Jessica Stockholder: la sencillez de la posmodernidad
Pamela Zúñiga
El Museo Nacional de Arte Reina Sofía en Madrid presentó el pasado julio de 2010 y hasta el 25 de abril de 2011 la exhibición «Jessica Stockholder: Atisbar para ver (Peer Out to See)», una instalación realizada por la artista norteamericana en el Palacio de Cristal en El Parque del Buen Retiro.
En el piso hay un gran círculo anaranjado hecho en terracota que es interceptado por un lago con forma de estrella coloreado de verde por un alga conocida como lenteja de agua que crece y lentamente se extiende; un muelle sobre el lago; papel aluminio puesto en una de las esquinas del edificio; dos ventiladores; una columna gigante hecha de objetos de plástico con colores brillantes en la base que se transforman en blanco conforme van alcanzando la punta en lo alto. Todo esto conforma una instalación que puede ser libremente transitada y produce una experiencia tanto física como conceptual conforme uno se va moviendo alrededor del lugar. Solamente estos pocos elementos, incluidos en un gran espacio y nada más, dan la bienvenida al espectador(a) mientras se introduce y encuentra una gran variedad de diferentes ángulos a escoger: caminos coloreados, objetos utilitarios, formas geométricas, limpias y grandes ventanas de vidrio. Simplemente es imposible no sentirse invitado. Ésta, en definitiva es una pieza que no tiene más pretensiones que ser parte y reflejo de la época contemporánea que nos tocó vivir.
Nacida en Seattle en 1959, Stockholder es una de las escultoras más influyentes de su generación. Conjugando pintura y escultura, sus instalaciones intervienen en espacios con arreglos que, en un primer acercamiento, pueden parecer improvisados y fortuitos pero que contienen una narrativa casual que estimula al espectador a adentrarse en su universo creativo. Aunque el abstraccionismo es el concepto principal en el trabajo de Stockholder, siempre hay una referencia a la realidad, ya que usa objetos y materiales provenientes de nuestra cultura consumista propia de los tiempos posmodernos que son frecuentemente considerados como nulos en lo que respecta a valor estético: sillas, mangueras, tinas, cestas de plástico, utensilios domésticos, materiales industriales y ocasionalmente objetos encontrados en la basura, baratos, manufacturados en masa, desechables. A través de la mezcla entre lo abstracto (texturas y colores) y lo común, Stockholder aplica el método artístico conocido como «sitio específico» en donde el espacio es tan importante como los materiales usados.
«Atisbar para ver» es principalmente un diálogo entre lo tangible y lo intangible; lo abstracto y lo concreto; lo conceptual y lo físico, en donde todos los elementos son equitativos y se intersectan mutuamente. La solidez de los objetos y el flujo de las moléculas dentro del plástico, el aire y los pigmentos coexisten sublimemente en una comunión silenciosa, modificando la energía interior del lugar, y creando así nuevos flujos y nuevos conceptos que propician la libre asociación dentro de la mente del espectador.
En este contexto, Stockholder juega con dobles significados e invita a laaudiencia a no sólo contemplar pasivamente, sino ver más allá de lo visible y obvio para cuestionar, intentar y explorar para descubrir. El título por sí solo propicia una reconfiguración de prejuicios y supuestos. En inglés «Peer Out to See» puede ser entendido de dos formas diferentes debido a la similitud en sonidos. Mientras la frase «peer out to see» (atisbar par ver) se refiere al proceso de mirar con detenimiento y cuidadosamente, también puede ser escrito como «pier out to sea» (muelle hacia el mar) aludiendo –probablemente de forma humorística– a las cosas físicas que la instalación usa. Por lo tanto, el Palacio de Cristal se convierte físicamente en un «pier out to sea» y la relación entre el aire, los colores, las formas y texturas puede ser conceptualmente entendidos como «peer out to see».
Simple como pudiera parecer, Stockholder impregna el espacio con una profunda complejidad que transforma el área en un microcosmos de nuevas ideas a través de la acción y el movimiento de la audiencia. En un principio, todo parece caótico e inconexo; sin embargo, la organización posee una lógica interna que detona actividades que suceden en diferentes formas: la instalación seduce al espectador a seguir el ritmo y navegar al pasar de una posición pasiva a la de un participante activo en un juego en donde objetos aleatorios crean una armonía y correspondencia específica dentro de un lugar que ha sido transformado en un escenario lúdico.
De lo literal a lo metafórico, sobreviene un proceso de decodificación, oscilando entre lo físico y lo figurativo. Stockholder ha creado y sigue creando un lugar para dejarse llevar por la corriente; un espacio abierto en donde las cosas son simples e inesperadas a medida que las analizas. En lugar de la comprensión de un concepto totalmente estructurado, al final lo que realmente importa es el proceso de pensar.
Otro aspecto importante es el uso del color que Stockholder que extiende amplia y profusamente no sólo en esta instalación, sino a lo largo de su obra. En sus propias palabras, el color es un elemento clave que constituye un gran vehículo para conectar visualmente y expandir las instalaciones. En este caso en particular, la explosión de color deslumbrante, la intensidad del círculo y el lago, así como el brillo de las manchas en el piso, son elementos que mantienen el caos y la blancura bajo control, creando una sinfonía mágica y cromática.
«Atisbar para ver» es también una renovación del entorno sutil, orgánica y multidireccional que no afecta a la poesía de la arquitectura existente. A pesar de este énfasis en la sutileza, el impacto sensorial y emocional es fuerte. El Palacio de Cristal se convierte en un contenedor flexible en donde las fronteras son empujadas, desplazándose más allá de las paredes y los arcos. No obstante, la instalación no altera violentamente la atmósfera del lugar, sino que utiliza la discreta naturaleza del parque para complementar el discurso artístico, naturaleza que queda bien con todo el ambiente circundante a través de la integración de elementos exteriores al edificio –árboles, pájaros, lago, nubes y estrellas– imágenes versátiles que pueden ser vistas a través de los paneles de cristal como si fuesen pantallas de cine o marcos de una imagen siempre cambiante. Las formas ordinarias obtienen un toque de fantasía, una nueva perspectiva, orden y definición. Como consecuencia, el espectador nunca volverá a ver los árboles del parque exterior de la misma forma que antes.
La experiencia estética que la estadunidense nos ofrece es digna de los tiempos que vivimos. Esta pieza, en particular, demuestra cómo el arte contemporáneo no tiene que girar en torno a intereses económicos y políticos para hablarnos de manera directa acerca del devenir de nuestras sociedades, gobiernos y políticas actuales. Basta con recordar que la contemporaneidad también está reflejada en una cesta para la ropa, en un bote contenedor de líquidos sin ninguna característica peculiar que lo distinga de otros millones de objetos producidos de forma masiva. No todo el arte contemporáneo que se produce hoy es contestatario, nauseabundo, denigrante o violento. La posmodernidad también es una experiencia estética que puede ser vivida desde y con los conceptos y objetos que nos acompañan día a día, donde verdaderamente compartimos, construimos y reflexionamos de manera personal acerca de una era.
«Atisbar para ver» nos recuerda que el arte en ocasiones debe ser sólo visto como un vehículo sencillo y transitable que no necesariamente tiene que resolver los tiempos revueltos, sino que coexiste pacíficamente con otras manifestaciones propias de la posmodernidad.
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Pamela Zúñiga (Ciudad de México, 1985) es historiadora del Arte por la Universidad del Claustro de Sor Juana y maestra en Museología por Reinwardt Academy (Amsterdam, Los Países Bajos). Actualmente labora en el Centro Nacional de Conservación y Patrimonio Artístico Mueble del Instituto Nacional de Bellas Artes. Es fan de los asesinos seriales, la comida éxotica y la ideología Wicca.