sé sincero!: Háblame como enemigo.

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El único pecado real que existe en el mundo es creer que el pecado existe.

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Hay un secreto para vivir felices, pero eso es, de hecho, un secreto.

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Vivir: un modo muy complicado de morir.

 

 

30.  Sandro Montalto (1978)

 

«Sea honesto»: aquí la primera limitación a sus ideas.

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Los pecados se cuentan en el cielo; los errores, en la tierra.

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Las virtudes nos dan el placer de poseerlas. Los vicios nos dan el pacer de practicarlos.

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Morir por una idea también puede ser un gesto noble. Pero en general la gente no muere por una idea, sino por una alucinación.

 

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Hiram Barrios (1983) es escritor y traductor. Publica cuentos, ensayos y traducciones en distintas revistas y medios electrónicos. Mantiene la columna «Contra el olvido» en el blog de la revista Cuadrivio.  Ejerce la docencia a nivel superior.

 

Revista digital de crítica cultural y creación artística.

2 comentarios

  1. Alfredo Hdez Campillo

    agosto 14, 2016 at 5:25 pm

    Hiran he buscado Lapidario en papel y no lo consigo. No me interesa en pdf. Me puedes decir donde lo compro o si tu me lo vendes. Saludos

  2. Javier Perucho

    septiembre 11, 2012 at 1:32 pm

    Hiram,

    entré a la página y sobrevolé por la antología, que de entrada me pareció reveladora, de buen gusto y exigente con el género.
    Aprecio tu invitación para acercarme a un género que intento historiar y antologar.
    Te felicito por la iniciativa.

    JP, desde Axolotitlan.

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